ETA22092

Tiempo de magos

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALLa gran década de la filosofía (1919-1929)

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2019)

Nº PÁGINAS384 págs.

PRECIO PAPEL22,90 €

PRECIO DIGITAL12,99 €

Wolfram Eilenberger, nacido en 1972, se presenta como periodista filósofo y eso se nota de forma especial en este libro, escrito de forma muy amena. Se refiere en su ensayo a la década de 1919-1929, en la que aparecieron importantes obras de filosofía con trascendencia para el resto del siglo XX y relevantes incluso hoy.

De los filósofos notables de la época, Eilenberger escoge a Martin Heidegger (1889-1976) y a Ludwig Wittgenstein (1889-1951), sobre los que no hay duda de que son de primera fila. Los otros dos son Ernst Cassirer (1874-1945), un neokantiano conocido sobre todo por su Filosofía de las formas simbólicas, y Walter Benjamin (1892-1940), un adelantado en la crítica de arte (La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica) y en adivinar los tiempos que estaban por venir.

Cassirer y Benjamin podrían haber sido sustituidos por otros, pero es claro que Eilenberger quería colocar a cuatro grandes figuras de la filosofía alemana. Sea como fuere, el libro, además de presentar con rigor lo esencial de la obra de estos cuatro autores, traza su perfil humano. Así, vemos a un Heidegger algo oportunista, buscando siempre hacer carrera, lo que le llevará a afiliarse al partido nazi y, más tarde, le aupará al rectorado de la Universidad de Friburgo, lo que no impide reconocer que ha sido el filósofo más importante del siglo XX.

Wittgenstein aparece siempre angustiado, queriendo y no queriendo ser filósofo, rechazando la fanfarria académica, huyendo de la fama mientras analizaba como nadie “el hechizo del lenguaje sobre nuestro conocimiento”.

Cassirer, judío, era un hombre elegante, moderado y respetuoso con todos. En el famoso encuentro filosófico que tuvo lugar en Davos (Suiza), entre el 17 de marzo y el 9 de abril de 1929, fue “vencido” por un impetuoso y joven Heidegger, que comenzaba a recoger el testigo de la generación precedente.

Y, por último, encontramos a Benjamin, también judío, que llevaba una vida desarreglada y caótica, con aspiraciones académicas, pero que nunca se materializaron. Finalmente, como se sabe, se suicidó ante el temor de caer en manos de los nazis.

Una impresión que se tiene al acabar este libro es que, como en el vino, hay añadas de todo tipo: unas, excelentes; otras, medianas, y, en fin, otras mediocres. En la década a la que se refiere el libro estaban en activo, además de los cuatro mencionados, Henri Bergson, Edmund Husserl, Nicolai Hartmann, José Ortega y Gasset, Benedetto Croce, Antonio Gramsci y John Dewey, por citar solo unos pocos, de diferentes nacionalidades y tendencias. Una pregunta inquietante: ¿tenemos figuras comparables hoy? La posmodernidad deja detrás de ella un erial.

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