L’abbé Pierre, excluido

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Contrapunto

L’abbé Pierre, 83 años, fundador de las comunidades Emaús, campeón de la lucha contra la marginación, el hombre con mayor aceptación popular en Francia según las encuestas, dejó estupefactos a sus compatriotas al solidarizarse con su viejo amigo Roger Garaudy, autor del libro Los mitos fundadores de la política israelí. Garaudy, intelectual comunista en los años sesenta, promotor del diálogo marxismo-cristianismo, más tarde expulsado del PC y converso luego al Islam, hace suyas algunas tesis revisionistas sobre el holocausto judío por obra de los nazis: hubo matanzas, pero no genocidio; el número de víctimas fue exagerado por el sionismo; la existencia de las cámaras de gas no está probada.

Garaudy, que se opone a la política israelí, había sido procesado por «negación de crimen contra la humanidad», delito tipificado en Francia. L’abbé Pierre le envió una carta de apoyo para que este «amigo de hace más de cuarenta años» pudiera utilizar su respaldo moral ante los tribunales.

A partir de ahí, el popular clérigo se vio envuelto en una polémica de la que ha salido malparado. Intentó explicar que su apoyo concernía a Garaudy, no al libro, «que no he leído». Sostuvo que Garaudy «es un hombre honesto, y si se le aporta un documento que demuestra que se ha equivocado, lo reconocerá». Pidió un debate de historiadores para precisar los puntos controvertidos, aunque luego reconoció que no era necesario.

El gran rabino de Francia pidió a la jerarquía católica -reacia en principio a dejarse arrastrar a la polémica- que «tomara postura». Los obispos acabaron publicando una nota en la que calificaban de «inmoral» la negación de las más firmes conclusiones de los historiadores sobre el holocausto y rechazaban la «grave confusión y el escándalo» causado por el apoyo de l’abbé Pierre a Garaudy, habida cuenta de que «la autoridad que (l’abbé Pierre) ha adquirido por sus palabras y por sus obras comprometen a la Iglesia de Francia ante la opinión pública». En este caso, sólo Jean-Marie Le Pen, presidente del Frente Nacional, declaró que «no es la primera vez que la Iglesia emite dogmas en materia extrarreligiosa». Y, cómo no, sacó a colación a Galileo.

L’abbé Pierre fue llamado a dar explicaciones, no ante un tribunal eclesiástico defensor de la ortodoxia, sino ante el Consejo Ejecutivo de la Liga contra el racismo y el antisemitismo (LICRA), a cuyo comité de honor pertenece desde hace veinte años. El presidente de la organización le pidió retirar «públicamente» su «apoyo moral al libro de Roger Garaudy». Tras un tira y afloja, l’abbé Pierre acabó publicando el 30 de abril un comunicado donde lo esencial era inequívoco: «Condeno con firmeza a todos los que, por diversos motivos, quieren, de la manera que sea, negar, falsificar o trivializar la Shoah, que será siempre una mancha de vergüenza indeleble en la historia de nuestro continente».

Pero esta aclaración no fue suficiente. Pues l’abbé Pierre no retiraba aún su confianza a Garaudy: «Como Roger Garaudy se ha comprometido formalmente de palabra y por escrito a reconocer todo error que se le demuestre, sólo le retiraré mi confianza si no mantiene este compromiso». Postura que la LICRA ha considerado «totalmente contradictoria». Según la organización, las pruebas que contradicen las tesis de Garaudy han sido ya aportadas hace mucho tiempo. En consecuencia, ha excluido al testarudo abbé de su comité de honor.

En el torbellino de la polémica, l’abbé Pierre sólo ha encontrado el respaldo de antiguos compañeros de ruta que se solidarizan con el hombre, aunque a la vez le piden que reconsidere su apoyo a Garaudy.

Pero quizá lo que debería haber tenido en cuenta l’abbé Pierre es que, por muy amigo que se sea de Platón o de Garaudy, hay que ser más amigo de la verdad. Y preocuparse de conocerla.

En cualquier caso, este episodio demuestra que las organizaciones civiles como la LICRA no dudan en aplicar criterios que muchos denuncian cuando quien actúa es la Iglesia católica. Ante un asunto que se considera fuera de discusión como el Holocausto, no se admiten medias tintas ni posturas contradictorias: o dentro o fuera. Cada uno debe sacar las consecuencias de las posturas que asume y, si no, la autoridad las saca por él. Y la LICRA no ha esperado mucho tiempo para decidir.

Y es que las instancias civiles son en estos casos menos indulgentes que las eclesiásticas. Nada en la trayectoria de l’abbé Pierre justifica una sospecha de antisemitismo. Pero lo que se ha valorado es que su autoridad pública podía ser instrumentalizada por el revisionismo.

Tampoco ha servido ahora de excusa que toda la vida de l’abbé Pierre haya estado dedicada a la preocupación por los más pobres. Una actitud que, en el reciente caso Gaillot, parecía justificar cualquier postura disidente en otros aspectos. Lo único que ha importado ahora es la lucha contra el antisemitismo, sin compromisos. Con el dramático resultado de que el campeón de la lucha contra la exclusión se ve ahora excluido.

Juan Domínguez

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