La religiosidad de los musulmanes en Europa

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Entre el islam tradicional, los fundamentalismos y la modernización
El arraigo del islam en Europa a través de los inmigrantes musulmanes da lugar a variadas predicciones. Algunos piensan que están llamados a modernizar el islam, como consecuencia del contacto con la cultura occidental; otros temen que sean el caldo de cultivo del fundamentalismo agresivo. La realidad muestra más bien una amalgama heterogénea de costumbres y de observancia religiosa entre estos musulmanes. Seleccionamos algunas páginas del nuevo libro de José Morales, «Los musulmanes en Europa» (1), que reflejan esta variedad.

La pertenencia a la religión musulmana, practicada y sentida en grados muy diferentes y variables de intensidad, es para los musulmanes que habitan en el viejo continente uno de los parámetros importantes en la construcción y mantenimiento de su identidad. El hecho de negar expresamente en algunos casos aislados la pertenencia al culto y a la religión islámicos permanece un comportamiento marginal.

Una práctica comunitaria

Dado que el Islam asocia lo espiritual y lo temporal, el hecho religioso reenvía a la totalidad del fenómeno social. El discurso religioso tiende a configurar todo lo que tiene que ver con la vida del creyente, y legitima y jerarquiza los actos cotidianos. La vida corriente resulta codificada hasta los más sencillos y pequeños detalles, y nada es abandonado a la improvisación. Todo es definido en terrenos y asuntos tan diversos como el modo de vestir, comer, realizar las necesidades fisiológicas, adoptar la posición de dormir, vivir la sexualidad, etc.

Contrariamente a las sociedades seculares modernas de Occidente, donde la dimensión religiosa de la vida se limita cada vez más a la esfera privada, el Islam tiende a llevar estos aspectos a la esfera pública, y trata de rehabilitar lo religioso en los campos de la educación, las distracciones, el descanso y la salud.

La práctica de la religión musulmana es ante todo una práctica comunitaria. El individuo religioso se apoya decidida y también instintivamente en la comunidad. Esto es así en cualquier religión, pero en el Islam adquiere especial intensidad y acentos peculiares. Es la práctica de la religión la que ejemplifica, configura y define la comunidad islámica. En la oración ritual o en el ayuno del Ramadán, en el pago de la limosna legal o en la peregrinación a La Meca, es la dimensión comunitaria lo que actualiza la esencia de ser musulmán.(…)

Esta situación sociorreligiosa de carácter más bien constitutivo de la realidad musulmana se realiza y desarrolla en Europa de modos diferentes, según la presencia y las circunstancias variables de los musulmanes en los lugares europeos.(…)

Un Islam tradicional

Los musulmanes en Europa se distinguen por su diversidad ideológica, que los agrupa en diversas tendencias. Éstas se distribuyen en un arco que va de lo secular hasta lo religiosamente conservador y observante, con tonos y actitudes que pueden ser también de islamismo militante.

La gran mayoría de los musulmanes practican un Islam tradicional y pacífico, atento principalmente al cumplimiento de los preceptos y normas de la religión coránica. Se incluyen en esa práctica más o menos habitual las oraciones rituales a lo largo del día, en menor medida la peregrinación, y también determinados ritos que señalan momentos importantes de la vida, tales como el nacimiento, el matrimonio y la muerte. Particular atención y observancia reciben las prescripciones relativas a la preparación y consumo de alimentos, donde están vigentes de modo intenso las calificaciones legales de lo permitido («hallal») y lo prohibido («haram»).

Este Islam tranquilo y mayoritario practica en silencio su religión y no tiene más pretensiones que vivir en paz con el mundo externo y ser respetado por éste. Sus seguidores procuran adaptarse a los planteamientos legales y sociopolíticos del país que los acoge, y no suelen suscitar conflictos cuando las leyes vigentes chocan con la normativa coránica en asuntos de menor trascendencia. Desean naturalmente -de modo especial en Francia- ver reconocidas lo que estiman pretensiones legítimas en algunos terrenos, como las construcciones de lugares de culto, cementerios, etc.

No abundan en Europa los musulmanes de mentalidad estrictamente secular y mucho menos los dominados por ideologías de tono antirreligioso, como pueden encontrarse en Turquía o Túnez. Hay, sin embargo, bastantes musulmanes que se adhieren de hecho a un proceso de occidentalización y viven con notable flexibilidad e incluso laxitud los rituales islámicos. Algunos querrían establecer una síntesis entre Islam y modernidad, tal vez con la intención de contribuir indirectamente a un resurgimiento intelectual y cultural del postrado mundo musulmán. La mayoría de estos grupos se componen de intelectuales, profesores y escritores que han hallado en el Occidente la atmósfera de libertad y las condiciones de trabajo que no encuentran ni encontrarán por mucho tiempo en sus respectivos países.

(…) Los musulmanes que practican su religión de modo estricto y sin fallas rituales no llegan a ser muchos, si bien su influencia en el conjunto de las comunidades musulmanas suele ser desproporcionada a su número. Observan fielmente todas las prescripciones del Corán y de la tradición del Profeta (conjunto de «hadiths» o dichos de Mahoma que componen la «Sunna»), consideran que se trata de reglas inmutables, y tienden a cierto apartamiento del mundo occidental en el que viven y trabajan. Su ambiente es casi exclusivamente familiar y comunitario musulmán.

Grupúsculos fundamentalistas

Mezclados con estos grupos observantes se hallan individuos y grupúsculos que cultivan un Islam ideológico y reciben con frecuencia en los medios de opinión pública el calificativo de fundamentalistas.

Estos grupos reducidos han llevado al límite la conciencia y el sentido de su identidad islámica. Plantean su presencia en los países occidentales como una ocasión expresamente buscada para difundir las creencias y la visión del Islam. Son activos y celosos proselitistas y sueñan de modo extravagante e ingenuo con la islamización futura del país europeo que los acoge.

Uno de los fines principales de esos movimientos es potenciar y extender la práctica de la religión islámica entre los mismos musulmanes, y contribuir a que se hagan más observantes de las prácticas coránicas. Un agente crucial en estas iniciativas es el movimiento denominado Fe y Práctica, que se halla inspirado por la institución Tabligh y recibe ayuda financiera, y de diversa clase, de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI), cuya sede se sitúa en Arabia Saudí. Las actividades del Tabligh han alcanzado actualmente importantes ramificaciones en las sociedades de Occidente, y dada la rigidez de sus interpretaciones coránicas, entorpecen por lo general el proceso de integración de los musulmanes en el mundo europeo. (…)

Ascenso social y religiosidad

Algunos observadores y analistas del escenario musulmán europeo creen percibir en países como Francia, Bélgica y Holanda cierto auge de la práctica religiosa. Parece confirmarse una tendencia a la afirmación de la identidad religiosa, que se materializa en un aumento perceptible de las prácticas de oración y ayuno. Los más observantes serán los marroquíes, que vienen de una sociedad musulmana marcadamente tradicional. Los argelinos ofrecen, por el contrario, una imagen más secularizada.

Un estudio realizado hace cuatro años para el periódico «Le Monde» (5-10-2001) revela que entre los musulmanes se consolida una clase media alta en la que los practicantes de la religión abundan más que los no practicantes. Un investigador del Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) escribe lo siguiente:

«Hasta ahora se pensaba que la ascensión social generaba casi inevitablemente un alejamiento de la religión. Sin embargo, lo que sucede en Francia es la aparición progresiva de un futura elite musulmana, contrariamente a cierto discurso simplificador, según el cual los musulmanes de Francia no podrían integrarse si no era renunciando a su fe. El estudio muestra la búsqueda de un equilibrio entre la pertenencia ciudadana y la pertenencia confesional, dos afiliaciones que parecen complementarias y no antinómicas».

Parece entonces que los musulmanes observantes figuran en Francia en los dos extremos de la escala social, es decir, se encuentran entre los que tienen estudios y han conseguido títulos y diplomas, y los que apenas han entrado en el proceso educativo. Se estaría, por tanto, en presencia de cierto movimiento de moderada reislamizacíón.

Islam culto e Islam popular

En pocos decenios muchos musulmanes europeos habrían pasado de la práctica de un Islam rudimentario y elemental donde se mezclaban preceptos coránicos con tradiciones y costumbres no ortodoxas, procedentes de los lugares de origen, a un tipo de práctica religiosa marcada por mayor instrucción y el deseo de volver a los textos sagrados, a la Ley revelada y a sus interpretaciones en el contexto de la modernidad occidental. (…)

Esto no significa que el Islam culto y purificado de adherencias sincretistas y de supersticiones domine entre los musulmanes que viven en Europa. Continúa imponiéndose un Islam popular en el que la observancia religiosa adquiere niveles de notable complejidad, aunque pueda resultar paradójico. Este tipo mayoritario de Islam combina o, más bien, mezcla y a veces confunde ritos legales correctos y ritos populares asociados a la magia y a las prácticas supersticiosas. Junto a los rituales canónicos derivados del Corán y a la disciplina tradicional que rodea los cinco pilares del Islam (confesión de fe, oración ritual, limosna legal, ayuno del Ramadán y peregrinación) se asocian otros ritos y creencias, como la existencia de seres intermedios entre el hombre y los ángeles («jins»).

Débil práctica religiosa

La observancia religiosa es débil entre los musulmanes que viven en Alemania, donde sólo el 25% declara respetar de modo más o menos estricto las prescripciones coránicas. Una encuesta realizada en el año 1992 entre jóvenes turcos daba como resultado un 58% de indiferentes, un 22% que practicaba la religión por respeto a sus padres, y un 12% que lo hacía por convicción propia. Se trata naturalmente de datos que se hallan sometidos a múltiples fluctuaciones y variables. No permiten conclusiones sólidas, pero indican que los practicantes del Islam en Europa se aproximan numéricamente a los seguidores de otras religiones, en un continente en el que la secularización ha conseguido notables avances.

Los creyentes musulmanes que viven y practican abiertamente su religión en Italia son una exigua minoría. Algunas valoraciones la sitúan en torno al cinco por ciento de la población islámica en el país, que alberga a cerca de un millón de musulmanes. Esto significa que la práctica totalidad de éstos no frecuenta los lugares de culto. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que estas cifras no incluyen la posible práctica privada; y que los musulmanes que no acuden a las mezquitas constituyen la gran mayoría de la población en los países del mundo islámico. Estos hechos vienen en gran medida a desmentir apreciaciones y lugares comunes muy extendidos acerca de la importancia numérica del integrismo y del radicalismo religioso de los musulmanes considerados globalmente.

El Islam se ha instalado, sin embargo, con cierta solidez en Italia durante los últimos veinte años desde el punto de vista institucional. Lo demuestra el creciente número de asociaciones religiosas y culturales de carácter islámico, mezquitas, fraternidades sufíes,…

Los jóvenes nacidos en Europa

Los musulmanes jóvenes en Europa comienzan a constituir una categoría de población islámica con características propias, aunque no deban juzgarse aparte de la comunidad musulmana sino en aspectos muy concretos. Una minoría significativa de estos hombres y mujeres jóvenes se siente bien en Europa, que es para algunos como su casa. Se han identificado en un grado considerable con el estilo de vida europea y no experimentan nostalgia alguna por otros modos de existencia, incluidos los de la patria islámica de origen. Europa figura en sus prioridades mentales, y el Islam ocupa en este sentido un segundo lugar. Son como musulmanes que se comportan al modo de gente secularizada, como ocurre especialmente con pakistaníes plenamente britanizados o con los magrebíes que se han integrado en Francia a casi todos los efectos.

Pero también hay muchos jóvenes musulmanes a quienes no les ocurre lo mismo. El Islam constituye para ellos el componente nuclear de su identidad y de su autodefinición, así como una fuente interpretativa principal en su visión del mundo. La idea de un retorno anímico al Islam vive y actúa de modo permanente en estos musulmanes, y puede llegar a adquirir en ocasiones manifestaciones muy intensas.

No se trata, desde luego, de dos tipos puros de psicologías y de comportamientos. La realidad es siempre más compleja y necesita ser interpretada con más registros y matices que los de una simple dicotomía. La cultura de los jóvenes islámicos en Europa desborda la fácil y convencional polarización de gente religiosa y gente secularizada. Hay circunstancias en las que jóvenes que pueden inclinarse usualmente hacia el secularismo, activan lo islámico en ellos como un lenguaje de protesta social o como un modo eficaz de distinguirse de la cultura que les rodea.

Hay también, por el contrario, musulmanes observantes que consideran muchas normas occidentales, manifestaciones culturales y estilos de vida del todo compatibles con el Islam. Y no suelen ver conflicto intrínseco alguno entre una doble identidad como musulmanes y europeos.

En cualquier caso, el Islam ya no es para los jóvenes lo que fue para sus padres o para las generaciones anteriores. Puede hablarse en Europa de la aparición de minorías jóvenes, cada vez más numerosas y omnipresentes, que practican la religión y que han creado multitud de asociaciones de carácter religioso y cultural. El impulso de estos jóvenes ha estimulado a sus mayores y les ha hecho preguntarse con gran frecuencia acerca del modo en que viven el Islam.

Los imanes venidos de fuera

Los imanes responsables de las mezquitas europeas presentan en ocasiones considerables problemas. La gran cuestión que debe resolverse en múltiples casos es su cualificación doctrinal y su actitud humana y espiritual. La mayoría de ellos no proceden de las comunidades a las que sirven ni están siempre identificados con ellas. Son muy frecuentemente funcionarios y extranjeros a todos los efectos, venidos desde fuera del país, y carentes de la experiencia que les permita conectar con las generaciones de jóvenes musulmanes. Otro asunto delicado es la profunda división entre ellos, especialmente entre los que dirigen mezquitas importantes. A juzgar por sus declaraciones y por los enfrentamientos intestinos que llegan a oídos de la opinión pública, parece que están más interesados en el ejercicio de un poder y una influencia, que incluiría determinados aspectos económicos, que en el bien y la promoción del Islam en la vida de sus creyentes.

Los imanes activos en Francia han sido educados en instituciones diversas del mundo musulmán, como la Universidad al-Azhar de El Cairo, o Zitouna de Túnez. No han contribuido por lo general a la unidad entre la población musulmana del país. Desde 1990 se han hecho esfuerzos con escaso éxito para formar imanes en Francia. La Facultad de Teología musulmana, creada por la mezquita de París e inaugurada con gran solemnidad, ha tenido recientemente que suspender sus actividades por falta de financiación y por otras dificultades provenientes de la propia comunidad musulmana.

Existen actualmente dos instituciones que se ocupan de la educación de imanes propiamente franceses. Una es el Instituto Europeo de Ciencias Humanas, situado en Saint-Leger de Fougeret, y la otra es el Instituto Islámico de París. Pero los esfuerzos de estos dos centros apenas han logrado aumentar el número de imanes con nacionalidad francesa o con arraigo real en el país. En 1990 sólo un cuatro por ciento de los quinientos imanes con sueldo y dedicación casi completa tenía nacionalidad del país.

____________________(1) José Morales. «Los musulmanes en Europa». EUNSA. Pamplona (2005). 152 págs. 12 €.

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