Ateos militantes, un movimiento con poca gracia

publicado
DURACIÓN LECTURA: 5min.

Desde que Richard Dawkins publicó su cáustico libro The God Delusion (El espejismo de Dios), algunos ateos se han sumado a su particular cruzada contra la religión. Hasta ahora, varios pensadores -creyentes o no- se habían encargado de responder a sus objeciones. Pero faltaba por sacar a la luz un rasgo común a todos ellos: su escaso sentido del humor.

A diferencia de los ateos que se limitan a negar la existencia de Dios, los llamados “nuevos ateos” (como Richard Dawkins, Christopher Hitchens, Daniel Dennet, Geoffrey Robertson…) se caracterizan por su tono beligerante y su intolerancia hacia las creencias ajenas.

Cuando el periodista Eduardo Suárez entrevistó para El Mundo (7-02-2009) a Richard Dawkins (el más combativo de todos), optó por advertir al lector a modo de disculpa: “A priori, Dawkins se antoja una persona solícita y agradable. Las preguntas lo convierten sin embargo en un tipo hosco, desabrido y gruñón”.

Sabios pero engañados

En esa entrevista, Dawkins hace recaer la carga de la prueba de la existencia de Dios “en aquellos que creen en algo que tiene las mismas probabilidades de existir que un hada o un unicornio”. A su juicio, las personas creyentes lo son “por ignorancia”.

¿Y los científicos cristianos de la talla de Newton, Pasteur, Galileo, Lavoisier, Kepler, Copérnico, Faraday, Maxwell, Bernard o Heisenberg? Más de lo mismo: son un producto de “un adoctrinamiento infantil que no son capaces de sacudirse”.

Bueno, ¿por lo menos se salvarán los creyentes que han dedicado sus vidas al servicio de los demás? Tampoco. Para Dawkins, por ejemplo, Teresa de Calcuta “era una mujer malvada. Ella creía que era muy buena, pero no le importaba nada el sufrimiento de las personas. Lo único que quería era convertirlas”.

Suárez termina con una pregunta: “Hay gente que no comprende su voluntad de extender el ateísmo. Gente que piensa: ‘Señor Dawkins, probablemente Dios no existe. Así que deje de preocuparse y disfrute de su vida’. ¿Qué les diría?”.

Respuesta: “Les diría que lo que de verdad me apasiona es la verdad científica y que lo que deseo es abrir los ojos a la gente sobre el hecho maravilloso de su propia existencia. Mientras el adoctrinamiento religioso interfiera en el conocimiento de esa verdad científica lo combatiré. No le quepa duda”.

Los “viejos ateos” salen al paso

Dawkins fue uno de los principales impulsores de la campaña de publicidad en los autobuses de Londres con un eslogan a favor del ateísmo: “Probablemente Dios no existe. Así que deja de preocuparte y disfruta de la vida” (cfr. Aceprensa, 26-11-2008).

El pasado abril, Dawkins y Hitchens volvieron a la carga. Su idea es sentar en el banquillo a Benedicto XVI por “crímenes contra la humanidad” (se refieren a los abusos sexuales cometidos por algunos clérigos). También intentaron que las autoridades británicas impidieran la visita del Papa al país en septiembre próximo para la beatificación de John Henry Newman.

Otra propuesta de Dawkins fue la de montar un campamento de verano para niños y adolescentes con el fin de salvarles del adoctrinamiento religioso de sus padres. Los participantes recibirían una educación estrictamente científica. Además, en su ratos de asueto junto a la hoguera, aprenderían chistes ateos y cantarían Imagine, de John Lennon (“Imagine there’s no heaven… and no religion too”).

Este tipo de ideas es lo que ha provocado que algunos ateos hayan salido a la opinión pública para reivindicar el ateísmo de siempre. Temen que los colegas del estilo de Dawkins consigan que el ateísmo caiga en el ridículo.

En un artículo publicado en el Telegraph (29-06-2009), el ateo Michael Deacon se preguntaba qué consecuencias podrían tener en su hijo si le enviara al campamento de Dawkins, y sus ideas antirreligiosas llegaran a calar en él.

“Hay algo que me pone los pelos de punta: pensar que mi hijo de 8 años se transforme en una especie de mini-Dawkins, pedante y sin sentido del humor”.

“Imaginen lo que debe ser celebrar el cumpleaños de tu hijo: ‘¡Feliz cumpleaños, cariño! ¡Y ahora sopla las velas y formula un deseo!’”.

“De ninguna manera, padre. Esta es una costumbre frívola. No hay pruebas que demuestren que soplar las velas de un Marks & Spencer Victoria aumenten las probabilidades de que un deseo se convierta en realidad”.

“Ya. Entiendo… Bueno, por suerte, ¡te hemos comprado unos regalos!”.

“No, padre. La suerte no ha influido en tu compra. No existe nada semejante. Pensar así manifiesta un pensamiento fofo”.

“¡Dios mío!”.

“Por favor, padre, no digas eso. Sabes perfectamente que la deidad a la que invocas no existe”.

¿Liberadas o indefensas?

En su último libro, The Loser Letters (Ignatius Press, 2010), Mary Eberstadt -investigadora en la Hoover Institution y escritora- realiza una aguda sátira sobre los nuevos ateos. Cuenta la historia de una joven veinteañera, bastante deslenguada, que decide convertirse al ateísmo.

A.F. Christian (A Former Christian) creció en un hogar cristiano. Pero, al llegar a la Universidad, abandona la fe. Tras su conversión al ateísmo, comienza a descubrir muchas incoherencias de las que no le habían hablado sus nuevos maestros. Así que decide escribirles diez cartas tumbativas.

En una entrevista concedida a Family North Carolina Magazine, Eberstadt explica por qué escogió a A.F. Christian como protagonista. Su historia, dice, es muy parecida a la de muchas chicas de su edad que, durante sus años universitarios, adoptan un estilo de vida libertario y secularizado. Con los años, descubren que esa elección les ha traído muchísimos problemas.

“Los nuevos ateos y los laicistas radicales dicen que si te deshaces del código de conducta judeo-cristiano -sobre todo, de esas estúpidas reglas sobre el sexo, el deber o la familia-, entonces serás feliz. Te habrás liberado. Pero eso no es verdad”.

“Una cosa es que Bertrand Russell y otros de su generación se permitieran el lujo de predicar estas cosas. Pero ahora sabemos perfectamente cuáles son las consecuencias de todo esto. Lo que les ocurre a muchas chicas es horrible; terminan siendo víctimas de depredadores”.

Mientras este grupo de ateos elitistas se han convertido en auténticas estrellas, los universitarios que les han seguido han salido perdiendo. “He querido mostrar a los lectores que este debate entre creyentes y ateos no es un debate exclusivamente filosófico. Tiene repercusiones en la vida de la gente real”, concluye Eberstadt.

Dejar comentario

Conectado como Aceprensa. Edita tu perfil. ¿Salir? Los campos obligatorios están marcados con *

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.