El cambio que se ha producido en los museos, donde la exposición estática de una colección ha dado paso a un modelo de museo dinámico con renovadas propuestas, se ha reflejado también en el Prado. Su director, Miguel Zugaza, explicó estos cambios de gestión en un coloquio en el IESE madrileño.
El Prado tiene hoy un modelo de financiación mixto, explicó su director, de modo que la Administración pública y la sociedad aportan sus recursos para sostener sus costes de funcionamiento. La sociedad reclama con su gran afluencia el valor educativo del Museo, cosa que no ocurría en los años 60, en una etapa de cierto inmovilismo, comparada con la actual.
La etapa de los 90 es la de las grandes ampliaciones de los Museos. Miguel Zugaza, director del Prado desde 2002, muestra que este Museo no ha caído en los errores del proceso de apertura galopante de nuevas salas del Louvre, donde los gastos aumentan y es necesario cerrar otras salas. El Prado ha logrado un modelo de gestión del espacio que no rompe la escala humana del Museo y sí ha aumentado su capacidad de recepción de un número mayor de visitantes.
Ese nuevo público atrae nuevos modos de financiación al Museo: la sociedad, destacó Zugaza en el coloquio del IESE, ha de mostrar su interés hacia el sostenimiento de una institución de estas características, que, además, tiene un gran impacto en la economía de la Comunidad de Madrid. El Prado ha crecido en espacios y también en su capacidad de generar recursos. Según Zugaza, frente a un presupuesto que no supera los 45 millones de euros anuales, el Prado genera más de 500 millones en el PIB y produce un retorno fiscal de 90 millones.
El Prado, junto con el Reina Sofía y el Thyssen, ofrecen conjuntamente una oferta artística de tales características que ha atraído a seis millones de visitantes en el último año. Las exposiciones temporales han cambiado el modelo de museo histórico de la década de los 60, cuando los museos históricos aún no atraían a las masas como hoy y convivían con las kuntshalle o cierto tipo de galerías de arte. El modelo actual, nacido en torno a la década de los 90, comenzó buscando nuevos públicos y nuevas fuentes de financiación e incluso deslocalizándose, como hizo el Guggenheim al abrirse a otros escenarios. El Prado se ha abierto también a lo global y a la red: por ejemplo, la iniciativa de obtener imágenes de alta resolución con la tecnología de google earth. Así se acerca el arte a más personas y de un modo nuevo, no accesible a quienes ven el cuadro a simple vista.
Zugaza mencionó a la Fundación de Amigos del Museo del Prado, que también ha evolucionado en sus treinta años de funcionamiento. A través de esta Fundación, que aporta 800.000 euros, se busca fortalecer el músculo social, la implicación de la sociedad en el Prado.
El mito de los sótanos del Museo fue aclarado en el coloquio: las obras que no se exponen es por razones de conservación. El Prado no tiene ni programa ni presupuesto de adquisiciones a diferencia del Centro de Arte Contemporáneo Reina Sofía, que sí está obligado a tenerlo. Además, su colección es pequeña: unas 17 mil obras frente a la del Hermitage, por ejemplo, con 3 millones de objetos. En otoño el Prado acogerá 170 obras en un intercambio con el museo de San Petersburgo.