La educación del carácter vuelve a la escuela

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La obsesión por educar sin imposiciones de ningún tipo ha llevado a una situación paradójica: mientras los niños se hacen fuertes en casa y en la escuela, también se quedan sin criterios que les ayuden a orientarse en una sociedad nada complaciente con ellos. Este contraste preocupa en Suecia, Reino Unido y Estados Unidos, que han empezado a debatirlo.

Cómo los niños tomaron el poder en Suecia
Un estilo muy liberal de educación de los hijos ha conducido en Suecia a crear una generación de niños mimados y centrados en sí mismos, que no augura nada bueno para su futuro. Este es el diagnóstico del psiquiatra David Eberhard en su nuevo libro Cómo los niños tomaron el poder, que desde su publicación el año pasado ha despertado opiniones encontradas y ha hecho de su autor un protagonista de entrevistas en la televisión y de editoriales –en buena parte críticos– en los periódicos.

Si hay algún país donde la educación de los niños se centre en respetar su modo de ser y sus preferencias, ese es Suecia. En 1979 prohibió cualquier tipo de cachete para imponer disciplina a un niño, y cualquier acusación de este tipo puede desencadenar una investigación por un equipo de psicólogos y policías, y concluir en una fuerte multa. Por eso la crítica de Eberhard ha sido recibida como una bofetada al sistema.

En EEUU la “madre tigre” plantea por qué ciertos grupos de inmigrantes prosperan más que otros.

No es que Eberhard proponga volver al cachete. Lo que dice es que, bajo la idea del respeto al niño, muchos padres han renunciado a poner reglas y disciplina a sus hijos, los cuales han tomado el mando, y no solo el de la televisión.

“Desde luego, hay que escuchar a los niños”, admite Eberhard, “pero en Suecia se ha ido demasiado lejos. Ellos tienden a decidir todo en las familias: cuándo irse a la cama, qué comer, dónde ir de vacaciones, qué ver en televisión”. “Vivimos en una cultura en que los llamados ‘expertos’ dicen que el niño es ‘competente’ y la conclusión es que los niños deciden”.

Esto ha hecho que la educación del carácter de los niños deje mucho que desear. Para Eberhard, son simplemente maleducados y obstinados. En una reunión interrumpen constantemente, quieren ser el centro y reclaman el mismo espacio que los adultos.

No se comportan mejor en la escuela. Los niños han sido educados en una actitud muy antiautoritaria, y eso se nota en el modo de responder en la escuela a los profesores. Estos tienen que razonar con ellos para que dejen de utilizar el teléfono en clase, y, según un ejemplo que cita Eberhard, un profesor que se atrevió a confiscar el teléfono de un niño tuvo que enfrentarse después a las críticas de los padres que le acusaban de no respetar los derechos del niño.

Los niños de hoy son los hijos de una generación que tampoco experimentó mucha disciplina, y que no sabe cómo imponerla.

En el Reino Unido, la educación del carácter se ha convertido en un tema que une a políticos de distinto signo

La familia no es una democracia
Ahora el ministro de Educación está pidiendo más disciplina en la escuela. Lo que ha encendido las señales de alarma ha sido el descenso de las puntuaciones de los alumnos suecos de 15 años en las pruebas PISA. Sus calificaciones están por debajo de la media de la OCDE tanto en matemáticas como en lectura y ciencias, con retrocesos en las tres materias. No es extraño que miren con envidia a la vecina Finlandia, donde los profesores tienen una autoridad que han perdido en Suecia y cuyos resultados académicos son excelentes.

Eberhard piensa que la educación que han recibido los niños suecos no les prepara para las frustraciones inevitables de la vida. “Sus expectativas son muy altas y la vida es demasiado dura para ellos. Así que han crecido mucho los casos de ansiedad y de jóvenes que se autolesionan”.

¿Qué propone Eberhard para corregir esta situación? Que los padres vuelvan a asumir su papel de educadores, acabando con la tiranía del niño. “Hay que tomar el control en la familia. La familia no es una democracia”.

El diagnóstico del psiquiatra ha dividido al país. Unos ven confirmadas sus preocupaciones, y apoyan que los padres pongan más límites a los niños. Otros dicen que el tipo de crianza de los hijos responde al énfasis del país en la democracia y la igualdad. Hay quien ve el lado positivo de una actitud antiautoritaria, que favorecería una mayor creatividad de los jóvenes cuando se incorporan al mundo laboral.

Ante el descenso de las puntuaciones de los alumnos suecos en las pruebas PISA, el ministro de Educación está pidiendo más disciplina en la escuela

Reino Unido: desarrollar la fortaleza
La educación del carácter también es una idea de moda en el Reino Unido. La periodista del Guardian Gaby Hinsliff la asocia a la capacidad de “recuperarse de los fracasos, afrontar nuevos retos con optimismo, ser perseverantes y centrarse en objetivos a largo plazo”.

Que la escuela debe contribuir a forjar el carácter no es una idea revolucionaria en el Reino Unido. “Las escuelas privadas de elite siempre han presumido de producir estudiantes ambiciosos y seguros de sí mismos”, dice Hinsliff. Y no es difícil encontrar por todo el país escuelas estatales que ofrecen “educación basada en valores”, como la paciencia y el respeto.

Pero sí es novedoso que la educación del carácter se haya convertido en un tema que une a políticos de distinto signo, como el ministro de Educación Michael Gove, del Partido Conservador, y el responsable de la oposición laborista para temas educativos, Tristram Hunt.

De hecho, la educación del carácter es una de las prioridades de un grupo de parlamentarios británicos de todos los partidos, creado en 2011 para impulsar la movilidad social en el país. Su director, el diputado conservador Damian Hinds, defiende que la resiliencia –la capacidad de afrontar con flexibilidad adversidades y de superarlas– a veces puede ser más útil que las calificaciones escolares para progresar en la escala social.

“Todos conocemos a gente que no sobresalió en el colegio por sus buenas notas y que, sin embargo, salió adelante con empuje, determinación, esfuerzo y el convencimiento de que podían conseguir cosas”.

Y añade: “Creo que es importante que sepamos que algunas cosas se nos dan bien y otras no. Que saquemos partido a nuestras fortalezas y que afrontemos nuestras debilidades. El fracaso va a llegar en algún momento de nuestra vida. La cuestión es en qué momento empezamos a prepararnos para su llegada”.

Oportunidades, sin perfeccionismos
La educación del carácter vinculada a la resiliencia también ha encontrado eco en Estados Unidos, a raíz del último libro de Amy Chua, The Triple Package, escrito en colaboración con su marido Jed Rubenfeld.

Chua, una profesora de origen chino de la Universidad de Yale, se hizo famosa con su anterior libro Battle Hymn of the Tiger Mother, en el que explicaba el severo estilo educativo que propugna… y que practica a conciencia con sus hijas (cfr. Aceprensa, 24-01-2011). Desde entonces es conocida en los medios estadounidenses como la “madre tigre”.

En The Triple Package, Chua y Rubenfeld sostienen que en EE.UU. ciertos grupos de inmigrantes progresan más que otros gracias a tres rasgos de personalidad: el complejo de superioridad, la capacidad para sobreponerse a la inseguridad y el control de sus impulsos.

La combinación de estos rasgos supone un auténtico trampolín en la escala social: “Los cubanos en Miami ascendieron de la pobreza a la prosperidad en una sola generación. Los nigerianos obtienen doctorados en unas tasas asombrosamente altas. Los indios y los chinos estadounidenses tienen ingresos mucho más altos que otros norteamericanos. Y los judíos quizá tienen los más altos”.

Pero la buena noticia –añaden– es que los ciudadanos de otros grupos también pueden adquirir estos rasgos de carácter. De hecho, hubo un tiempo no muy lejano en que el sueño americano no hacía distinciones y estaba abierto a todos.

A Hinsliff, la periodista del Guardian, le parece que el nuevo libro de Chua adolece del mismo voluntarismo del que hizo gala Sheryl Sandberg, directora de operaciones de Facebook, en su polémico libro Lean In (cfr. Aceprensa, 22-03-2013). Para Sandberg, si las mujeres no llegan a los puestos de trabajo más altos es por falta de ambición y no tanto por un problema en la organización del mercado laboral.

“No importa que tu jefe sea sexista o que la baja por maternidad en EE.UU. sea agotadoramente corta”, escribe Hinsliff. “Sandberg te dice que solo necesitas ‘levantar más la mano’ y subirás. No importa que los grupos de inmigrantes que más progresan tiendan a ser aquellos que ya estaban mejor educados antes de que llegaran: enseña a tus hijos a controlarse a sí mismos y prosperarán, dice Chua”.

La crítica de Hinsliff se basa en la presunción de que los jóvenes criados en entornos sociales difíciles tienden a afrontar los fracasos de forma más negativa. Pero por eso mismo la educación del carácter puede ser una buena baza para multiplicar las oportunidades.

Así lo defiende el británico Iam Morris, profesor en un colegio público de gestión autónoma: “Los alumnos disfrutan realmente estas lecciones y sus beneficios son tangibles y notables, incluyendo la habilidad para aceptar y gestionar las emociones difíciles; la serenidad ante situaciones duras; el aprecio de lo que significan la empatía y la amabilidad en la vida cotidiana y la capacidad de aprender de los desafíos y el estrés”.

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