Ignorancia teológica

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Muchos críticos de Dawkins, también filósofos y científicos no creyentes, le reprochan sobre todo que alguien que quiere atacar a la teología debería hacer el esfuerzo de saber algo de ella.

El académico Terry Eagleton, profesor de literatura inglesa en la Universidad de Manchester, más conocido como marxista que como defensor de la fe, empezaba así su recensión del libro de Dawkins en «The London Review of Books» (19-10-2006): «Imagine a alguien pontificando sobre biología sin más conocimiento del tema que «The Book of British Birds» y tendrá una idea aproximada de lo que se siente al leer lo que Richard Dawkins escribe sobre teología. Racionalistas con carné como Dawkins, que es lo más parecido que tenemos a un ateo profesional desde Bertrand Russell, en cierto sentido son los menos preparados para comprender lo que fustigan, pues no creen que haya ahí nada que comprender, o al menos nada que merezca la pena ser comprendido. Por eso invariablemente se dedican a hacer una caricatura tan vulgar de la fe religiosa que daría vergüenza ajena a un estudiante de primero de teología. Cuanto más detestan la religión, más infundada es la crítica que le dirigen. Si tuvieran que hacer un juicio sobre fenomenología o la geopolítica del sudeste asiático, sin duda se pondría al día en la materia tan diligentemente como pudieran. En cambio, tratándose de teología, cualquier parodia de baja calidad vale».

A propósito de los males que atribuye a la religión, Eagleton comenta: «En un libro de casi 400 páginas, apenas es capaz de conceder que la fe religiosa haya procurado un solo bien a la humanidad, lo cual es tan improbable «a priori» como empíricamente falso».

Sin mirar de frente a sus enemigos

H. Allen Orr, biólogo evolucionista, escribe en su reseña en «The New York Review of Books» (11-01-2007), que si en alguna ocasión calificó a Dawkins de «ateo profesional», ahora le calificaría más bien de «amateur». «Lo más decepcionante de «The God Delusion» es la incapacidad de Dawkins para afrontar el pensamiento religioso de un modo serio». Dawkins desprecia la fe de los fundamentalistas por simplista, y las elaboradas expresiones de los teólogos como sofistería. «El resultado es que «The God Delusion» nunca mira directamente a la cara a sus enemigos. En el libro de Dawkins no se encuentra ningún serio examen de la teología cristiana o judía (¿sabe que San Agustín rechazó el literalismo bíblico a comienzos del siglo V?), ningún intento de seguir los debates filosóficos acerca de la naturaleza de las proposiciones religiosas, ningún esfuerzo para apreciar la compleja relación entre la Iglesia y la ciencia (¿sabe que la Iglesia desempeñó un importante papel en la aparición de la ciencia no aristotélica?) y ningún intento de comprender la más simple actitud religiosa».

En una reseña publicada en «The New Republic» el filósofo Thomas Nagel dice estar poco impresionado por los escarceos filosóficos de Dawkins. Uno de los principales argumentos de Dawkins contra la existencia de Dios es que la prueba por el diseño en el mundo lleva a remontarse al infinito: «Un diseñador divino no puede explicar la complejidad organizada porque cualquier Dios capaz de diseñar algo tendría que ser suficientemente complejo para exigir el mismo tipo de explicación para sí mismo». Pero como Nagel apunta, este argumento solo tiene fuerza si los teístas concibieran a Dios como un cerebro complejo y no como un ser incorpóreo.

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