“Matrimonio gay” en EE.UU.: cuando se vota, pierde

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Que los votantes californianos hayan decidido que su Constitución solo reconozca el matrimonio entre un hombre y una mujer, podría parecer sorprendente. ¿Dónde podrían tener las bodas homosexuales mayor favor popular que en el estado donde radica la meca del movimiento “gay” norteamericano? Sin embargo, California ha seguido la tendencia verificada ya antes en la mayoría de los estados, junto con dos más que se sumaron el mismo día. En efecto, cada vez que el “matrimonio gay” se ha sometido a plebiscito, los electores lo han rechazado.

En realidad, hay una excepción: hace dos años, en Arizona perdió por el 52% una propuesta de reforma constitucional similar. Pero en las recientes elecciones se presentó otra que obtuvo el 56%. La diferencia es que la aprobada dice que en el estado solo es válido el matrimonio entre hombre y mujer, sin añadir que no se creará ningún estatuto legal semejante al matrimonio para las parejas no casadas. Esta segunda cláusula fue, al parecer, el principal motivo del no en 2006.

Con las votaciones en Arizona, California y Florida, desde el pasado 4 de noviembre 29 estados de la Unión excluyen en sus Constituciones el matrimonio entre personas del mismo sexo. Uno más (Hawai) aprobó una enmienda que no lo prohíbe, pero confirma expresamente que el Parlamento estatal tiene autoridad para hacerlo, cosa que este ya había decidido antes. En otros 14 estados vige la misma norma por ley, no por mandato constitucional. De los 6 restantes, 4 ni lo prohíben ni lo autorizan. Solo dos, Massachusetts y Connecticut, admiten el “matrimonio gay”.

Esas excepciones tienen poco que ver con la voluntad popular. En ambos estados, como en California hasta el reciente referéndum, el matrimonio homosexual fue impuesto por dictado de los jueces. Los respectivos tribunales supremos decretaron (el de Connecticut, hace poco: el 10 de octubre) que no dejar casarse a las parejas de un solo sexo es contrario a la igualdad exigida por las constituciones estatales. En el mismo caso está una de las 6 naciones del mundo que han legalizado el “matrimonio gay”: Sudáfrica.

Esta creatividad judicial, que hace decir a una Constitución algo que no está en el texto, naturalmente deja intacta la diferencia entre los supuestos de hecho. Un hombre y una mujer siguen siendo la única clase de pareja capaz de tener hijos comunes, principal razón por la que las leyes se meten en cuestiones relativas a la sexualidad y los afectos regulando el matrimonio.

Tampoco en los otros 5 países con “bodas gay” (Holanda, Bélgica, España, Canadá y, a partir del año próximo, Noruega) ha habido referendos. La aprobación por el Parlamento no merece ningún reproche en cuanto al procedimiento democrático. Pero en asunto de tanta relevancia social, el plebiscito tiene la ventaja de dar a los ciudadanos la oportunidad de pronunciarse expresamente y de permitir un debate con mayor participación popular.

Cuando hay que argumentar

Así ha sucedido en los referendos norteamericanos, y especialmente en el último de California. La votación se preveía más ajustada que en el anterior plebiscito, de 2000, cuando el 61% de los votantes rechazaron el “matrimonio gay” (cfr. Aceprensa 39/00). Este resultado fue anulado por el Tribunal Supremo del estado en mayo pasado (cfr. Aceprensa 57/08). La campaña del sí tuvo que esforzarse por argumentar frente a la idea, simple y en apariencia clara, de la igualdad y los derechos individuales.

El primer obstáculo estaba en el “título” de la propuesta, como se llama la descripción oficial que se presenta a los votantes en las papeletas. Tiene que ser neutral y expresar de manera breve y precisa la finalidad y el contenido esencial de lo que se plantea a los electores. En julio pasado, el fiscal general de California, el ex gobernador y conocido liberal Jerry Brown, cambió el título aprobado al principio (“Ley de Protección del Matrimonio en California”) por otro nada imparcial, que daba por supuesto lo mismo que se ponía en cuestión: “Suprime el derecho a casarse de las parejas del mismo sexo”.

Pero la campaña a favor de la enmienda logró reunir “una coalición extraordinariamente amplia”, un “movimiento realmente insólito que junta a negros, mormones y judíos ortodoxos” (The Economist, 1-11-2008). La principal clave del éxito, a juicio de analistas citados por Los Angeles Times (6-11-2008), fue centrar la atención en las consecuencias que tendría dar estatuto de matrimonio a parejas homosexuales. Persuadieron a muchos de que no estaba en juego simplemente el derecho de unos adultos a organizar su vida. Legalizar el “matrimonio gay”, advirtieron, suponía dar sanción estatal a una opción moral discutible. Las escuelas públicas impartirían la doctrina oficial a los niños, a despecho de las convicciones de los padres.

El movimiento “gay” presenta su batalla como una nueva edición de la lucha por los derechos civiles. Así, uno de los anuncios empleados por la campaña contra la enmienda mostraba fuentes públicas de agua potable distintas para heterosexuales y para homosexuales, a semejanza de las que había para blancos y para negros en los tiempos de la segregación racial. Pero los ciudadanos del color que sufrió la discriminación no suscribieron el paralelismo. Los negros, movilizados también por la candidatura de Barack Obama, acudieron a las urnas en número mucho mayor que de costumbre, y dos de cada tres votaron a favor de la enmienda.

En la tarde del 6 de noviembre, más de un millar de activistas gay ventilaron su ira por el resultado del referéndum con una ruidosa protesta ante un templo mormón de Los Ángeles. El motivo es que los mormones aportaron buena parte de las donaciones a la campaña del sí. Lorri Jean, directora general del Los Angeles Gay & Lesbian Center, que convocó la manifestación, acusó a la Iglesia mormona de comprar la votación y haber hecho “una campaña de mentiras y engaño para manipular a los votantes en el gran estado de California” (cfr. Los Angeles Times, 7-11-2008). Pero esta votación ha demostrado que California es mucho más grande que San Francisco, y su población, mucho más numerosa que la parte que llena las calles el Día del Orgullo Gay. Tanta gente y tan diversa es muy difícil de manipular.

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