La poligamia en Utah: ni delito ni matrimonio

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Los mormones que practican la poligamia en el estado de Utah podrán hacerlo sin temor a ser penalizados. Así lo ha decidido un juez federal al dar la razón a Kody Brown y a sus cuatro mujeres en su litigio contra el estado. Los Brown se hicieron famosos por mostrar su vida en el reality show Sister Wives, lo que atrajo sobre ellos la atención pública y también la investigación del fiscal.


Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 68/14

Las leyes del estado de Utah prohíben el matrimonio polígamo y también la cohabitación del mismo estilo, bajo una pena de hasta cinco años de prisión. La decisión del juez Clark Waddoups no permite que un hombre esté casado con varias mujeres. Reconoce que el estado tiene derecho a no dar licencias para matrimonios múltiples. Pero legaliza de facto la poligamia en Utah, al declarar inconstitucional la penalización de la cohabitación de un hombre con varias mujeres.

Los matrimonios múltiples son ilegales en EE.UU. y ya el Tribunal Supremo –en sentencias de 1878 y 1890– rechazó la legalización de la poligamia, frente a pretensiones de mormones que aducían que su religión la permitía. Hoy los mormones ya no defienden la poligamia. Sin embargo, algunos miembros de las comunidades mormonas de Utah la siguen practicando de manera alegal y sin llamar la atención. Los Brown, al exponer su vida en televisión con sus 16 hijos, provocaron la investigación de la fiscalía. El fiscal nunca llegó a presentar cargos contra la familia Brown, pero esta denunció al estado por impedirles practicar libremente su religión.

El juez Waddoups les da la razón, al decir que la prohibición de la cohabitación polígama va contra la protección de las libertades individuales contenida en la Primera Enmienda de la Constitución. En segundo lugar, invoca el derecho a la privacidad, el mismo que sirvió al Tribunal Supremo en 2003 para despenalizar la sodomía y que luego se ha invocado a favor del matrimonio gay. El juez simplemente extiende a las relaciones polígamas la misma línea de argumentación. Lo cual parece indicar que quienes decían que después del matrimonio entre personas del mismo sexo vendría la poligamia no andaban descaminados.

Sin embargo, hay una diferencia importante. Los Brown no pretendían que el estado cambiara la definición del matrimonio, para que ellos pudieran casarse; no pedían que la poligamia tuviera un reconocimiento legal. Solo pedían que les dejaran en paz. El juez tampoco pide en su sentencia que el estado dé carta de naturaleza al matrimonio polígamo; simplemente desautoriza que este tipo de cohabitación sea perseguida por la ley.

Sin cambiar el matrimonio

Algo muy distinto es la disputa legal que hay también en el estado de Utah sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo. La voluntad del pueblo del estado sobre este asunto está clara: en 2004 se aprobó en referéndum, por una mayoría del 66%, una enmienda constitucional que solo reconoce el matrimonio entre hombre y mujer. Sin embargo, a finales de 2013, un tribunal federal de apelaciones obligó al estado de Utah a casar parejas del mismo sexo, con el argumento de que su prohibición vulnera el “derecho” al matrimonio homosexual, algo que ni el Tribunal Supremo había dicho. El estado recurrió ante el Supremo, y este ha decidido suspender la decisión del tribunal federal y dejar en vigor la prohibición de Utah hasta que se resuelva el fondo del asunto.

Las disputas legales frente a la poligamia y el matrimonio gay en Utah dejan clara una distinción importante: una cosa es que el Estado no se inmiscuya en las relaciones afectivas entre adultos y otra que haya que cambiar las leyes sobre el matrimonio para que ampare cualquier tipo de relaciones. El Estado no te dice con quién te debes casar, pero sí con quién no te puedes casar (como alguien del mismo sexo o con varias del otro sexo). Y una cosa es que una conducta no sea perseguida y otra que sea asimilada al matrimonio.

La sentencia del juez Waddoups puede ser aún recurrida y echada abajo. Pero hay que reconocer que la poligamia tiene más tradición y practicantes en el mundo que el matrimonio gay. Y si para el matrimonio ya no importa el género sino el afecto entre los contrayentes, es difícil explicar por qué el número de afectos ha de ser un problema.

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