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Cuando los ateos se lanzan a predicar

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La mejor y más barata táctica publicitaria es lograr que se hable de tu campañacon solo anunciar que vas a hacerla y antes de gastar nada. Es lo que caracteriza a la campaña atea en los buses urbanos. En España, solo el anuncio de que habían contratado dos autobuses durante quince días en Barcelona y que piensanextender la campaña a Madrid ha producido un torrente de información, con una publicidad gratuita por parte de medios periodísticos que acusan la falta de anuncios de pago.

También ha contribuido al eco mediático la ingenua protesta de algunas asociaciones católicas, lo que añade el morbo de “ateos y cristianos libran batalla en las calles”. Sin esa cobertura mediática, los buses ateos no habrían llamado mucho la atención en una flota de 3.000 autobuses entre Madrid y Barcelona. Pero el recurso a la publicidades una innovacióninteresante dentro de la confrontación de ideas sobre la religión.

Decididos a convencer

Antes habían denunciado como nefando proselitismo cualquier intento de convencer a otros de las propias creencias religiosas. Solo el intolerante, incapaz de respetar a los otros, se atrevería a pretender que los demás pensaran del mismo modo. Pero ahora los ateos se han lanzado a la ofensiva, decididos a convertir al hombre de la calle, no solo con libros sino hasta con anuncios publicitarios.

Autores como Richard Dawkins, Daniel Dennet, Michel Onfray y compañía han estado muy activos en los últimos tiempos, con libros y comparecencias en programas de TV, empeñados en salvar al mundo de la creencia en Dios (cfr. Aceprensa, 10-10-2007). Pero ahora los ateos -no los llamemos agnósticos, pues ellos saben muy bien que Dios no existe- han decidido salir a buscar a los que no les buscan. Quieren utilizar la publicidad para vender la idea de que sin Dios se vive muy bien.

En Londres, la Asociación Humanista Británica ha hecho un llamamiento para recaudar fondos destinados a una campaña publicitaria en los autobuses urbanos. Su idea es poner este mensaje: “Probablemente Dios no existe. Así que deja de preocuparte y disfruta de la vida”. Quizá no sea un mensaje muy estimulante para el inversor de la City que ha visto desplomarse el valor de sus acciones ni para el paciente al que acaban de diagnosticar un cáncer. Pero es que los ateos están convenidos de que la gente solo es religiosa por miedo o debilidad. No se les ocurre que uno pueda disfrutar mucho más de la vida si piensa que Dios es su Padre y que después de esta vida limitada puede llegar a disfrutar de la casa paterna, sin hipotecas.

Los ateos lo tienen más crudo en EE.UU., donde según las encuestas el 71% mantiene creer firmemente en Dios y otro 17% está casi seguro. Pero eso no arredra a los misioneros del ateísmo que, según informa The Wall Street Journal (18-11-2008), están recurriendo a la publicidad exterior para lanzar sus mensajes. Entre otras iniciativas, la Free Thought Action y sus afiliados locales han puesto vallas de publicidad exterior con el mensaje: “¿No crees en Dios? No estás solo”. Pues uno de los objetivos de la campaña es hacer ver que los ateos no son aislados bichos raros, sino parte integrante de cada comunidad. En un país donde la inmensa mayoría forma parte de alguna iglesia, también los ateos deben sentir el calor y el apoyo de los que están unidos por la increencia. Su objetivo, dice el WSJ, es “que el público se sienta más cómodo con el concepto de ateísmo y dar a los no creyentes un sentido de comunidad”.

No deja de ser paradójico que quienes nos advierten continuamente que hay que desconfiar de cualquier religión institucional, quieran ahora unir sus fuerzas en un ateísmo organizado. Pero probablemente no será fácil lograr un mínimo de cohesión. Pues también entre los ateos hay muchas capillas. El que es ateo porque solo cree en el poder del dinero no se entenderá fácilmente con el que rechaza a Dios por su marxismo revolucionario, ni el que considera incompatible la fe y la ciencia podrá ir de la mano con el ateo que no cree en Dios pero sí en los extraterrestres.

Pensamiento único

Desde luego, algunos de los mensajes resultan bastante anticuados. Por ejemplo, en uno de los anuncios radiofónicos encargados por los ateos en Air America, Ron Reagan, hijo del ex presidente, se presenta así: “Ron Reagan, ateo de toda la vida. Sin temor a quemarse en el infierno”. Es claro que Reagan Jr. ha ido poco a la iglesia. Si fuera, se daría cuenta de que el infierno ocupa un espacio mínimo -cuando lo ocupa- en el share de la predicación actual. Hoy día son los predicadores del cambio climático los que nos amenazan a diario desde todos los púlpitos periodísticos con el infierno del calentamiento global que nos espera si no cambiamos de vida. Un infierno en el que pagarán tanto justos como pecadores. Una condena ante la que no cabe decir “cuán largo me lo fiáis”, pues está ya a la vuelta de la esquina con sus extinciones masivas. Y si alguien se atreve a expresar su escepticismo, se le pondrá el sambenito de “negacionista” y será entregado a la inquisición mediática.

Aunque los ateos no se cansen de denunciar los riesgos del fundamentalismo religioso, no parecen vacunados contra el fanatismo. El mismo Richard Dawkins, que ha contribuido a la campaña publicitaria en los autobuses de Londres, dice que “esta campaña hará a la gente pensar, y pensar es anatema para la religión”. Hace falta mucho optimismo para creer que basta un eslogan para hacer pensar al transeúnte. Pero también hace falta mucho fanatismo para creer que si piensas que Dios existe, es que no has pensado ni te permiten pensar.

Es una modalidad de “pensamiento único” que deja fuera de la vida intelectual a la inmensa mayoría de la humanidad y erige al ateo en profeta iluminado. Pero la experiencia histórica nos ha hecho desconfiar de todos los iluminados que acaban queriendo imponer sus convicciones en bien de la humanidad.

De todos modos, tras los ateísmos totalitarios que hicieron millones de víctimas por la persecución antirreligiosa en el siglo XX, es un buen signo que los ateos de hoy se lancen a proponer en vez de imponer. En una sociedad abierta es sano que cada cual defienda lo que cree y dialogue con los demás para tratar de hacerles partícipes de sus convicciones. También sobre Dios. Pues sería extraño que la libre expresión del pensamiento no fuera unida al deseo de convencer al destinatario. La libertad de persuadir vale para todos, creyentes y no creyentes.

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