Ozempic y el “milagro” para adelgazar: ¿la revolución de unos pocos?

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Ozempic y el “milagro” para adelgazar

natalia gh/Shutterstock

Desde la Viagra a finales de los noventa, pocos medicamentos han ascendido por la senda de la popularidad y se han convertido en un referente cultural con paso tan firme como el Ozempic, un fármaco desarrollado por Novo Nordisk para tratar la diabetes tipo 2 y que cuenta entre sus efectos secundarios la pérdida de peso. Podríamos hablar de una revolución científica para tratar, entre otras condiciones, la obesidad; pero podríamos también hablar de un atajo para lograr un ideal de belleza inalcanzable, reservado a unos pocos afortunados.

Hasta hace unos meses, el nombre de Ozempic decía poco o nada al ciudadano de a pie. Podía tratarse de una película, de un tipo de baile o incluso de un videojuego. En cambio, a día de hoy, pocas personas quedan que no hayan leído en algún lugar este nombre, que sepan de qué se trata o, mejor aún, para qué se puede emplear. Porque su uso extraoficial permite alcanzar un objetivo nada sencillo, pero muy codiciado en la actualidad: adelgazar.

Su nombre se ha convertido en una abreviatura que engloba a los fármacos para bajar de peso, y podría decirse que nos encontramos a las puertas de una revolución científica para tratar la obesidad, pero también ante una revolución social y cultural. Porque si algo han logrado Ozempic y los sucedáneos que están penetrando la industria de la pérdida de peso –Mounjaro, Wegovy, Trulicity–, es hacernos poner la mira sobre varias cuestiones de fondo como, por ejemplo, la forma que tenemos de entender el (sobre)peso en nuestra sociedad obsesionada con la imagen, la brecha sanitaria que se puede abrir entre ricos y pobres, o el poder de las redes sociales para popularizar un medicamento.

Un antes y un después

Es una revolución científica”. Así de claro se muestra al otro lado del teléfono el Dr. Javier Escalada San Martín, director del Departamento de Endocrinología y Nutrición de la Clínica Universidad de Navarra, con respecto a los avances que ha supuesto el Ozempic. “Pero no es un tratamiento para la obesidad, a pesar de que muchas personas lo estén usando así. Es un tratamiento que está aprobado para la diabetes tipo 2”.

En España, la Seguridad Social cubre el coste de este fármaco para pacientes que, además de diabetes tipo 2, cuenten con un Índice de Masa Corporal (IMC) por encima de 30 (obesidad). “Es decir, que a una persona con diabetes y con un IMC por debajo de 30 no le pagan el tratamiento. No quiere decir que no esté indicado, pero no lo subvenciona la Seguridad Social. Y esto es algo absurdo, porque la añadida protección cardiovascular que se ha demostrado con este tratamiento es independiente de que haya obesidad o no y, por tanto, estamos privando a estas personas de ese beneficio”.

El Ozempic es una revolución, pero no es un tratamiento para la obesidad, a pesar de que muchas personas lo estén usando así (Dr. Escalada)

Según nos explica el Dr. Escalada, la semaglutida –el agente principal del Ozempic– imita una proteína en el intestino llamada GLP-1 que ayuda a la digestión, estimulando después de una comida la liberación de insulina y reduciendo así el azúcar en sangre. “Aparte de mejorar la producción de insulina –por eso se utiliza para la diabetes–, tiene también efectos a nivel del sistema nervioso central. Los reguladores del apetito y de la saciedad están en el hipotálamo, y se ha visto una mejora en el control del apetito. También, de una forma un poco más subliminal, ralentiza el vaciamiento del estómago, lo que hace que haya una sensación de plenitud gástrica y de saciedad más duradera”, nos comenta. “Y encima, estas moléculas han demostrado no solo seguridad cardiovascular, sino que también disminuyen el riesgo cardiovascular. Hay una disminución de mortalidad cardiovascular, una disminución de infartos y de accidentes cerebrovasculares. Es decir, ha venido Dios a vernos”.

La revolución de unos pocos

Pero puede que sea una visita reservada a unos pocos afortunados (y adinerados). Como hemos comentado previamente, solo en determinados casos está subvencionado por la Seguridad Social; si no se dan los requisitos, el paciente corre con los gastos. En España, por ejemplo, una pluma con cuatro dosis (1 mes de tratamiento) sin subvención ronda los 130 euros; en Gran Bretaña, 150 libras. Pero en EE.UU. el coste mensual asciende a 892 dólares.

Wegovy, otro fármaco desarrollado por Novo Nordisk con el mismo compuesto que Ozempic, pero con una dosis más elevada y aprobado específicamente para el tratamiento de la obesidad con otra comorbilidad relacionada, cuesta en EE.UU. más de 1.300 dólares al mes.

En España, 1 de cada cinco adultos tiene obesidad. En Colombia, el 56% de la población adulta padece, como mínimo, sobrepeso y en EE.UU. cerca del 40% de adultos conviven con un IMC por encima de 30. Es decir, es una cuestión de salud pública mundial. Y, en cambio, debido a su coste, aun con todos los beneficios que puedan traer consigo estos medicamentos, su uso depende del tamaño de la cuenta corriente de cada uno, dado que es un tratamiento indefinido –cuando se suspende el tratamiento, se puede recuperar parte del peso perdido– y, por ende, un gasto mensual fijo.

En este punto, además, cabe considerarse la paradoja pobreza-obesidad en los países desarrollados: en las regiones más pobres –es decir, donde muy seguramente no puedan costearse los medicamentos– se encuentra proporcionalmente más población con obesidad y sus enfermedades derivadas, como pueden ser la diabetes tipo 2, derrame cerebral, la dislipidemia o la hipertensión, además de una mayor propensión a distintos tipos de cáncer.

El peligro de frivolizar un medicamento

Aparte de la brecha socioeconómica que puede abrirse en el ámbito sanitario, otro factor relevante en el ecosistema que se ha formado en torno al Ozempic y sus sucedáneos es su repentina explosión en popularidad. Aunque Ozempic fue desarrollado a principios de la última década por Novo Nordisk y se comercializa desde 2018, ha sido en el último año cuando su demanda ha registrado un aumento exponencial, generando además desabastecimientos y problemas de suministro para personas con diabetes. En el espacio de un año, desde febrero de 2022, la demanda de este fármaco aumentó un 111%. Una de las razones de este repentino despunte se podría encontrar en TikTok.

En el espacio de un año, desde febrero de 2022, la demanda de Ozempic aumentó un 111%, siendo una de las principales razones TikTok

El poder que maneja esta red social para viralizar e influenciar la demanda de productos ha quedado nuevamente confirmado por el frenesí que ha generado este fármaco. El hashtag #ozempic cuenta con más de mil millones de visualizaciones y son innumerables las cuentas que relatan el “camino” emprendido con Ozempic y Wegovy. Según se desprende de los vídeos testimoniales publicados en la red social, este tratamiento se ha empleado principalmente para la pérdida de peso a corto plazo, es decir, ocasional. Sin embargo, esto trae varios problemas consigo.

Como nos explica el Dr. Escalada, no se puede perder de vista que estos fármacos son precisamente eso, fármacos. Con efectos secundarios –náuseas, vómitos o cálculos en la vesícula, entre otros– y necesitados de la supervisión de un profesional. “En efecto, se trata de fármacos muy interesantes, pero no se pueden estar utilizando porque sí, para perder unos cuantos kilos. Son fármacos desarrollados para la obesidad. No se trata simplemente de una inyección y ahí se acaba el problema. Hay que hacer un abordaje completo del estilo de vida, de ver qué factores están influyendo en esta situación, analíticas para ver cómo está afectando al paciente”. Recalca que, como es el caso de Wegovy, son tratamientos que han sido desarrollados para aliviar la obesidad, no para una pérdida de peso puntual. “La gente los usa para ello, claro. Y es muy difícil de controlar cuando lo puedes encontrar en internet sin prescripción. A saber lo que les venden”.

La panacea de Hollywood

Ozempic y Wegovy han recibido el sobrenombre de “la droga de Hollywood”, es decir, la inyección de los ricos, porque es allí donde se respira dinero y es allí donde las celebrities han echado mano de estos pinchazos “milagrosos” para alcanzar sus objetivos físicos. Elon Musk, por ejemplo, reconoció públicamente el tratamiento con Wegovy en su cuenta de Twitter. Otro caso muy comentado es el de Kim Kardashian. Se rumorea que se inyectó Ozempic para perder rápidamente unos cuantos kilos y así poder enfundarse el vestido de Marilyn Monroe con el que paseó por la Gala Met de 2022.

Podría decirse que se ha convertido en una especie de símbolo de status. Por su valor económico, por su disponibilidad, por lo que proporciona. Una pérdida de peso rápida y aparentemente sin fricciones para aquel que se lo pueda permitir. Como se expone en The Cut, “Ozempic realiza el trabajo a jornada completa que supone mantener un cuerpo en condiciones óptimas”. O, al menos, condiciones óptimas a nivel estético.

Ozempic y Wegovy y Mounjauro están cambiando algo más que solo el número en la báscula o la circunferencia de la cintura. Porque, ¿qué sucede cuando un fármaco contiene en sí el poder para no solo tratar la obesidad, sino también para perder de forma rápida unos cuantos kilos? ¿Qué pasa cuando el ideal de delgadez se encuentra –aparentemente– a un pinchazo de distancia?

Como se pregunta Jia Tolentino en The New Yorker, ¿cambiarán estos medicamentos nuestra forma de entender la delgadez –y sus aparentes virtudes adscritas– y la obesidad –y sus aparentes defectos de carácter–?

La delgadez sigue siendo poder

Desde que se desató la marea Ozempic, son varios los famosos que han salido a desmentir rápidamente su uso y, más que un comentario anecdótico, esta reacción muestra una realidad: la delgadez sigue considerándose una virtud. La esbelta y definida figura de estas celebrities se debe a horas de trabajo en el banco de musculación y en la barra de dominadas, diciendo no a los nachos y sí al apio. Es decir, ejerciendo una férrea fuerza de voluntad.

Ozempic se ha convertido en una especie de símbolo de status: por su valor económico, por su disponibilidad, por lo que proporciona

Aunque pensásemos que la era del body positive de la última década había dejado atrás el anhelo por un cuerpo aspiracional, parece que solo se trataba de un periodo de hibernación hasta que estos tratamientos despertaron nuevamente la ilusión por un físico inalcanzable. Porque los pantalones de talle bajo han vuelto a los escaparates, el culto a la delgadez se vuelve a respirar en los espacios online y, según algunos, la vuelta del heroin chic –una tendencia de los noventa con Kate Moss como abanderada y que se rendía al aspecto demacrado– es inminente.

¿Podríamos decir que –un pinchazo semanal de por vida mediante– la delgadez se ha democratizado? No del todo. Si algo ha quedado patente en los últimos meses, es que la delgadez sigue siendo poder; en particular, poder económico. Porque el uso de Ozempic y Wegovy para la pérdida de peso a corto plazo ha tenido consecuencias reales para los pacientes que más necesitan estos medicamentos, por una parte, para el tratamiento de la diabetes y, por otra, para el control crónico del peso. Algunas compañías de seguros se han negado, por ejemplo, a cubrir Wegovy por considerarlo un “medicamento vanidoso”.

Como se puede observar, son varios los debates que se han abierto con esta nueva revolución científica. Sin embargo, como escribe Derek Thompson en The Atlantic, más que una revolución de la salud pública, por ahora, parece que se ha reducido “la compleja interacción de los genes, el medio ambiente, la dieta, el metabolismo y el ejercicio a una simple inyección con un precio de lujo”. Es decir, puede que, a día de hoy, se trate de un avance al alcance de unos pocos que, además y considerando el fin para el que se está empleando, no lo necesitan. Podemos hablar de una revolución científica, sí. Pero aún está por ver la revolución cultural. Porque más que ser un salvavidas para personas con obesidad, parece que se está asentando como una vía rápida por la que llegar a un cuerpo digno de Instagram.

Helena Farré Vallejo
@hfarrevallejo

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