Un apagón histórico, semáforos apagados y las estaciones de tren colapsadas de pasajeros que han visto truncados sus viajes de vuelta a casa. Un día que sin duda pasará a los libros de historia, justo una semana después de la muerte del Papa Francisco.
Martes, 29 de abril de 2025
La vida parece que empieza a volver a la normalidad en Madrid, los metros empiezan a funcionar y Renfe anuncia en su página web que los trenes saldrán como estaba previsto para hoy. Por eso, esta periodista hace la maleta y coge un Uber a la estación de tren para ir unos días a su casa en Asturias, como tenía pensado desde semanas antes. La recoge un conductor muy amable que le comenta durante el viaje cómo fue su día de “locura”. “Tuvimos que apagar los teléfonos porque la línea no funcionaba y estaba siendo un caos”, cuenta el hombre. También le traslada sus pensamientos sobre lo sucedido: “Me parece raro que se vaya la luz así, no solo en España sino también en Portugal sin un motivo aparente”. Y confiesa cuáles son sus teorías sobre la causa del apagón. Coincide con el posible ciberataque de Rusia que resuena en redes sociales , y que el Gobierno no ha confirmado por el momento. Esta redactora le cuenta el caos que vió en la zona de Plaza Castilla. Colas inmensas de gente en las paradas del autobús; otros con carteles –Las Rozas, Leganés…– haciendo autostop, con la esperanza de que alguien pudiera acercarlos a casa. Un recuerdo agridulce cargado de tensión por no saber lo que iba a suceder, y que, por suerte, quedó en un gran susto.
Esta periodista imaginaba que hoy en la estación habría algo de caos y efectivamente, sus expectativas se cumplieron al bajar del coche. La UME y la Policía Nacional se encontraban aún en las inmediaciones de Chamartín. También había distintas cadenas de televisión entrevistando a pasajeros afectados. Al pasar el control de equipaje, la imagen no fue mejor: largas colas de gente esperaba para poder entrar. La estación estaba como nunca la había visto: estas personas –los que tienen viaje para hoy y los que lo tenían para ayer– aguardaban con la incertidumbre de no saber si realmente los trenes iban a salir o no. La megafonía suena: “Pasajeros destino a Valencia embarquen por la vía 21”; un hombre sonríe aliviado porque está más cerca de volver a su casa. No corren la misma suerte los que se dirigen a Galicia. Para ellos, el mensaje es desesperante: “Los trenes con destino a Galicia programados para hoy están cancelados hasta nuevo aviso”. El anuncio lo da un trabajador de Renfe, que se abre paso entre la multitud megáfono en mano. Esta redactora decide levantarse de uno de los pocos sitios libres que quedaban en la estación para ver si anuncian en la pantalla la vía que le toca. Entre la multitud hay familias con niños muy pequeños que llevan esperando desde ayer, parejas tapadas con mantas amarillas en los asientos de la estación y otros en sillas que los trabajadores les habrán proporcionado. Una mujer con un bebé y un niño de unos cinco años le cuenta a su madre, que la acompaña, dónde la pilló a ella el apagón: “Estaba en La Vaguada tomando un café con unas amigas y de repente se fue la luz”. “Parecía que volvía un par de veces, pero no. Las tiendas comenzaron a cerrar y los dependientes hacían guardia en las puertas de los establecimientos”, acabó de relatar la mujer. Una imagen completamente distópica que no presenciábamos en España desde Filomena, pero esta vez con el cielo sin una nube y casi 25 grados de temperatura.

El tren está programado para las 11:23; aunque anunciaron que iría con retraso, finalmente sale en hora. Esta periodista se hace paso entre la gente para embarcar, un policía hace guardia para que pasen solo los pasajeros con billete para hoy; muestro el mío al agente, y me deja pasar, subo al tren sin el mínimo problema y pongo rumbo a Asturias. Mientras otros seguirán esperando a ver si con suerte pueden llegar hoy a su hogar.
Sin duda, esto es algo que hace reflexionar sobre lo fácil que es desestabilizarnos con un simple corte de electricidad. En un mundo hiperconectado a la tecnología es suficiente un “apagón” para que todo un país colapse.
Noemi Vega Romero
2º de Periodismo, Universidad Villanueva