La política no es ciencia exacta, y aun menos parece serlo en la India, una democracia en la que 814 millones de votantes —más que el total de población combinada de EE.UU. y la UE— están llamados a renovar el Parlamento en unas elecciones que ya han empezado y que se extenderán hasta el 16 de mayo. En ellas puede salir vencedor un político… sospechoso de incitar a una masacre ocurrida 12 años atrás.
Se llama Narendra Modi, es líder del Bharatiya Janata Party (BJP), una fuerza de corte nacionalista hindú. Modi ha acumulado fama de buen gestor como gobernador del norteño estado de Gujarat, un territorio hacia el que se ha encargado de atraer flujos de inversión, y que cuenta con cierto nivel de infraestructuras y un suministro estable de energía eléctrica.
El ejemplo de Gujarat ha inducido a muchos a ver a Modi como la panacea en un país de agudos contrastes: la India es toda una potencia nuclear, y su economía crece a un ritmo del cinco por ciento anual; sin embargo, el 21% de la población vive todavía bajo el nivel de pobreza (1,25 dólares per capita al día), si bien en 2004 era el 37%.
Militantes del partido nacionalista hindú BJP han estado detrás de los ataques contra cristianos en diversos estados
Paradójicamente, la cuna de la multimillonaria acerera Mittal es, en su otra cara, un país de “ríos muertos, pozos secos, montañas peladas y bosques talados”, lamenta la novelista e investigadora Arundhati Roy.
La falta de carreteras adecuadas, la incompleta electrificación, y la evidencia de que numerosos políticos se han embolsado millones de dólares en sobornos durante la década en que el Partido del Congreso ha ejercido el gobierno, parecen haber dejado una huella de decepción en los ciudadanos.
Con Modi como “gestor eficaz”, no pocos piensan que se retomará el nivel de crecimiento de años atrás —del ocho por ciento, un punto por encima del necesario para crear empleo—, por lo que intentan convencer incluso a las minorías cristiana y musulmana de la conveniencia de votar por el BJP, pues un aumento de la riqueza tendrá que beneficiar forzosamente a todos.
Se está produciendo una lenta transformación de la sociedad rural india en una sociedad urbana
La hora de “Juvenistán”
De quienes acudirán a las urnas, un colectivo llama especialmente la atención de los partidos: los 100 millones de nuevos votantes, insertos en un más amplio sector juvenil de 385 millones de posibles electores de entre 18 y 35 años, a los que los encuestadores han dado en llamar “Juvenistán”.
Son los ciudadanos que, con cada vez mayor acceso a las tecnologías y con una conciencia más urbana que rural, pudieran influir en el voto de sus mayores. Han crecido en los años en que, bajo el gobierno del Partido del Congreso, 140 millones de personas han escapado de la pobreza extrema, y están asistiendo a la lenta transformación de la sociedad rural india en una sociedad urbana.
The Economist ilustra el proceso de urbanización con el ejemplo de la aldea de Kamalpur, ubicada a unos 70 kilómetros de Delhi, en medio de campos de trigo. La otrora paupérrima villa cuenta hoy con caminos asfaltados y en ella se levantan edificios de cemento. Muchos de sus pobladores han abandonado la actividad agrícola y se están empleando en las fábricas textiles, y si antes de 2004 solo unas pocas familias enviaban a sus chicos a la escuela, hoy todos quieren que sus hijos estén bien educados y que un día lleguen a encontrar trabajo en las industrias cercanas a la capital.
140 millones de personas han escapado de la pobreza extrema
La formación de los jóvenes, así como el mayor acceso a la televisión y a la telefonía, han ido transformando el modo de vida, los hábitos de consumo y el pensamiento de los habitantes de las zonas rurales. Algo que puede sonar tan sencillo en Occidente como poseer un móvil, estaría ayudando a sus nuevos propietarios rurales a configurarse un sentido de estatus social y de mayor dignidad personal.
A nuevos medios de interacción, nuevas habilidades, y es el colectivo joven el que más prontamente las asimila. Por ello, según constata la periodista freelance Manipadma Jena, los políticos están empleando por primera vez las redes sociales para atraerlos. De los mensajes por correo electrónico, ampliamente utilizados en las elecciones de 2009, se ha pasado a crear sitios web del estilo “conozca a su líder”, a mensajes por medio de la telefonía inteligente, a cuentas interactivas de Facebook y Twitter, a consultas frecuentes en Google y a vídeos en YouTube.
“Servidas” las redes, solo queda aprovecharlas. El líder del BPJ ha tomado nota de su utilidad electoral, y cuenta con 3,6 millones de seguidores en Twitter. Su oponente, el inexperto Rahul Gandhi, del Partido del Congreso, no tiene cuenta oficial allí…
Hay 100 millones de nuevos votantes jóvenes a los que los partidos intentan atraer
Más inversiones e Internet… y más respeto a las vacas
El programa del BJP semeja un atractivo menú, que suena bien a los oídos de sus seguidores y de los indecisos que desean ver un cambio de perspectiva económica: se simplificará el sistema impositivo para atraer a nuevos inversores; se crearán, en zonas rurales y urbanas, puestos laborales en el sector de la informática y las comunicaciones; se llevará Internet a las aldeas remotas; habrá mejoras en el transporte público, y se trabajará por una mayor transparencia en el sistema político, para cerrar el paso a la corrupción.
Hasta aquí, todos de acuerdo, máxime con la fama que precede al “administrador” Modi.
Pero otros puntos de su manifiesto, más apegados a la tradición hinduista en versión “ultra”, suscitan preocupación, como la intención de implementar un código civil uniforme, en desmedro de los principios por los que se rigen otras comunidades religiosas presentes en el país, o la de dar protección legal… ¡a las vacas! (no las comen ellos, no las come nadie…).
Esta es la arista que menos gusta de Modi, y por la que saltan las alarmas. La novelista Arundhati Roy recuerda que el candidato del BJP comenzó sus andanzas como activista de una organización abiertamente fascista, la Rashtriya Swayamsevak Sangh (RSS).
De esas filas ideológicas viene, precisamente, Modi, a quien Washington negó en 2005 una visa de entrada al país por su implicación indirecta en la matanza de unos mil musulmanes —violaciones y pillaje incluidos— en Gujarat, en 2002, tras un confuso incidente en el que 59 peregrinos hindúes murieron calcinados en un tren. El deseo de venganza encontró muy pronto contra quienes arremeter.
Cuando en 2013 se le preguntó al candidato del BJP por aquellos incidentes, dijo no sentirse culpable en absoluto, aunque sí triste “como el conductor que, sin querer, atropella a un cachorrito”.
Contra las religiones “extranjeras”
Si esta “milicia” del politeísmo hindú se afinca en el poder, está claro que la libertad religiosa en la India correrá un peligro aun mayor. Si miembros del RSS y el BJP han estado desembozadamente detrás de los ataques a musulmanes y cristianos en tiempos en que el hinduismo extremista no ha contado con mayoría parlamentaria en Delhi, la presencia de uno de los suyos al frente del país supondría una amenaza real para los fieles de credos “extranjeros”, que es como califican al islam y al cristianismo.
Por otra parte, cabría esperar una más “entusiasta” aplicación de la ya de por sí injusta ley anticonversión, que prohíbe las “conversiones bajo coacción” a las mencionadas religiones “foráneas”. Vigente en cinco estados (Gujarat entre ellos, por supuesto), la legislación puede extenderse a otras partes del país, a raíz del ascenso político del BJP, y acrecentar el clima de inseguridad.
¿Infundir miedo a las minorías? “Sí, quizás ese sea el propósito —apunta Heiner Bielefeldt, experto de la ONU en materia de libertad religiosa—. Las acciones violentas son parte de un más amplio patrón de instigarles miedo, enviándoles el mensaje de que no pertenecen a este país, a menos que se mantengan al margen o abracen el hinduismo”.
Lamentablemente, con la posibilidad de que el PBJ venza en las urnas, solo puede esperarse más de la misma intolerancia. Con seguridad, el terrible Shiva, dios destructor en la mitología hindú, se estará frotando las cuatro manos.
Ataques contra cristianos
El reporte Perseguidos y olvidados, elaborado por Ayuda a la Iglesia Necesitada, hace un recuento de los múltiples atropellos cometidos contra los cristianos en varios estados de la India, ante la pasividad —cuando no complicidad— de las autoridades, en el período 2011-2013.
En el sureño estado de Karnataka, por ejemplo, los cristianos han sufrido un promedio de 45 ataques al año. Las agresiones incluyen la mutilación facial, la destrucción de Biblias, crucifijos y medios de transporte, el incendio provocado de templos, y la profanación de tumbas.
Nombres como el de la religiosa Valsa John, asesinada por una turba de 50 personas que irrumpieron en su hogar en el oriental estado de Jharkhand, y el del catequista Rabindra Parichha, secuestrado y degollado en Orissa —escenario en 2008 de un pogromo anticristiano que el propio primer ministro Manmohan Singh calificó de “vergonzoso”— se suman a los de numerosos fieles católicos, protestantes y de otras confesiones que han sido víctimas del fanatismo alentado por fuerzas nacionalistas hindúes como el Vishwa Hindu Parishad y el propio BJP.