Tim Marshall, periodista británico con amplia experiencia sobre el terreno en los conflictos de los Balcanes, Afganistán o Irak, ha escrito un libro de geopolítica que pretende ser la continuación de su anterior éxito, Prisioneros de la geografía. Ofrece así un análisis que da preferencia a los factores físicos, aunque también a la historia de los países o a los escenarios de las rivalidades internacionales. Marshall asegura que el determinismo geográfico no es el eje de su obra, pero no es menos cierto que pone a menudo el acento en el territorio y las condiciones climáticas.
Una geografía difícil, descrita en los respectivos capítulos de esta obra, es la de países como Australia, Irán, Arabia Saudí, Grecia, Turquía y Etiopía. Su tamaño y sus contrastes climáticos han condicionado el pasado de estas regiones y también su futuro, y en la mayoría de los casos, la existencia de minorías nacionales es una dificultad añadida para un poder con afán centralizador.
El autor dedica dos capítulos a países europeos como el Reino Unido y España, situados en extremos geográficos. En el primer caso, hace una apasionada defensa de la singularidad británica y señala que en el siglo XXI el Reino Unido ha de desarrollar una política global en la que cultive los equilibrios con Estados Unidos, China y Europa. En contraste, el capítulo dedicado a España tiene bastantes tintes sombríos en la exposición de su historia, si bien la esperanza de futuro se habría de basar en su crecimiento económico. Por lo demás, no deja de ser llamativa la visión del autor de que una Cataluña independiente debería ser admitida en la UE para sustraerla de esta manera a la influencia de China y Rusia.
Finalmente, el libro contiene otros dos capítulos. Uno está dedicado a la región del Sahel, cuyos condicionamientos geográficos hacen prácticamente imposible cualquier estabilidad, y otro aborda el espacio exterior, que viene ser un intento de aplicar a este ámbito las teorías tradicionales de la geopolítica. De la lectura de esta obra se puede concluir que la geografía es un factor tan determinante que puede hacer fracasar los proyectos políticos mejor diseñados.