Berlín. El 1 de abril se incoó ante el Juzgado Local de Augsburgo el procedimiento de quiebra del grupo Weltbild. Con este acto jurídico llega a su final (provisional) uno de los mayores escándalos que se han producido durante los últimos años dentro de la Iglesia católica en Alemania. Ahora se trata de encontrarle un comprador.
Cuanto estalló el escándalo, a finales de octubre de 2011, Weltbild era no solo el mayor distribuidor de libros en Alemania: con su socio, la cadena de librerías Hugendubel, los puntos de venta propios, la cadena propia Jokers y las ventas por catálogo, tenía el 18% del mercado; una plantilla de 6.400 personas facturaba 1.700 millones de euros anuales; en las ventas por Internet, era el número dos después de Amazon. Pero lo que la opinión pública apenas conocía entonces es que el grupo editorial con sede en Augsburgo pertenecía al cien por cien a la Iglesia católica. Sus propietarios eran doce diócesis alemanas, la diócesis castrense de Berlín y la Asociación de las Diócesis de Alemania.
El caso de Weltbild puede convertirse en una señal para que la Iglesia católica revise todo ese entramado de participaciones en empresas
Vender de todo
Las alarmas saltaron cuando, a finales de octubre de 2011, la revista especializada Buchreport informa de que el grupo editorial participa en la venta de libros eróticos: en la página web “weltbild.de” se encuentran –en el apartado “erótica”– más de 2.500 productos. Además, pronto se comprobó que también se distribuían otros libros sobre budismo, esoterismo e incluso satanismo. Aunque pronto se llevaron a cabo algunas correcciones en las máquinas de búsqueda en Internet, eso no solucionó el problema. Por un lado –así se pudo saber entonces–, Weltbild participaba en un 50% en la editorial Droemer Knaur, que produce pornografía en un volumen considerable; por otro, a través de Amazon se podía seguir comprando esos productos de Weltbild.
Ya pronto, el 9 de noviembre, el entonces Papa Benedicto XVI se expresaba claramente: “Es hora de limitar enérgicamente tanto la prostitución como la distribución de material de contenido erótico y pornográfico, especialmente a través de Internet. La Santa Sede atenderá a que la Iglesia católica en Alemania se oponga de modo más decidido y más claro contra estos abusos”.
El escándalo se agudizó cuando se supo que ya en 2008 un grupo de católicos había elaborado un dossier de 70 páginas sobre los más que dudosos productos que distribuía Weltbild, dossier que enviaron a todos los Obispos de las diócesis copropietarias del grupo editorial.
Quedaba claro que el objetivo de conseguir el puesto de líder en el mercado se conseguía con productos que atentan contra la dignidad del hombre, y por lo tanto contra la doctrina de la Iglesia. Y ese era el dilema del grupo editorial dirigido entonces por Carel Halff, un empresario que no pertenece a ninguna religión: renunciando a obtener beneficios por defender valores humanos y cristianos no se podía conseguir el objetivo empresarial. El dominico Wolfgang Ockenfels, conocido profesor de Doctrina Social de la Iglesia en la Facultad de Teología de Tréveris, decía en una entrevista en el portal católico kath.net: “El contraste entre el ideal religioso-moral y la decrépita realidad del grupo editorial Weltbild es esquizofrénico y vergonzoso. (…) No se puede exigir ortodoxia y moral desde el púlpito si al mismo tiempo, en la editorial propia, se propagan herejías y amoralidades. Con sexo y supersticiones se puede ganar mucho dinero; eso es moderno, pero católico no lo es”.
Weltbild es un desastre por partida doble: en los contenidos y en lo económico
El enemigo, dentro
Ya entonces –hablamos de finales del año 2011– se desató un debate sobre el sentido que pudiera tener un grupo editorial que, perteneciendo a la Iglesia, en realidad se dedicaba a difundir productos totalmente opuestos a su doctrina. El cardenal de Colonia, Joachim Meisner, declaró en una entrevista al diario Welt am Sonntag que para él no había más que una solución: la venta del grupo editorial. Refiriéndose al término Entweltlichung (desmundanización) empleado por Benedicto XVI en su último viaje a Alemania en septiembre de 2011, decía: “Para mí, desmundanización significa, entre otras cosas, que nos desprendamos del grupo editorial Weltbild”. Y el cardenal de Múnich, Reinhard Marx, ahondaba en la cuestión: “Podemos tener grupos editoriales enormes; pero si no tienen como objetivo difundir el Evangelio, van en la dirección equivocada”.
Por el contrario, el conocido periodista Peter Seewald, en una entrevista con la plataforma online-/em> kath.net, abogaba por un cambio de modelo de la empresa: “Weltbild es una marca valiosa, con un sistema único de comercialización”. En un momento en que la fe tropieza con fuertes obstáculos en la sociedad, hay que plantearse si debe renunciarse a este instrumento. El problema de Weltbild no es tanto –decía Seewald– los títulos pornográficos de su oferta en Internet como el hecho de que no tiene perfil propio: “Si en un catálogo católico, que llega mensualmente a tres millones de hogares, no aparece ni un solo título religioso o católico, hay algo que falla”.
Después de probar diferentes estrategias, y sobre todo de recibir inyecciones de hasta 65 millones de euros por parte de los obispos alemanes, Weltbild no conseguía corregir sus defectos. Todavía un año más tarde seguían produciéndose debacles. En noviembre de 2012, el diario Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung detectaba en el programa del grupo editorial un DVD con una película de propaganda nacionalsocialista, que por supuesto fue retirado inmediatamente. Y a finales de ese mismo mes podía comprobarse que en las ofertas navideñas, Weltbild ofrecía la historia de la Navidad en el capítulo “Cuentos nostálgicos”, junto a Cenicienta, Caperucita Roja y Blancanieves.
Aunque pertenecía a la Iglesia católica vendía libros contrarios a su doctrina e incluso pornográficos
Ni tan siquiera rentable
Sin embargo, y a pesar de las críticas vertidas desde octubre de 2011, lo que ha llevado a liquidar Weltbild han sido finalmente los problemas económicos. Durante los últimos años cada vez se vendían menos libros en las filiales del grupo editorial y las ventas por Internet cobraron una mayor importancia; pero aquí se vivió una importante expansión de Amazon, mientras que para Weltbild el cambio digital llegó tarde.
Como motivo para la quiebra, la gerencia indicó pérdidas de facturación y de resultados durante los últimos seis meses y un decepcionante negocio navideño. En enero de 2014, refiriéndose a esos resultados negativos, Markus Reder escribía en Die Tagespost: “Weltbild es un desastre por partida doble: en los contenidos y en lo económico. Weltbild es además todo un símbolo; su caso ha de convertirse en una señal para que la Iglesia católica revise todo ese entramado de participaciones en empresas, que ni siquiera los obispos alcanzan a penetrar. ¿Necesita la Iglesia tener participaciones en la producción de películas policíacas para televisión y en el ballet televisivo, como posee? ¿Dónde más tiene participaciones? ¿Quién se aprovecha de ello y en qué medida responden esas participaciones a la misión de la Iglesia? Donde no sea el caso se han de extraer rápidamente consecuencias. Tanto Benedicto XVI como Francisco han reivindicado una desmundanización. Se da una mundanización cuando las empresas eclesiásticas se involucran tanto en el modo mundano de pensar y de actuar, que las ansias de crecimiento y de mejorar los beneficios corroen el Evangelio. Weltbild es un ejemplo paradigmático de hacia dónde conduce la mundanización”.
Weltbild era el mayor distribuidor de libros de Alemania, el segundo por ventas en Internet
Empresas con etiqueta de católicas
Quizá sea Weltbild solo el primero de una serie de procesos en los que la Iglesia católica deba revisar la posición de empresas que llevan la etiqueta de católicas, pero que de hecho han dejado de serlo. En la entrevista anteriormente citada, el cardenal Meisner –obispo emérito de Colonia desde finales de 2013– decía que “en la Iglesia tenemos también otras cosas, cuyo espíritu no está cubierto por la doctrina católica”. A qué se refería es fácil de imaginar si se tiene en cuenta que en Alemania la Iglesia católica da empleo a 1,3 millones de personas en hospitales, residencias, jardines de infancia, escuelas, organizaciones de beneficencia como Caritas, o internacionales, o también en organizaciones culturales como el servicio de crítica cinematográfica “filmdienst”, en el cual resulta prácticamente imposible encontrar un perfil católico.
Si este dato se contrasta con el bajo porcentaje de práctica religiosa, resulta sencillo suponer que pueden producirse otros casos como Weltbild. En este sentido resulta significativo el comentario de la directora de Caritas de Berlín, quien dice que le es prácticamente imposible encontrar personas que al menos estén bautizadas para ocupar puestos de trabajo. Es posible que, con Weltbild, en Alemania la desmundanización no haya hecho sino comenzar.