“Santo Padre, necesito hablar contigo dos minutos”

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De Roberto a León
León XIV con Armando Jesús Lovera (foto: cortesía del entrevistado)

A punto de cumplirse seis meses del Cónclave, se publican estos días los primeros libros sobre León XIV. Uno de los más biográficos no lo ha escrito un periodista, sino un biblista peruano residente en España, Armando Jesús Lovera, que puede presumir de una larguísima amistad con Robert Prevost. 

La multitarea del periodista que se dedica a la información cultural puede dar lugar a extrañas y jugosas combinaciones. Como poder hablar con calma con el autor de De Roberto a León aprovechando que vive en Valladolid, la ciudad que estos días celebra la 70 edición de la Seminci.

Armando Jesús llega con dos libros en la mano. Uno, el también recién publicado León XIV: Ciudadano del mundo, misionero del siglo XXI, de Elise Ann Allen; el otro, el suyo. “Mira –me dice señalando la diferencia de páginas– uno es una investigación periodística, el mío… solo el retrato de un amigo”. Le contesto que sí, que el de Allen tiene más fuentes, más temas y más páginas, pero que el suyo, en el apartado biográfico y personal, puntua más alto. No pretendo ganarme al entrevistado. Lo pienso así. Allen señala en el prólogo de su libro que ha tenido un par de encuentros con Robert Prevost y la suerte de ser la primera periodista en entrevistarle. Armando Lovera lleva treinta años siendo su amigo personal. “Uno de ellos –me aclara–, porque Roberto tiene muchos amigos: ha sido una persona muy, muy querida allí donde ha ido”.  Y ha ido a muchas partes, añado yo.

Armando Jesús Lovera
Armando Jesús Lovera (foto: Aceprensa)

En el origen de su libro está precisamente esa amistad. Cuando Prevost fue elegido papa, el móvil de Armando comenzó a recibir llamadas, muchas desde números desconocidos: “Algunos se identificaron como prensa y yo, sumamente tímido y temeroso, no sabía qué decir. Pensaba: esta persona tiene muchos amigos, que pregunten a otros y yo me quedo tranquilo”. De su tranquilidad le sacó el antiguo director de Ediciones Mensajero, Ángel Pérez (Tanito), que conocía la amistad de Armando con el cardenal Prevost. “Yo le dije que no iba a hablar y él me replicó: ‘Hombre, igual es una oportunidad de acercar al papa a la gente, que conozcan que es de carne y hueso… quizás esa es tu misión, un servicio a la iglesia’”. En cualquier caso, cuando le propusieron poner por escrito sus recuerdos, quiso pedir permiso antes al papa. “No se lo podía pedir por WhatsApp, así que me atreví a decirle ‘Santo Padre –porque así le llamo ahora, aunque a veces se me escapa el Roberto–, necesito hablar contigo dos minutos’. Era por la noche y al rato me contestó: si estás despierto, llámame. Y le llamé. Le dije que había mucha gente que quería conocerle y que yo quería presentarle como un amigo, un sacerdote, un agustino que ahora es papa. Él me respondió: confío en ti, eres mi amigo. A mí eso me dio mucha tranquilidad, claro”.

Coches, matemáticas y anécdotas familiares

La amistad de Armando y Robert, ahora León XIV, se remonta al año 1991, cuando Armando tenía 17 años y empezó un proceso de discernimiento en el seminario de Trujillo, donde llegó Prevost como director de formación. “Cuando nos dijeron que venía un agustino americano y canonista nos chirrió un poco, pero la verdad es que los prejuicios se cayeron pronto porque vimos a una persona muy cercana, con un español fluido, que quería la cultura peruana, que había recibido –como el resto de agustinos– amenazas de Sendero Luminoso y había decidido quedarse”.

“A los dos nos gustaban los coches, conducir y las matemáticas. Y la música. A él le encantaba cantar”

De aquella etapa de formación, Armando recuerda, por una parte, el talante conciliador del joven Prevost. “Estamos en los años 90, y se hablaba del quinto centenario, se discutía si era conquista, si era evangelización… Su postura era bastante moderada e iluminadora. Siempre nos decía que no podíamos rechazar nuestro pasado, nuestra herencia y que, a partir de ella, había que construir comunidad, reconstruir la historia”. En lo personal, también destaca la importancia que daba a la formación humana. “Para mí esos años fueron una escuela de humanidad. Veníamos de un país donde había violencia, corrupción, miedo… de una sociedad y, a veces, de una familia, que necesitaba reconciliarse. Los agustinos nos enseñaron a reconciliarnos, en primer lugar, con nosotros mismos. Y nos enseñaron también a encontrar a Jesús en la oración y en la amistad de los otros, porque eso es parte esencial de la espiritualidad agustiniana”.

Me cuenta Armando que, en esos años en Trujillo, los gustos y aficiones comunes cooperaron a fortalecer la amistad: “A los dos nos gustaban los coches, conducir y las matemáticas. Y la música. A él le encantaba cantar. Yo lo hago mal, pero toco la guitarra. Por otra parte, cuando murió su madre, su padre pasaba temporadas en Trujillo y, como Roberto tenía mucho trabajo, a veces me decía: ‘saca a mi padre a dar una vuelta’, y a mí me encantaba escuchar sus batallitas sobre el desembarco de Normandía…”. Esas horas de conversación con Luigi –el padre de León XIV– se notan en el libro, que cuenta muchas anécdotas desconocidas de los padres y abuelos de Robert Prevost.

Tienes un email

Después de años de oración y formación, Armando descubrió que no tenía vocación de misionero. Deja Trujillo, pero la amistad continúa, en parte, gracias a la tecnología. Primero llamadas, luego emails, después WhatsApp. Eran llamadas cortas y, muchas veces, sobre temas y consultas triviales. Las propias de los amigos. He conocido a una chica. Voy a alquilar una casa. Han jugado los White Sox. Me estoy planteando empezar Teología… En el año 2000, Armando viaja a Bilbao para estudiar en Deusto y, un año después, en 2001, Prevost es elegido General de los agustinos y se traslada de Chicago a Roma. Los dos están en Europa y es más fácil el encuentro. 

“Cada vez que íbamos a Roma mi mujer y yo, Roberto nos hacía un ‘recorrido agustiniano’, y nos hablaba de la Virgen del Buen Consejo, que es una advocación muy querida por los agustinos”. En esos recorridos, les contó también la amistad de León XIII con los agustinos y el agradecimiento de la orden por el apoyo que el Papa les dio en momentos especialmente difíciles. Se ha dicho escrito mucho sobre la elección del nombre del nuevo papa como manifestación de la importancia de la doctrina social de la Iglesia, pero, además, como explica con detenimiento Armando en su libro, el papa León XIII es un papa muy querido por los agustinos y, en cierto modo, puede verse también como una señal de gratitud.

¿Conservador o progresista?

Armando me confirma que, desde el día 8 de mayo, le han preguntado muchas veces si el papa León XIV es conservador, progresista o moderado. “El papa es un servidor de Dios y su primera tarea es anunciar el Evangelio. A partir de ahí, si anunciar a Cristo implica servir a los demás y, por eso, es progresista, será progresista, y si implica salir con la custodia y el Santísimo por las calles para apoyar a los creyentes, pues puedes llamarle conservador. Es lo que dijo San Pablo: me hice todo con todos”.

“Es una persona de profunda fe que va a hacer todo lo que pueda… pero que dejará espacio a la gracia, porque la Iglesia no es nuestra, es de Dios”

En esta dicotomía, frente a quienes hablan de una Iglesia dividida, Armando tiene una visión más positiva. “No es que la Iglesia esté dividida… es que es global y, cuando una cosa es global, hay sensibilidades distintas. No es lo mismo la Iglesia en la Europa envejecida que en África o en América Latina. Es el llamado agustiniano de la unidad en la diversidad. Y es lo que está haciendo este papa: dar espacio sabiendo que lo fundamental es la tarea de llevar la buena noticia de Jesús a todo el mundo. Que si tú lo quieres hacer viviendo en comunidad o celebrando misas tridentinas, adelante. Y si consideras que es trabajando con los pobres, adelante también. Son distintos dones de la Iglesia. Roberto tiene la capacidad de escuchar y acoger todos esos dones. Y esto creo que va a ser muy importante en su pontificado”.

Ahora voy a dormir

Aun siendo consciente de que la tarea de un papa es ingente, no le preocupa demasiado a Armando que su amigo vaya a agotarse en su nuevo “trabajo”. “Él ha heredado una agenda, y además es año jubilar… pero es un papa joven y sano, y cuida el descanso. Siempre ha sido una persona de invitarnos a ser ordenados. Hay tiempo para todo y, cuando hay que descansar, hay que descansar. Y además, es una persona de profunda fe que va a hacer todo lo que pueda… pero que dejará espacio a la gracia, porque la Iglesia no es nuestra, es de Dios. La Iglesia no tiene a Dios, es Dios quien tiene a la Iglesia. Es una oración que él ha repetido muchas veces: Señor la Iglesia es tuya, yo soy tu siervo… pero ahora voy a dormir”.

En cualquier caso, el papa León XIV sabe que, en Valladolid, hay un católico dispuesto a arremangarse. “Hace poco nos pidió ayunar por la paz o rezar el rosario… y yo lo siento como algo que, por supuesto, me pide el papa como católico. Pero además me lo pide Roberto: mi amigo”.

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