Antisemitismo: un borrador con una firma

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Contrapunto

La noticia llegó de Jerusalén y ocupó en seguida grandes titulares: «La Iglesia católica reconoce su corresponsabilidad en el Holocausto y carga con su culpa». La noticia hablaba de un documento en el que la Iglesia católica hacía afirmaciones sorprendentes: reconocía que la tradición teológica antijudía había contribuido a crear un clima que abrió el camino al antisemitismo nazi; que, bajo el nazismo, la Iglesia se preocupó sólo de la amenaza contra sus propias instituciones y permaneció silenciosa e indiferente ante los crímenes cometidos contra los judíos; todo lo cual suponía la «culpabilidad de muchos cristianos y de la Iglesia».

El documento había sido presentado durante la reunión del Comité de diálogo entre católicos y judíos, que se reúne cada dos años. Era un proyecto de documento, pero había sido filtrado a la prensa. El rabino David Rosen, participante judío en la reunión, lo calificaba de «histórico y pasmoso», ya que «por primera vez una institución fundamental de la Iglesia reconoce su responsabilidad en el Holocausto». La radio israelí presentó algunos pasajes del texto, atribuyéndolo a la Conferencia Episcopal alemana, y de ahí se propagó a todo el mundo.

Después fueron llegando las matizaciones. El portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, puntualizó que ese texto formaba parte de un proyecto de la Conferencia Episcopal alemana, consultado también con los obispos polacos, y no era una iniciativa vaticana. También advirtió que «no ha sido aprobado por ninguna autoridad eclesiástica» y que «en modo alguno es un documento proyectado por la Santa Sede». Precisó que en el Vaticano se trabaja, desde hace años, en un documento sobre el antisemitismo, cuya preparación se anunció ya en 1987, pero no se sabe aún cuándo estará listo. Por último recordó que la Iglesia católica y Juan Pablo II han expresado en múltiples ocasiones su condena del antisemitismo, también en el reciente Catecismo de la Iglesia Católica, donde se define el antisemitismo como un pecado contra la humanidad.

Después se ha sabido que el documento ha sido escrito por el teólogo alemán Hans Hermann Henrix, del Instituto Católico de Teología de Aquisgrán, y que representa sólo un estudio preliminar y no oficial. Henrix, que habló de este texto durante la reunión del Comité en Jerusalén, ha expresado su malestar por el hecho de que unas reflexiones «confidenciales» hayan sido divulgadas a la prensa.

O sea, donde se decía «La Iglesia reconoce…» debería decirse: Hans Hermann Henrix piensa que la Iglesia debería reconocer… (si es que lo divulgado refleja bien su pensamiento, cosa que tampoco es segura).

De todos modos, el episodio ha sido instructivo. En el diálogo entre la Iglesia y los judíos, la parte católica pone énfasis en los aspectos teológicos; la parte judía, en cambio, prefiere insistir en cuestiones con implicaciones históricas y políticas, como la responsabilidad de los cristianos en el antisemitismo, el Holocausto, etc. De ahí que algunos dieran saltos de alegría ante el documento de Henrix.

Las reacciones provocadas por esta «filtración» (¿interesada?) muestran también la instrumentali-zación que algunos pretenden hacer de cualquier supuesta culpa de los cristianos y sólo de los cristianos. Bastaría que la Iglesia reconociera la menor influencia en la creación de un clima, para que algunos aseguraran que concedía indulgencias por el uso de los hornos crematorios. Y es que nunca faltan los que están dispuestos a manifestar el arrepentimiento con golpes sobre el pecho de la Iglesia.

Juan Domínguez

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