Las dos alas Nº6

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¿Qué hay de la Agenda 2030?

En el último año se ha avivado el debate en torno a la Agenda 2030, el plan mundial de desarrollo propuesto por la ONU (una explicación en este servicio de Aceprensa). El proyecto se concreta en 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que se despliegan después en 169 metas. El impacto que ha tenido en Estados, empresas y agentes sociales ha supuesto un importante logro de las Naciones Unidas. Al menos en Occidente, ha conseguido una amplia implicación y respaldo; El País lo presentaba como “un raro triunfo diplomático en un mundo fragmentado”.

En realidad, la Agenda contiene algunos objetivos y metas con las que es difícil no estar de acuerdo, como la erradicación de la pobreza y el hambre, el cuidado del planeta, la salud y la educación, etc. Así, muchos de ellos están en perfecta sintonía con la visión cristiana del mundo. De ahí que algunos, como Javier Martínez-Torrón, se mostraran favorables a incorporar sus contenidos en los planes de estudio de Religión en España.

Sin embargo, la Santa Sede presentó desde el comienzo ciertas reservas en relación con algunos aspectos de la Agenda. Un año después de ser adoptada por la ONU, el entonces representante del Vaticano, Bernardito C. Auza, publicó una amplia nota, en la que se revisan algunos puntos del proyecto que presentan ambigüedades o serias limitaciones. De hecho, la Santa Sede ofreció una alternativa con los Objetivos Laudato Si’. Recientemente, el mismo Bernardito C. Auza, que es hoy nuncio en España, ha vuelto a poner de manifiesto estas reservas a la hora de aceptar de forma acrítica la Agenda 2030 en su totalidad. En una reciente conferencia señalaba algunos elementos de contenido que no parecen universalmente aceptables.

Por otra parte, no es solo el contenido lo que plantea ciertas dudas. El mismo Auza hablaba del riesgo de caer en formas de colonialismo ideológico. También Higinio Marín ha reflexionado sobre el proyecto como tal (en su blog pueden encontrarse varias intervenciones). Le parece problemático, por plantear una propuesta de “transformación cultural del conjunto de las tradiciones del planeta para su uniformización en un nuevo sentido común”. En efecto, mediante el planteamiento de objetivos deseables por todos se termina estableciendo un marco de imposición ideológica en el que el Estado se erige en la única fuente de autoridad moral que, entre otras cosas, arrincona o ignora la dimensión religiosa del hombre y limita el pluralismo. Por su parte, hace unas pocas semanas, Jaime Mayor Oreja (desde el minuto 19:33) planteaba la necesidad de tener una interpretación del proyecto de la ONU en su conjunto. A la vez, hacía notar algunas carencias en el plano del contenido, como el hecho de que no se tenga en cuenta la realidad de la familia, más que como lugar de posible violencia o abuso.

Lo bueno del pluralismo de valores

No hace falta ser relativista para defender que el pluralismo de visiones del hombre y del mundo, muchas veces contrapuestas, contribuye al progreso moral de la sociedad. Eso afirma Juan Meseguer en un reciente artículo en Aceprensa, donde contrapone los valores de una visión “progresista” de la sociedad con otra visión “conservadora”.

Meseguer alerta de que hay cada vez más voces que están dejando de ver el pluralismo de valores como un bien. Otros artículos ejemplifican la cuestión. Daniel Gascón, por ejemplo, ha escrito en El País sobre la falta de pluralismo dentro del feminismo. Se fija en que la pluralidad intelectual del movimiento contrasta con la intolerancia del enfrentamiento que se ve en el ámbito político. Por su parte, Ricardo Calleja piensa que “sin cristianismo habría menos libertad y pluralismo con los no creyentes”.

Diego Garrocho considera que el hecho de que haya pluralismo y conflictos sobre valores es bueno porque “es la prueba de que volvemos a preguntarnos por lo justo y lo injusto”. De hecho, una disputa social, sobre valores y principios, puede ser antesala del “asentamiento, de un consenso, de una reescritura de determinados principios”. Por su parte, David Jiménez Torres piensa que se habla mucho de polarización pero «la realidad es demasiado compleja como para resumirla en una palabra de moda». Se pregunta “dónde termina el pluralismo y empieza la polarización. O, más bien, si este segundo término no se emplea en ocasiones para desactivar debates perfectamente legítimos».

Los debates públicos sobre valores que vemos diariamente en la opinión pública podrían llevar a algunas personas a sentir que sus ideas están poco representadas y a inhibirse. Pero el deseo de comprender el momento en el que vivimos, con todas sus complejidades y desafíos, podría llevar también a apreciar más su atractivo y también a desear inspirar visiones para transformarlo. Evadirse o generar cambios podría ser el dilema en el que se encuentran muchas personas.

¿Premiar la ética de Peter Singer?

La concesión del premio Fundación BBVA al filósofo australiano Peter Singer ha generado una cierta polémica. Conocido por llevar hasta el final la ética utilitarista, Singer (al que se han dedicado varios servicios en Aceprensa) ha contribuido de forma notable a la fundamentación de los movimientos en favor de la eugenesia, la eutanasia y el bienestar animal, llegando a afirmar la igualdad de derechos con el hombre. Sus opiniones más controvertidas tienen que ver con la justificación del infanticidio eugenésico (eso sí, de forma controlada y legal).

Para algunos, lo más chocante es que el premio reconozca en Singer una contribución al progreso moral, presentándolo como el sabio de la compasión. Cristina Casabón advierte que, detrás de las tesis que justifican que hay vidas que no merecen la pena ser vividas, se termina generando “una sociedad modélica, pero inhóspita”. Alejandro Rodríguez de la Peña va al fondo en este breve hilo en Twitter: “la herencia cristiana medieval está en la raíz de la noción de dignidad humana”, y eso es precisamente lo que Singer desprecia. También interesante el hilo de respuestas que daba Elena Postigo (profesora de Bioética) a la noticia en El Mundo. En cambio, Pablo de Lora propone que Singer tiene la virtud de “formular las preguntas inaugurales”, y considera su pensamiento una contribución relevante para mejorar nuestras instituciones y prácticas sociales.

Contra esta deriva del pensamiento —y mucho antes de la concesión del premio— ya advirtió Jean-Françoise Braunstein, en su libro La filosofía se ha vuelto loca (aquí va una reseña, y aquí otra). En esta obra, el autor cuestiona la pretensión de estos “nuevos pensadores” (entre los que se incluye Singer) de derribar las barreras que nos hacen humanos. Volvemos de nuevo al concepto de la dignidad humana y la necesidad de presuponer la existencia de una naturaleza humana. En un marco más amplio, puede servir también el último libro de F. Hadjadj, del que hablaba recientemente Julio Llorente.

Recuperando la figura del padre

Hace unos días, el Wall Street Journal publicaba parte de los resultados de un estudio sobre la paternidad. Las conclusiones, indicaba irónico Pedro Herrero, ya las conocían nuestros abuelos… y los padres de nuestros abuelos. Sencillamente, la prole necesita un padre cercano y cariñoso para crecer y madurar de modo adecuado.

Esta necesaria presencia no es en absoluto exagerada, ya que, según indicaba el mes pasado Diego S. Garrocho, es el padre quien, con su mano grande, destruye los miedos del hijo; y es también él quien, con su presencia, da una seguridad vital que es fundamental para un desarrollo pleno. Además, el padre deja un legado que al hijo le toca recoger y devolver al mundo.

Una reseña de Enrique García-Máiquez recogía dos libros recientes que reflexionan también sobre la paternidad. Por una parte, en el volumen Florecer, Daniel Capó y Carlos Granados identifican otra función más del padre: dar luz a la misión del hijo, enviarle a ser lo que está llamado a ser. Por otra parte, Armando Pego Puigbó señalaba en su Poética del Monasterio una función del padre estrechamente relacionada con esta, que es la capacidad de dar al hijo una identidad propia. Añadía Salvador Sostres que el padre debe también enseñar a desear, a proyectarse hacia el futuro con ambición y garra. Claro que todo esto puede antojarse una misión de dimensiones titánicas. Por eso, puede servir de contrapunto lo que señalaba Daniel Gascón: quizá lo mejor —y lo más importante— que puede hacer un padre es mostrar que está ahí.

Miscelánea

 

  • Una voz femenina que despierta últimamente cierto interés es la de Louise Perry. Ha presentado en un reciente libro su postura contra las consecuencias que ha tenido la revolución sexual (aquí puede consultarse un artículo, y aquí un video).

 

  • Educación humanística: interesante este breve artículo de Robert Barron. En un marco más amplio, se pronuncia también David Cerdá en una entrevista para leer con calma.

 

  • Dios y el cine: Pablo Alzola ha publicado El silencio de Dios en el cine, donde se pregunta por la presencia y la ausencia de Dios en algunas películas del siglo XXI, con menciones también a películas clásicas.

 

  • Orden, sin exagerar: parece que la experta en orden, Marie Kondo, ha descubierto recientemente que el orden no siempre es compatible con una casa llena de vida.