En cada espacio público en Venezuela, el miedo resulta un cuerpo inmaterial que se cuela por cualquier rincón. Nadie está exento a convivir y lidiar con ese fantasma. Tanto María Corina Machado y quienes trabajan para ella, como los ciudadanos de a pie –e incluso Maduro y sus acólitos– deben lidiar, de una u otra manera, con esa sombra incómoda: hija del oprobio y compañera de la corrupción.
El miedo de María Corina, simple testigo de su lucha
Ganar el premio Nobel de la Paz, probablemente, no significaba para Machado un objetivo político. El merecido reconocimiento es la traducción de su larga lucha. Desde Hugo Chávez, María Corina puso de relieve el problema de fondo natural al chavismo: la falta de libertad. Venezuela llegó a exportar entre 2 y 2,5 millones de barrilles de petróleo diarios durante los años de Chávez. El país “gozaba” en aquella época de una pseudobonanza. Con dinero circulando, el asistencialismo del Estado repotenciado pero una corrupción rampante y un discurso autoritario por parte del “líder de la Revolución”, la opositora no escatimó esfuerzos para denunciar los rasgos más oscuros del régimen. Con Chávez, la recién galardonada nunca gozó de una popularidad óptima; su discurso sonaba exagerado, radical. Sin embargo, el tiempo le ha dado la razón.
En su obra Los orígenes del totalitarismo (1951), Hannah Arendt afirma que “el coraje libera al hombre de su preocupación por la vida, no porque deje de temer la muerte, sino porque prefiere la libertad y la acción al mero vivir”. La labor y el legado que ya está construyendo Machado encarna la afirmación de la filósofa y socióloga alemana. Y es en su escondite, en su refugio, probablemente cambiante, que María Corina se enfrenta al miedo cada día; por su propia seguridad y también por la seguridad de su círculo más cercano, familiar y político. A pesar de ello, su agenda y su persistencia han permitido que el miedo sea un acompañante que deba conformarse con ser testigo de su lucha.
La trampa del miedo y una ciudadanía más intrépida
El reconocido humorista venezolano Emilio Lovera narraba en una entrevista días atrás una experiencia en el año 2002 cuando la sociedad venezolana se encontraba polarizada; Chávez tenía una popularidad superior al 60% y el chavismo impulsaba definitivamente y a partir de la crisis un cambio de toda la estructura del Estado: “A mí no me saludaba nadie que estuviera vestido de rojo o que tuviera una consigna del partido de gobierno… ni me miraban. En oficinas públicas me negaban el servicio. Recuerdo las primeras veces en alguna de esas oficinas ver un funcionario acercándose a mí, viendo alrededor para corroborar que nadie lo miraba y tapándose la boca me susurraba: ‘Emilio, mejor vete que no te van a atender. Me da pena, pero la orden es no atenderte’”.
Recrudecer la política de criminalización de la disidencia significa que el régimen venezolano está luchando a contracorriente; dilatando lo inevitable
En su obra La Política (1972), Giovanni Sartori expone la tesis de la bóveda de miedo. Sobre su funcionamiento, el politólogo italiano explica: “El sistema se apoya sobre una cadena fuertemente jerarquizada de administradores-supervisores, cada uno de los cuales es responsable a su nivel de las desviaciones de sus subordinados (…) Por su cuenta nadie hace nada, o mejor, hace lo que debe hacer: se siente vigilado desde arriba y obligado por ello a vigilar al que está debajo de él. Y así la bóveda se mantiene en pie (…) Desde el momento que cada uno desconfía del otro, todos los individuos (…) tienden a encerrarse en sí mismos”.
Sin embargo, añadía Lovera en aquella entrevista, “hoy eso cambió. La gente está cansada y hay personas que quieren hacer las cosas bien”. El último presidente de Checoslovaquia y primer presidente de la República Checa, Václav Havel, expone en su ensayo El poder de los sin poder (1978): “La envoltura de la ‘vida en la mentira’ está hecha de un material extraño: mientras encierra herméticamente a toda la sociedad, parece que es de piedra; pero apenas un solo hombre exclama: ‘el emperador está desnudo’, apenas un jugador infringe las reglas del juego y lo desvela como juego, todo aparece de repente a otra luz y da la impresión de que toda la envoltura es de papel y que comienza a rasgarse de manera imparable hasta la desintegración”.
Lovera narra una dicotomía que nos remite a Sartori y a Havel, respectivamente. Esa mentira que arropaba el andamiaje institucional que el propio Chávez inauguró y que Maduro ha intentado consolidar a partir de una política despiadada de persecución, hoy se está desintegrando. Desde una aparente paradoja, el régimen continúa encarcelando líderes políticos, censurando medios de comunicación y chantajeando a una pseudo oposición que hoy hacen vida política en el país. Sin embargo, esto demuestra la debilidad de Maduro. Recrudecer la política de criminalización de la disidencia significa que están luchando a contracorriente; dilatando lo inevitable. Esa bóveda, finalmente, está construida con paredes falsas; en palabras de Havel, de papel, amenazada por la rasgadura de una brizna libertaria.
Maduro y la reencarnación de Víctor Frankenstein
Un artículo reciente del Financial Times revela que Maduro, Cabello y toda la pandilla madurista cambian de teléfono móvil y de guardaespaldas constantemente. Adicionalmente, es posible reconocer a partir de sus publicaciones en redes sociales que las reuniones de Maduro con su círculo más cercano se van celebrando en lugares herméticos. Hoy, todo el chavismo en el poder vive y se mueve en búnkeres. Vale la aclaratoria, unos pocos en búnkeres reales, pero la mayoría, quienes siguen acompañando al autócrata, viven y se mueven dentro del búnker de la cleptocracia que los compromete con el régimen. Muchos de ellos no encuentran y quizás no encuentren salida. Su atadura se cimenta por la corrupción. Su amalgama al poder se consolida en el crimen. En ese terrible encierro, el miedo a perder la prebenda, el temor a ser traicionado, el pánico a ser delatado y pagar las consecuencias resultan bestias indomables que son hechura del propio régimen.
Y a partir de aquí una gran diferencia entre Maduro y sus acólitos con respecto a Machado y a la ciudadanía. La segunda y el 90% que aspiran a un cambio, tienen la posibilidad de recuperar su plena libertad y hacer que el miedo desaparezca. Los primeros, en cambio y por su propia condición, no podrán recuperar su libertad plena –incluso en el exilio– ni vencer al miedo, mientras no enfrenten a la justicia. Evadirla implicará que la sombra del miedo forme parte de su cotidianidad. La verdadera paz y la verdadera libertad nacen precisamente de la justicia.
La libertad es la respuesta
Havel también afirma en El poder de los sin poder que “el miedo retrocede cuando uno asume la responsabilidad de su propia vida”; en otras palabras, el temor se desintegra cuando la libertad es plenamente ejercitada. En un contexto preocupante donde occidente pone en tela de juicio la democracia representativa y el funcionamiento de sus instituciones, cualquier experimento que intente superar la lógica liberal debe contemplar de manera enérgica la libertad individual. ¿Por qué? Porque es una variable inherente a la condición humana. Cualquier invento que ignore o la subestime está destinado al fracaso.
Como otros valores y bienes, la democracia se conquista de manera cotidiana. No se trata de un tesoro que se guarda y que se vigila únicamente cuando cualquier advenedizo o aspirante a autócrata asoma el rostro con intención de vejarla. La democracia no nace en las instituciones, nace en la cultura ciudadana. Tener un cuerpo institucional sólido es el producto de una sociedad democráticamente madura. Cuando la conciencia de un ciudadano se deja conquistar por las bondades del sistema democrático, su actitud le lleva a defender y a cultivar de manera celosa los frutos que regala el sistema. Cuando eso se logra, la mentira pasa al ostracismo y su tentativa por regresar no encuentra asidero.
En ese contexto, la lucha que se libra hoy en Venezuela tiene que ver con esa disputa. Luego de 26 años, hoy existe una nueva oportunidad para que la verdad derrote a la mentira y la libertad termine por arrinconar al miedo, de tal manera, que su presencia se refleje, únicamente, en los libros de historia.
Alejandro G. Motta Nicolicchia
@mottafocus
Un comentario
Los ciudadanos de a pie, como comentas, sabemos mucho de ese miedo. Por desconocer qué sucederá cuando sales de tu casa. La inseguridad, en primer lugar, de la que no se hace responsable el gobierno; la corrupción, que va en aumento… y una larga de situaciones de facto que producen ese miedo.
Pero la libertad personal y el bien hacer diario en el pequeño mundo en que nos circunscribimos los de a pie, nos da optimismo con la certeza de que, tarde o temprano, ellos pasan, como pasamos todos por esta vida. Artículos como este y muchos más de ACEPRENSA, nos dan esa certeza. Agradecido.