En una sociedad religiosamente diversa, el Estado puede cumplir muy bien con la exigencia de neutralidad a través de la cooperación con las confesiones.
En Estados Unidos el progresismo secularizado extiende su modo peculiar de concebir el bien con un puritanismo tan rigorista como el anterior de cuño religioso. Joseph Bottum lo diagnostica en su libro “An Anxious Age”.
Según María Elósegui, el “acomodamiento razonable”, que permite adaptar la norma jurídica a la situación que regula, sería un buen instrumento para garantizar el derecho a la libertad religiosa y favorecer el pluralismo.
Andrés Ollero aborda la fundamentación de los derechos humanos y profundiza sobre la libertad religiosa, el desafío laicista o las relaciones entre moral y derecho.
Una adecuada comprensión de la neutralidad estatal, sostiene Santamaría, no debe llevar a erradicar el fenómeno religioso, sino a darle cabida en espacios públicos democráticos y plurales.
Sin confundir la neutralidad del Estado con el laicismo excluyente, Prieto estudia desde un punto de vista jurídico los puntos conflictivos de la presencia de la religión en los espacios públicos.
A partir de la experiencia de Quebec, el filósofo canadiense Charles Taylor y su discípulo Jocelyn Maclure han publicado el libro Laicidad y libertad de conciencia, que aporta luz también para la situación en Europa y en muchos otros países.
La laicidad no es desterrar las creencias religiosas de la vida pública, argumenta el profesor Ollero a la luz de las últimas sentencias del Tribunal Constitucional.
En vez de desaparecer con la modernidad, la religión está resurgiendo e influye notablemente en la marcha del mundo de hoy. Es el diagnóstico que hace el libro God is Back.
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