Para que el padre cumpla su misión

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El diario La Presse (Montreal, 18 junio 2000) se hace eco de la aparición del libro Cultures et paternités, sobre la figura del padre en las familias de inmigrantes. Nathalie Dyke, coautora, explica algunas conclusiones de la investigación.

El libro recoge un estudio realizado por encargo de algunas empresas ubicadas en Côte-des-Neiges, un distrito de Montreal caracterizado por la diversidad racial y cultural de sus habitantes. Al parecer, las empresas eran conscientes de la necesidad de entender el modo en que se concibe la familia en las culturas, tan diferentes como la vietnamita o la haitiana, de las que proceden sus trabajadores. En ese contexto, la figura del padre ha resultado reveladora.

«Las dificultades generales de integración social debilitan la confianza de los hombres en su papel de padres», declara Nathalie Dyke. El desempleo afecta negativamente al modo en que los hombres ejercen la paternidad, ya que en casi todas las culturas -y no solo las de los inmigrantes- se asigna al hombre un rol fuertemente identificado con el trabajo fuera de casa. Por eso, compaginar trabajo y familia no es más fácil para los padres que para las madres. «La cultura del trabajo es tan masculina, que si un hombre pide salir antes para recoger a los niños en la guardería o ausentarse cuando tiene un hijo enfermo, eso se le perdona todavía menos que a una mujer. Estamos lejos de la situación que permitiría conciliar familia y trabajo del mejor modo posible».

El estudio revela los prejuicios que separan a hombres y mujeres en sus expectativas respecto a paternidad y maternidad. «Tendemos a pensar que los hombres deben ser educados para ser padres, mientras que ser madre es una actitud innata en la mujer. Eso es falso, ya que muchas mujeres, tras el nacimiento de su primer hijo, se encuentran totalmente desorientadas». Y este problema se presenta con especial agudeza en el caso de algunas madres inmigrantes, como las haitianas, que pierden las redes de apoyo entre mujeres, tradicionales en su país. Las abuelas, tías o hasta vecinas que en Haití ayudan, con su experiencia, a las madres jóvenes no están disponibles en Canadá, y esto hace que se reclame con más fuerza la presencia del padre. Ante esta exigencia, muchos hombres reaccionan mal, otros se adaptan. Pero lo que es más curioso constatar, señala Dyke, es la resistencia de muchas mujeres, «incapaces de hacer un hueco a los padres en la familia». Se trata del conocido reproche «Así no se hace esto o lo otro», que desmotiva al padre, mucho más si se le desautoriza delante de los niños.

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