No es tan difícil tener una familia numerosa

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Mary Walsh, estadounidense, madre de seis hijos, explica que tener hoy día una familia numerosa no es imposible, aunque algunos piensen lo contrario (Perspective, Sydney, agosto 2001).

«No es un secreto que mucha gente de hoy piensa que mantener a más de dos hijos es casi imposible. La cultura contemporánea no cuenta con el Creador y por tanto olvida que con Dios todo es posible».

Walsh señala una paradoja: «Cuando una mujer decide abortar, tanto el embarazo como la muerte del feto son un asunto privado entre la mujer y el médico. Pero resulta que cuando la mujer decide tener al niño, aquello se convierte en un problema de interés público». En efecto, algunos -la «policía de la fecundidad», como los llama la autora- reaccionan con asombro o aun disgusto cuando ven que tiene seis hijos. «A veces, son personas amables, y se limitan a hacer un gesto como mover la cabeza. Pero otras pueden resultar francamente groseras, y el encuentro se convierte en un largo interrogatorio sobre las diferencias de edad entre mis hijos, o empiezan a dar consejos inoportunos sobre el uso de anticonceptivos eficaces».

A continuación, Walsh va dando réplica a las ideas equivocadas más difundidas sobre las familias numerosas. Una es que «no se puede amar a más de dos hijos». En realidad, «el amor no se divide o queda mermado por tener más hijos: al contrario, se multiplica. Un nuevo hermano recibe el cariño no solo de sus padres, sino también el de todos sus hermanos».

Contra otra idea equivocada, la autora afirma que «mantener a varios hijos no exige una fortuna. Los niños pueden quizá querer ropa de marca o el último modelo de juguete, pero ciertamente no necesitan esas cosas. Y podemos enseñarles cuáles son las prioridades explicándoles las razones de nuestro modo de obrar. Por ejemplo, mi marido hablaba un día a la hora de la cena -ocasión en la que surgen estupendas conversaciones- con nuestros dos hijos mayores. Ellos hicieron notar que yo compraba todo en las tiendas de descuentos. ‘¿Sabéis por qué? -preguntó mi marido-. Para poder estar en casa, y cuidaros y educaros’. Se quedaron asombrados: ‘Mamá me quiere tanto que se queda en casa conmigo’, es el mensaje que recibieron.

«Mi marido y yo no sentimos necesidad de comprar a nuestros hijos artículos lujosos porque ya les dedicamos lo mejor de nuestro tiempo, talento y recursos. No tenemos que cargar con el sentimiento de culpa que pesa sobre tantos padres de hoy por descargar a sus hijos en la guardería o dejarlos en casa de un ex cónyuge, y después compensarles con juguetes nuevos o vacaciones exóticas».

«Los padres de familias numerosas no tienen tiempo para sí mismos», se dice también. Walsh responde: «En cuanto al tiempo para mí, siempre tengo la ducha. A veces consigo quedarme despierta unas horas cuando los niños ya se han acostado, y aprovecho para poner mis cosas en orden. Pero cuando no tengo suficiente tiempo para mí, no me preocupo, porque sé que llegará el triste día en que ya no oiré el correteo de unos piececitos por la casa. (…) Así que me basta saber que hay un tiempo para cada cosa, y disfrutar de su niñez mientras dura».

En fin, «contra la difundida creencia, las familias numerosas saben que poseen algo de mucho valor. (…) El mundo quizá no entienda el valor que tiene cada niño que Dios nos regala, pero se entiende cuando se está dispuesto a abrir el corazón para confiar plenamente en Él. Criar hijos no siempre es fácil; pero en la vida, lo que vale la pena exige mucho tiempo, esfuerzo y empeño. Los hijos son insustituibles. Ninguna cosa material, ningunas vacaciones pueden compensar por no tenerlos».

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