Para resolver el problema de la natalidad en Europa (y no sólo)

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Para resolver el problema de la natalidad en Europa (y no sólo)
Gigi De Palo en los Estados Generales de la Natalidad (vita.it)

Roma.— Los días 9 y 10 de mayo se han celebrado en esta ciudad los Estados Generales de la Natalidad, organizados por cuarto año consecutivo por la Fondazione per la Natalità, con el objetivo de abordar la cuestión del “invierno demográfico” que afecta a Italia e intentar hacer propuestas concretas para superar esta crisis. La última jornada se abrió con el discurso del Papa Francisco, que volvió a esta convocatoria, como en ediciones anteriores, para aportar su cercanía a la iniciativa.

El Pontífice fue recibido por el presidente de la Fondazione per la Natalità, Gigi De Palo, comprometido desde hace años en esta batalla por el futuro del país. En su discurso, se refirió a lo ocurrido el primer día, cuando un grupo de estudiantes de un colectivo transfeminista protagonizó una protesta que impidió hablar a la ministra de Familia, Eugenia Roccella, perturbando también las intervenciones de una madre embarazada de ocho meses, Jessica Barcella, y del presidente del Foro de Asociaciones Familiares, Adriano Bordignon. “Lamentablemente –dijo De Palo–, hace más ruido una veintena de estudiantes que miles de jóvenes que llevan meses preparándose para este congreso”.

Mas adelante, Gigi de Palo continuó: “Tratamos de hacer equipo, evitando las polémicas, que son la coartada para no dar respuestas a los jóvenes y a las familias. Usted –se dirigió al Papa– siempre nos ofrece cercanía y afecto. Sin embargo, nos hemos sentido abandonados por las instituciones, que no se han dignado dirigirnos unas palabras de solidaridad, como si quitarle la palabra al ministro fuera más grave que quitársela a Jessica o a los chicos”.

“Que nuestros hijos sean libres”

Resumiendo la línea de la Fundación, De Palo recordó que “nuestra misión es intentar que vuelva la primavera demográfica, no simplemente para pagar pensiones sino porque queremos que nuestros hijos sean libres”. De modo que “no se trata de convencer a los jóvenes para que tengan más hijos, sino de poner a cada uno en condiciones de decidir libremente qué hacer con su vida”.

De Palo subrayó que la libertad real para tener hijos es una causa común, no partidista, lo que mostró con un ejemplo: “En Italia una de las primeras causas de pobreza es el nacimiento de un hijo, y esto es inaceptable, para todos, no es una cuestión de derecha o izquierda”. La necesidad es urgente, y “las palabras ya no bastan”: “Estamos cansados de que nada cambie año tras año”. En suma, “necesitamos un objetivo estratégico a largo plazo; la vida del país y la esperanza de nuestros hijos dependen de ello”.

De Palo también explicó que mucha gente le pregunta por los poderes fuertes o las instituciones grandes que hay detrás de la Fundación: ‘Hay mucho más: está el poder de las madres y padres que no se resignan, el poder de la esperanza de los que voluntariamente intentan hacer su aportación y actuar como aguijón de la nueva cuestión social que es la natalidad”.

“La vida humana no es un problema”

El Papa comenzó su discurso recordando que “cada don de un hijo nos recuerda que Dios tiene fe en la humanidad, como subraya el lema [de los Estados Generales]: ‘Estar ahí. Más juventud, más futuro’. Nuestro ‘estar ahí’ no es fruto de la casualidad: Dios nos ha querido, tiene un plan grande y único para cada uno de nosotros, nadie excluido”.

“El problema no es cuántos somos en el mundo, sino qué tipo de mundo estamos construyendo; no son los niños, sino el egoísmo, que crea injusticias” (Francisco)

Francisco habló de realismo, previsión y valentía. Recordó las anticuadas teorías sobre la superpoblación, que “hablaban de los seres humanos como si fueran problemas”. Contra esa idea, el Para subrayó que “la vida humana no es un problema, es un don”. Las raíces de los males están en otro sitio. “El problema no es cuántos somos en el mundo, sino qué tipo de mundo estamos construyendo; no son los niños, sino el egoísmo, que crea injusticias”. El egoísmo “anestesia el corazón, hace que uno viva con cosas, sin entender ya para qué”. Al final, “las casas se llenan de objetos y se vacían de niños, convirtiéndose en lugares muy tristes”.

Francisco mencionó un dato: en Italia, la edad media de la población es actualmente de 47 años, y otros países europeos registran estadísticas similares. “Sin niños ni jóvenes, un país pierde su deseo de futuro”. Sin embargo, “no conseguimos invertir el rumbo”. Y preguntó: “¿Por qué no es posible detener esta hemorragia de vida?”.

Al llegar a este momento del discurso, el Pontífice contó, que “un estudioso de la demografía me dijo que en este momento las inversiones que dan más ingresos son las fábricas de armas y los anticonceptivos: una destruye la vida, la otra impide la vida”. Y prosiguió: “La cuestión es compleja, pero esto no puede ni debe convertirse en una coartada para no abordarla”. Hacen falta, precisó, previsión, políticas eficaces, planes concretos y a largo plazo. Se necesita, en fin, “poner en marcha opciones serias y eficaces a favor de la familia”; “promover, a nivel social, una cultura de generosidad y solidaridad intergeneracional”; “revisar los hábitos y estilos de vida, renunciando a lo superfluo para dar a los más jóvenes una esperanza para el mañana”. Pues el futuro para los niños y jóvenes se siembra con el trabajo de padres y abuelos. A una y a otra generación se refirió el Papa al final de su discurso.

Pidió no olvidar a los abuelos: “Hoy hay una cultura que tiende a esconder a los abuelos, en las residencias de ancianos”. Eso equivale a “un suicidio cultural”, porque “el futuro lo hacen los jóvenes y los viejos, el coraje y la memoria juntos”.

A los jóvenes, les invitó a tener coraje: “No os rindáis, tened confianza, porque el mañana no es algo ineluctable: lo construimos juntos”. Se puede cambiar las cosas; por tanto, “no nos resignemos a un guion ya escrito por otros, rememos para invertir el rumbo, ¡incluso a costa de ir contracorriente!”.

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