La familia, primer agente de la paz

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Recogemos algunos fragmentos del mensaje de Juan Pablo II con ocasión de la última Jornada Mundial de la Paz, celebrada el pasado 1 de enero.

(…) La familia, como comunidad educadora fundamental e insustituible, es el vehículo privilegiado para la transmisión de aquellos valores religiosos y culturales que ayudan a la persona a adquirir la propia identidad. Fundada en el amor y abierta al don de la vida, la familia lleva consigo el por-venir mismo de la sociedad; su papel especialísimo es el de contribuir eficazmente a un futuro de paz.

Esto lo podrá conseguir la familia, en primer lugar, mediante el recíproco amor de los cónyuges, llamados a una comunión de vida total y plena por el significado natural del matrimonio y más aún, si son cristianos, por su elevación a sacramento; lo podrá conseguir, además, mediante el adecuado cumplimiento de la tarea educativa, que obliga a los padres a formar a los hijos en el respeto de la dignidad de cada persona y en los valores de la paz. Tales valores, más que enseñados, han de ser testimoniados en un ambiente familiar en el que se viva aquel amor oblativo que es capaz de acoger al otro en su diversidad, sintiendo como propias las necesidades y exigencias, y haciéndolo partícipe de los propios bienes. Las virtudes domésticas, basadas en el respeto profundo de la vida y de la dignidad del ser humano, y concretadas en la comprensión, la paciencia, el mutuo estímulo y el perdón recíproco, dan a la comunidad familiar la posibilidad de vivir la primera y fundamental experiencia de paz.

(…) Como núcleo originario de la sociedad, la familia tiene derecho a todo el apoyo del Estado para realizar plenamente su misión peculiar. Por tanto, las leyes estatales deben estar orientadas a promover su bienestar, ayudándola a realizar los cometidos que le competen. Frente a la tendencia cada vez más difundida a legitimar, como sucedáneos de la unión conyugal, formas de unión que por su naturaleza intrínseca o por su intención transitoria no pueden expresar de ningún modo el significado de la familia y garantizar su bien, es deber del Estado reforzar y proteger la genuina institución familiar, respetando su configuración natural y sus derechos innatos e inalienables.

Entre éstos, es fundamental el derecho de los padres a decidir libre y responsablemente -de acuerdo con sus convicciones morales y religiosas, y con su conciencia adecuadamente formada- cuándo tener un hijo, para después educarlo en conformidad con tales convicciones.

El Estado tiene también el importante cometido de crear unas condiciones mediante las cuales las familias puedan satisfacer sus necesidades primarias de acuerdo con su dignidad humana. La pobreza, más aún la miseria -que es una amenaza constante para la estabilidad social, el desarrollo de los pueblos y la paz- afecta hoy a muchas familias. A veces sucede que, por falta de medios, las parejas jóvenes tardan en formar una familia o incluso se ven impedidas de hacerlo; por otra parte, las familias que se encuentran en necesidad no pueden participar plenamente en la vida social o se ven sometidas a condiciones de total margina-ción.

Sin embargo, los deberes del Estado no eximen a cada ciudadano de sus propias obligaciones; en efecto, la verdadera respuesta a las necesidades más apremiantes de toda sociedad viene de la solidaridad concorde de todos. Efectivamente, nadie puede sentirse tranquilo mientras el problema de la pobreza, que afecta a familias e individuos, no haya encontrado una solución adecuada. La indigencia es siempre una amenaza para la estabilidad social, para el desarrollo económico y, en último término, para la paz. La paz estará siempre en peligro mientras haya personas y familias que se vean obligadas a luchar por su misma supervivencia.

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