La autoridad sobre los hijos en las familias recompuestas

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En Francia se prepara un proyecto de ley que permitirá la delegación de autoridad para que el padrastro intervenga en decisiones sobre la vida cotidiana del niño.

La polémica se planteó en Francia en marzo pasado con motivo de la presentación de un anteproyecto de ley que intentaba abordar algunos de los muchos problemas planteados por la recomposición de las relaciones familiares tras un divorcio. Según el Instituto Nacional de Estudios Demográficos, en Francia el número de familias recompuestas aumentó un 10% de 1990 a 1999. Ya entonces, 1,6 millones de niños vivían en un hogar de ese tipo, y 2,7 millones en monoparentales.

En esas situaciones, uno de los padres biológicos (por lo general, el padre) está menos presente en la vida cotidiana de los hijos que no viven con él, mientras que el nuevo marido se involucra material y afectivamente en la educación de los hijos. Pero como no tiene un derecho reconocido para tomar decisiones de la vida cotidiana que normalmente corresponden a un padre -acompañar al médico, autorizaciones escolares, etc.-, su papel es difuso.

El presidente de la República francesa vio la necesidad de regular esas situaciones. Pero el anteproyecto preparado por la secretaria de Estado para la Familia, no acabó de gustar porque podía favorecer que los padres biológicos perdieran derechos sobre el hijo frente a terceros. Además hablaba también de estos derechos en el caso de “hogares compuestos por dos adultos del mismo sexo”, cuando hasta ahora el derecho de familia francés se ha cuidado mucho de no reconocer la así llamada “homoparentalidad”.

Para aclarar la cuestión se recurrió al buen hacer del conocido diputado Jean Leonetti -ya autor de otros informes en temas conflictivos-, quien después de hablar con expertos ha remitido al gobierno un informe sobre la autoridad parental en estos casos de familias recompuestas.

La idea central es que la primacía debe ser el interés superior de los hijos, no las reivindicaciones de los padrastros. Por eso no plantea crear un estatuto para esos terceros, pero sí el reconocimiento de algunos derechos, con independencia de su orientación sexual.

La autoridad paterna seguirá correspondiendo a los padres biológicos. Pero, si el interés del niño lo exige, estos podrán decidir delegar una parte de esa autoridad a un tercero. Leonetti propone que los adultos recurran a los servicios de mediación familiar para decidir conjuntamente, también con intervención en su caso del menor, la posible delegación de la autoridad parental a un tercero, en los casos que ellos determinen. El acuerdo debería ser homologado por un juez, que controlaría que se adapta a los intereses del hijo, en función de aspectos tan concretos como el seguimiento del estudio, la autorización para actividades extraescolares, o la responsabilización de atuendos y signos externos.

El texto propuesto no hace distinciones respecto a la orientación sexual del tercero. Por eso, si un niño está viviendo en una pareja homosexual -por ejemplo, porque una lesbiana ha recurrido a la inseminación artificial en el extranjero, ya que en Francia no se permite-, la madre podrá hacer una delegación de autoridad a su pareja. “Pero hay que dejar claro -explica Leonetti- que el tercero, sea heterosexual u homosexual, no es propiamente hablando un padre del niño; solo es el depositario de una delegación de autoridad consentida por el padre y la madre del niño”.

En una entrevista a La Croix (07-10-2009), la ex ministra Christine Boutin considera prudente el planteamiento de Leonetti: “La familia biológica es el padre y la madre. El derecho francés se ha construido sobre esta realidad. La adopción plena permite dar al hijo el nombre de sus padres adoptivos, bajo el modelo de la familia biológica. Si se introduce a terceros en esa relación, todo el conjunto se resquebraja. Jean Leonetti ha evitado ese escollo”.

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