Juan Pablo II: La procreación humana no es simple reproducción

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Juan Pablo II: La procreación humana
no es simple reproducciónLa paternidad y la maternidad no pueden concebirse como proyectos meramente privados, realizables también por técnicas biomédicas

La cultura contemporánea corre el riesgo de ver la procreación humana como simple «reproducción», técnicamente manipulable según un proyecto privado de paternidad. Este es el diagnóstico que hizo el Papa al recibir el 27 de agosto a los profesores del Instituto Juan Pablo II para los estudios sobre el matrimonio y la familia. Frente a la utilización de técnicas biomédicas que permiten prescindir incluso del acto sexual, Juan Pablo II ha defendido el ejercicio de la sexualidad conyugal como único modo digno de traer un hijo al mundo.

Juan Pablo II advirtió que desde la fundación del Instituto en 1981 los problemas que debe afrontar la familia se han hecho más radicales. «Ya no se trata sólo de que estén en discusión algunas normas morales particulares de ética sexual y familiar», sino que se opone una «antropología alternativa». «Esta antropología rechaza el dato, inscrito en la corporeidad, de que la diferencia sexual marca la identidad de la persona; en consecuencia, entra en crisis el concepto de familia fundada en el matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer, como célula natural y básica de la sociedad».

Hoy se postula una inaceptable división entre libertad y naturaleza, señaló el Papa. De este modo, «paternidad y maternidad se conciben sólo como un proyecto privado, que se realiza también mediante la aplicación de técnicas biomédicas, que pueden prescindir del ejercicio de la sexualidad conyugal». Sin embargo, «la paternidad y la maternidad, antes de ser un proyecto de la libertad humana, constituyen una dimensión vocacional inscrita en el amor conyugal, que hay que vivir como responsabilidad singular ante Dios, acogiendo los hijos como un don suyo». En este contexto, «eliminar la mediación corpórea del acto conyugal, como lugar donde puede tener origen una nueva vida humana, significa al mismo tiempo degradar la procreación: de un acto de colaboración con Dios creador pasa a ser una ‘reproducción’ técnicamente controlada de un ejemplar de una especie, con lo que se pierde la dignidad personal única del hijo».

La diferencia sexual y la facultad procreativa no pueden tratarse como «puros datos biológicos inferiores, susceptibles de manipulación», afirmó el Papa. «Sólo cuando se respetan íntegramente las características esenciales del acto conyugal, en cuanto donación personal de los cónyuges, corpórea y a la vez espiritual, se respeta también al mismo tiempo la persona del hijo y se manifiesta que su origen está en Dios, fuente de todo don».

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