Un programa de formación en valores en las escuelas panameñas

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Que en educación el dinero no es todo pudo comprobarlo en Panamá la actual ministra de Educación, Lucy Molinar. El aumento de recursos no se traducía en una proporcional mejora de resultados. Influyen también, y mucho, factores intangibles, como las actitudes o la situación familiar de los alumnos. Por eso la ministra impulsa iniciativas para promover los valores que permitirán a los chicos ser mejores estudiantes y mejores personas.

Lucy Molinar fue invitada a hablar en el Congreso Internacional de la Familia, que se celebró el 1 y el 2 de octubre en Valencia, más a título de periodista -aunque no en ejercicio- que de política. Antes de entrar en el gobierno en julio de 2009, a propuesta del presidente Ricardo Martinelli, ella era muy conocida como presentadora del popular telediario Noticias A.M. Pero el retraso de un avión le impidió llegar al Palacio de Congresos de Valencia a tiempo de participar en el panel previsto, sobre “La familia y la opinión pública”. Hubo que hacerle un hueco en otro que tuvo lugar al día siguiente. El tema, “La familia en la agenda política”, no le era tampoco desconocido. Sobre familia tiene también su particular experiencia en cuanto casada y madre de cuatro hijos.

Nuestra conversación con ella se centró en materia educativa, con una incursión final en el tema de la televisión.

¿Podría describir la situación general de la educación en Panamá?

— En la educación primaria tenemos una cobertura casi del 100%. En la media tenemos un bajón muy grande, sobre todo en las áreas indígenas, donde hay que hacer un esfuerzo. Pero nuestros indicadores hablan de mucha inversión y pocos resultados buenos. Para sacar mejor provecho, estamos trabajando con los distintos miembros del sistema. Estamos implantando escuelas para padres en todos los colegios, estamos trabajando en la formación del docente, y estamos trabajando las ganas de estudiar del alumno.

Escuelas para padres, ha dicho. ¿Cómo repercuten en el colegio los problemas de las familias?

— A falta de hogar, y no siempre por razones de divorcio, por razones de desintegración, sino porque papá y mamá salen a trabajar, y llegan a una hora en que los niños ya están durmiendo, y no hay quien oriente a esos niños, la escuela se convierte en la única oportunidad que tienen de oír ideales superiores a lo que ellos tienen al alcance de su mano.

Profesores que enseñan a pensar

¿Están los maestros preparados para impartir esa formación que no siempre dan las familias?

— Hemos convencido a un grupo importante de maestros de trabajar no solo en la enseñanza académica, sino en el proyecto de vida de sus estudiantes. Se trata de que planteen a sus estudiantes, no importa en qué nivel estén, construir un proyecto personal para que empiecen a pensar como personas, y no como números, como una masa que va donde la llevan. Y eso nos ha dado buenos resultados, porque teníamos muchos docentes con mucho compromiso, con muchas ganas, pero con pocas herramientas. Ahora estamos trabajando para darles las herramientas con que poder apoyar a sus estudiantes en esa dimensión, porque de lo contrario no lo escucharían nunca.

¿Cómo funcionan las escuelas para padres?

— El gobierno creó un programa que se llama Beca Universal, que es un aporte que va a dar el gobierno a todos los estudiantes del país. Pero para que no fuese como una especia de welfare, una regalía sin un compromiso a cambio, lo hemos casado con el boletín de notas y con la escuela para padres. Los papás tienen que ir a las charlas de la escuela para padres, recoger el boletín de su hijo, y entonces se les da la beca. Es un aporte mensual de 20 dólares que en muchos lugares al final del año para muchas familias se convierte en un aporte importante que ayuda para los gastos inmediatos.

¿Y cómo es el trabajo con los alumnos?

— Hemos creado un programa de liderazgo porque nos dimos cuenta de que en materia de valores no es lo mismo la formación vertical que la horizontal. Estamos consolidando un grupo de líderes en todas las regiones educativas del país, que son los que se están encargando de la formación de sus pares. Tenemos muchachas con garra, y hemos logrado convencerlas de que tienen que ser ellas las que lleven la bandera. Tenemos ya también un grupo de muchachos que a su manera están comenzando a aceptar la idea, porque las mujeres han decidido aceptarla. Ellos han tomado una fórmula de liderazgo distinta, a la manera de los hombres, con mucho deporte, con música, mucha fiesta. Las mujeres somos más racionales, más discursivas. Pero a la manera de cada uno estamos creando un núcleo fuerte, sólido de gente joven que es la que se está encargando de llevar el mensaje.

Al ritmo de la música

¿Podría explicar algunas iniciativas en que se esté concretando este esfuerzo de formación en valores?

— Hemos creado clubes de teatro, para tratar de que, a través de la música y el baile, los mismos estudiantes desarrollen el programa. Cada colegio elige un valor que van a defender: la libertad, la solidaridad, la responsabilidad… Ellos desarrollan colectivamente su guión, y uno le pone música, otro canta, otro toca un instrumento… Y se ha creado un trabajo en torno a ese valor, que va cambiando cada mes. Esto ha llevado a los colegios a salir a la comunidad a presentar su trabajo del mes, y así se ha creado una obligación de discutir el tema y de pensarlo, para que cada uno vea qué aporta, y las comunidades están comenzando a ser parte del proyecto, al ir a ver lo que están haciendo los muchachos y los resultados que obtienen.

El mes pasado tuvimos unas funciones espectaculares, porque se han sumado la Orquesta Sinfónica y el Ballet Nacional. Tuvimos una cosa que llamamos Reggaeton Sinfónico. Al ritmo de ellos, a la manera de los jóvenes, logramos meterle un fondo, que era lo que queríamos, y fue muy contagioso.

Antes de ministra, usted ha sido periodista de radio y televisión. En su ponencia ante el Congreso ha lamentado que la lucha por la audiencia lleve a bajar el nivel de los contenidos. Pero gran parte del público está compuesto por familias. ¿Cómo no hay más contenidos para la familia?

— Somos hipócritas. Tú haces una encuesta en mi país hoy, para preguntar qué quiere ver la gente, y el 99,99% te dice que quieren ver programas educativos, culturales, musicales, etc. Pero cuando tú haces las mediciones de audiencia, lo que más se ve es la chabacanería, las novelas, la vulgaridad, etc. Hay un ambiente de mucha hipocresía colectiva, en la que no queremos mirarnos al espejo. Nos toca hacer un esfuerzo supremo de creatividad para mostrar lo bueno sin perder las audiencias. Créeme que es una faena, pero no es imposible.

El secreto está en dejar el encartuchamiento, pues a veces estamos metidos en filosofar… Los tiempos ya cambiaron. Tú tienes que ponerte a tono con los tiempos y hablar a tono con los tiempos sin rayar en lo chabacano. Tienes que crear empatía con la gente, hablando de la manera en que habla la gente, no de aquella manera discursiva con que a veces, so pretexto de ser elegantes, nos volvemos distantes y marcianos. El secreto estén en cómo con el lenguaje del momento llegar a más gente.

Yo jamás usé la vulgaridad, y mi share nunca bajó del 50%. El secreto es relajarse un poco, y en lo negociable ceder, y en lo no negociable ser tan dura y tan suelta de lengua como quien más.

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