Redescubrir el silencio

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A medida que la intensidad de la comunicación crece y el ruido que nos rodea se hace continuo, permanecer en silencio y meditar se han convertido en una necesidad. Algunos lo hacen en solitario, con afán de vaciar su interior y abrirse a lo nuevo; otros, en cambio, buscan ayuda en retiros colectivos, los tradicionales en la vida cristiana o simples reuniones en entornos tranquilos donde descansar. La demanda ya ha activado a los empresarios turísticos que ven en las terapias del interior un buen filón para reinventar negocios.

Cuando Erling Kagge, un explorador noruego, bajó de su avioneta en el Polo Sur y decidió desconectar la batería de su radio, no pretendía sin más añadir riesgo a su recorrido en solitario por la Antártida, sino que se disponía a disfrutar de cincuenta días de silencio, un deseo aún mayor que el que le lanzaba a una aventura en el hielo. Veintitrés años después, este abogado, editor y coleccionista acaba de presentar un libro en la Feria de Frankfurt con consejos sencillos para el silencio que se traducirá pronto a varios idiomas.

Callar para ver más claro

Kagge, que no es un monje trapense ni un converso al budismo, descubre hasta 33 formas diferentes de responder a una pregunta básica –¿por qué el silencio ahora es más importante que nunca?– y las desvela en su obra Silence… in the age of noise (1). “No se trata de dar la espalda a los que te rodean –dice–, sino más bien lo contrario: callar para ver el mundo con más claridad, mantener tu rumbo e intentar amar tu vida”.

En su opinión, el silencio en una actitud mental, para lo que no es necesario hacer escapadas orientales. “Comencé a buscar respuestas para mí mismo y mis hijas, mientras leía, hablaba y escribía sobre el silencio. Descubrí que cada uno tiene que encontrar su propio silencio, su propio Polo Sur en la vida diaria”. Para Kagge, ese es uno de los mayores desafíos para la gente de hoy: “estar solo sin hacer nada durante cinco minutos seguidos”.

La realidad es que el silencio es una práctica poco fácil, ahora que estamos acostumbrados a interrumpir nuestra jornada innumerables veces para comunicarnos con el exterior a través de la tecnología. Un parloteo incesante que dispersa la atención y hace costoso permanecer junto a alguien sin pronunciar palabra y también, en perfecta soledad, asomarse a uno mismo. Por contraste, cada vez se buscan más las experiencias interiores o los viajes espirituales como un modo de sanación.

La vía de la meditación

La práctica de la meditación, como camino budista hacia la liberación, se ha extendido en la cultura occidental. Los cursos de Vipassana, siguiendo las inspiraciones del maestro S.N. Goenka, se multiplican replicando el modelo de este gurú de origen indio. Aunque algunos pueden prolongarse hasta un mes, la mínima duración exigida es de diez días, y durante todo el aprendizaje se requiere el silencio y el seguimiento de unas normas estrictas para la autotransformación. Esta técnica dirige la atención a las sensaciones físicas que se interconectan con la mente y la condicionan, y mediante la purificación, promete un camino para el autocontrol y la paz, a pesar de que las dificultades externas sigan existiendo.

Aunque los seguidores de Goenka no cobran por sus clases, piden un donativo al final de cada curso con el que se invita a un nuevo seguidor. También se sufragan así los gastos de los centros destinados a esa práctica. En España, por ejemplo, hay dos grandes recintos, uno de ellos de reciente construcción, con capacidad para 50 estudiantes en un paraje de la Sierra de Gredos.

“El silencio conduce a la posibilidad más radical de escuchar, una escucha focalizada que nos hace ver un mundo diferente” (Salomé Voegelin)

Pero la oferta es amplia. Hay otras muchas terapias combinadas con la meditación, la relajación o el yoga que requieren silencio. Peter Cadney, por ejemplo, dejó su oficina en 2013 en un momento vital difícil y se lanzó a un curso de Vipassana de diez días. Desde entonces dirige un centro de bienestar en Manchester y trabaja como terapeuta. “Cuando me senté por primera vez en aquella sala de meditación me di cuenta de que los pensamientos vagaban en mi mente, como si no hubiera espacio para el silencio”. Ahora anima a los que acuden buscando consejo a que se vacíen de emociones, recuerdos o pensamientos, “para dejar espacio y que el cambio tenga lugar”.

Silencio budista

No es el único que ha hecho de esto su modo de vida. Tras una experiencia de diez años como monje budista en el Amaravati Buddhist Monastery de Inglaterra, Amaranatho se dedicó primero de manera independiente a dirigir retiros y seminarios; finalmente, tras dejar atrás su vida monástica, dirige un negocio denominado Mindfulness out of the box, con sede en Holanda. Junto con una decena de profesionales participó en abril en el congreso “El corazón del silencio”, organizado en Londres por la asociación de psicoterapeutas profesionales ACPP, con el fin de mostrar las ventajas curativas del silencio.

La práctica del silencio también se ha convertido en una moda. Las ferias y webs de viajes hablan ya de un turismo emocional o turismo del interior y ofrecen los mejores destinos para retiros, semanas de meditación o lugares inspiradores desde hace unos pocos años. Casi siempre son zonas con una naturaleza privilegiada y otras veces se trata de comarcas con un profundo sentido religioso, como Asís, en Italia, aunque las actividades no presenten un contenido cristiano más allá de un tour a lugares históricos ligados a san Francisco.

En el punto más extremo, recientemente una de las comedias populares de la BBC presentaba a la protagonista, acompañada de su hermana, en un retiro silencioso de fin de semana, por cortesía de su padre. Ambas se sometían estoicamente a actividades de mindfulness, a las órdenes de serios vigilantes. En la parodia, que comentaba The Guardian, se mostraba un grupo de mujeres barriendo suelos o arrancando malas hierbas en silencio y absoluta concentración como una de las vías para transformar la vida.

Mindfulness

Más allá de la caricatura, el mindfulness –traducción libre de sati (atención plena) en lengua pali– es la versión occidentalizada de la técnica de meditación budista, que se practica desde hace unos 30 años, según explicaba en RNE Santiago Segovia, catedrático de Psicobiología de la Universidad de Educación a Distancia. Segovia lo define como vivir el presente con serenidad, “sin perdernos en nuestros pensamientos”. A través de la meditación, la técnica consiste en poner la mente en silencio y lograr una atención plena sostenida, sin enjuiciar ni dejarse llevar por pensamientos negativos (cfr. Aceprensa, 13-05-2016).

En su opinión, un entrenamiento diario de entre 10 y 20 minutos es suficiente para que “ante los problemas, seamos capaces de controlar la reacción emocional y sin dejarnos llevar, conseguir una actitud que enfoca las soluciones”. En el ámbito profesional, por ejemplo, el mindfulness se potencia desde las empresas para ayudar a los empleados a mantener el silencio y ganar concentración y rendimiento.

Pero no todos coinciden con esta visión del silencio como camino de automejora. Tras un período de investigación, un doctorado y haber impartido clases sobre Arte Sonoro en el London College of Communication, la artista y escritora suiza Salomé Voegelin defiende que el silencio no es contrario al sonido y no debe limitarse a objetivos como la relajación o incluso la anulación. “El silencio conduce a la posibilidad más radical de escuchar, una escucha focalizada que nos hace ver un mundo diferente”, asegura.

Moda egoísta

Para la estudiosa suiza, autora de dos libros (2) y promotora de exposiciones y creaciones en torno al arte sónico, hay que mirar con cierta reserva las iniciativas en boga como fiestas y cenas silenciosas o las veladas en pubs dedicadas a la lectura sin ruido que se están popularizando en capitales europeas. Parecen más bien una “corriente egoísta” o una experiencia curiosa sin más, pues “habría que saber cuánto de este silencio transcurre con la obsesión por el propio silencio, en lugar de escuchar a los otros o el sonido de alrededor”.

Las agencias de viajes hablan ya de un turismo emocional o turismo del interior y ofrecen los mejores destinos para retiros, semanas de meditación o lugares inspiradores

En sus libros, Voegelin defiende que “el silencio no presenta una posición ética superior o revela ninguna tierra prometida, sino que nos muestra el mundo en su invisibilidad”. En realidad, no cree que haya verdadero silencio, sino un estado que permite escuchar a los demás: “nos concede una tregua y permite que empecemos a escucharnos unos a otros”.

El silencio como camino de escucha es también lo que proponen los retiros de diferente duración de la fe católica. Para la religiosa Joyce Rupp, autora de libros y promotora de retiros espirituales durante años en Estados Unidos, “el atractivo del budismo y del monasticismo es tan grande porque se vive a un ritmo frenético”; pero, en su opinión, casi nadie puede desaparecer de ese modo radical para buscar la soledad y el silencio, por lo que propone otras técnicas para recuperar la calma. “Planteo retiros más cortos –de hora y media– y también entrenarse para la reflexión en la vida diaria, a la vez que se va en bicicleta, se corre o se pasea en un parque, en lugar de dejar vagar la mente”.

Páginas webs católicas de casi todos los países ofrecen directorios de retiros y otras actividades en silencio en lugares tranquilos e inspiradores, y hasta guías descargables para hacer retiros online. Aunque hay tantos motivos como personas, el silencio en esas actividades no persigue tanto el autoconocimiento o la relajación, sino la escucha de la voz de Dios, “profundizar en la relación con Jesucristo y disfrutar de un tiempo dedicado a la oración y la reflexión, a la práctica de los sacramentos; también hay personas que buscan esos días como preparación previa a decisiones importantes”, explica la web de Creighton University.


(1) Erling Kagge, Silence in the Age of Noise. The Joy of Shutting out the World, Kagge Forlag (2016).
(2) Listening to Noise and Silence: Towards a Philosophy of Sound, Art Continuum, Nueva York (2010), y Sonic Possible Worlds: Hearing the Continuum of Sound, Bloomsbury, Londres (2014).

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