Cambiar el genoma humano de modo que la mejora conseguida se transmita a los descendientes es una de las grandes metas del posthumanismo. Y justo cuando se dispone de técnicas para lograrlo, destacados científicos, entre ellos algunos que las han creado, piden que nadie las use por el momento.
Hasta hace poco, cambiar el ADN de un ser vivo era factible solo en algunos casos, como los que se aplican en terapia génica. Empleando ADN recombinante o retrovirus se puede actuar sobre determinados segmentos del genoma. Pero introducir cualquier modificación en cualquier lugar de un cromosoma resultaba demasiado difícil. El principal escollo era la precisión: colocar la nueva secuencia de ADN justo en el lugar deseado.
Dos técnicas, los dedos de zinc y los efectores TAL, resolvieron el problema, pero tienen una complejidad y un coste tan grandes que resultan poco prácticas. Al fin, en 2012, las profesoras Jennifer Doudna (Berkeley, EE.UU.) y Emmanuelle Charpentier (Universidad de Umeå, Suecia), inventaron un método preciso, relativamente fácil y barato. Se llama CRISPR-Cas9, y en suma aprovecha una propiedad de las bacterias, que “memorizan” el genoma de los virus que las han atacado para defenderse de ellos la siguiente vez. En unos pocos casos falla, al cortar el genoma de destino por un lugar equivocado. Fuera de eso, los experimentos con animales han tenido éxito.
Parece claro que también funcionaría en humanos y permitiría actuar sobre las células germinales, de modo que la modificación hecha en una persona pasaría a su descendencia. Pero la propia Doudna y otros científicos no acogen esta posibilidad con el entusiamo de los posthumanistas. Al contrario, en un manifiesto publicado el pasado 19 de marzo en Science abogan por una moratoria indefinida sobre la manipulación de las células germinales. Lo mismo declararon una semana antes en Nature otros investigadores que desarrollaron la técnica de los dedos de zinc.
En particular, los que escriben en Science temen que el método CRISPR-Cas9, por ser sencillo y barato, se empiece a usar en seres humanos antes de comprobar si es seguro. Se oponen no solo al empleo en células germinales con fines eugenésicos, que podría desencadenar la transmisión imparable de una anomalía que se manifestara a largo plazo. También vetan por ahora las aplicaciones terapéuticas: advierten que sustituir un gen defectuoso por uno normal parece inocuo, pero no es seguro que lo sea.
La moratoria propuesta no tiene fuerza vinculante, pero se cumpliría fácilmente allí donde los ensayos con personas están sometidos a regulación estricta. Lo que preocupa a estos científicos es que algunos colegas irresponsables se aprovechen de la laxitud de las leyes en otros países (se rumorea que en China se ha usado el CRISPR-Cas9 en embriones humanos).
Las razones que alegan no sintonizan con el posthumanismo. Uno de los firmantes, el experto en células madre George Daley, dice que es necesario plantearse “si vamos a dar el trascendental paso de modificar nuestra línea germinal y en cierto sentido tomar el control de nuestro destino genético, cosa que supone un peligro enorme para la humanidad”.