Aparentemente, los resultados de las elecciones británicas contradicen los pronósticos sobre el fin del bipartidismo en el Reino Unido: el Partido Conservador ha logrado una mayoría absoluta que nadie esperaba. Pero su amplia ventaja en escaños ha sido posible gracias a que el sistema electoral conocido como “first-past-the-post” le ha favorecido frente a los partidos minoritarios.
Los descontentos con los partidos tradicionales ahora están menos representados que nunca
Ni gobierno en minoría ni de coalición, como predecían todas las quinielas de antes de las elecciones. El viernes 8 de mayo, los conservadores de David Cameron ganaron 331 escaños (28 más respecto a 2010) de los 650 de la Cámara de los Comunes, frente a los 232 (-25) de los laboristas. El líder tory consigue así lo que no logró en 2010, cuando se vio obligado a pactar con los liberal-demócratas para formar gobierno.
Muy por detrás de los dos grandes partidos queda el Partido Nacionalista Escocés (SNP), el otro gran vencedor de la jornada. De 6 escaños pasa a 56, de los 59 que tenía en juego, y sustituye a los liberal-demócratas como tercera fuerza política. Estos sufren un descalabro en toda regla: se quedan con 8 escaños y pierden 49.
El UKIP y los Verdes, dos partidos emergentes en el Reino Unido, solo se llevan un escaño cada uno. El resto se los reparten entre otros cinco partidos, siendo el Partido Unionista Democrático el que más acapara (8 escaños).
La sangría de escaños experimentada por los laboristas y los liberal-demócratas ha provocado la dimisión de sus respectivos líderes, Ed Miliband y Nick Clegg. También dimite como líder del UKIP Nigel Farage, aunque su dimisión no ha sido aceptada.
El ganador se lo lleva todo
La distribución de escaños solo es una parte de la historia. Una lectura más detenida de los resultados permite descubrir la distorsión que ha provocado en las preferencias de los votantes el sistema mayoritario con circunscripciones uninominales, diseñado en un momento en que casi todos los británicos votaban a uno de los dos grandes partidos.
El UKIP y los Verdes suman juntos el 16,4% de los votos, pero solo se llevan un escaño cada uno; el SNP gana el 4,7%, pero se queda con 56
A diferencia de lo que ocurre en los países con sistemas proporcionales, donde todos los partidos reciben escaños según sus votos, en el Reino Unido los escaños de la Cámara de los Comunes van a los candidatos que resultan vencedores en cada una de las 650 circunscripciones en que se divide el país; el resto de votos no computa.
Para ganar en una circunscripción basta con haber obtenido un voto más (mayoría simple) que el resto de candidatos. Por lo que no es extraño que el vencedor no sea el preferido del conjunto de los votantes en una circunscripción, como advierte Stephen Morey en The Conversation.
Un ejemplo: en la circunscripción de Cornwall, el 57% de los votantes eligió a un candidato que no era conservador, frente al 43,1% de los que votaron a un tory. Pero como este tenía más votos que cualquiera de los otros candidatos, fue el conservador el que pasó a ocupar el escaño de Cornwall en la Cámara de Representantes.
Este sistema –unido al declive de laboristas y liberal-demócratas– explica por qué los conservadores se han alzado con la mayoría absoluta con solo el 36,9% de los votos, un porcentaje similar al que obtuvieron en 2010 (36,05%). De ahí que algunos analistas piensen que a la victoria de Cameron le falta legitimidad popular: el líder tory va a imponer su programa de gobierno al 63,1% de ciudadanos que no le han votado.
El porcentaje de votos obtenido ahora por los conservadores contrasta con las mayorías que eran frecuentes en el pasado, como recuerda Mick Hume en Spiked. Compárese la nueva mayoría absoluta con la última simple que obtuvieron los conservadores en 1992, con John Mayor (el 41,93% de los votos), o los laboristas de Tony Blair en 1997 (el 43,2%). Pero es que incluso cuando los tories perdían antes –el bipartidismo estaba fuerte– lo hacían con altos porcentajes de votos: en 1945, los conservadores de Winston Churchill perdieron con el 40,26% de los votos.
Los conservadores de David Cameron ganan la mayoría absoluta con solo el 36,9% de los votos
El irrelevante voto de castigo al bipartidismo
El sistema electoral británico no solo premia a los partidos más asentados (los votantes optan por el voto táctico cuando hay un solo diputado en juego), sino también a los que tienen más fuerza en un área geográfica. Esto beneficia claramente al Partido Nacionalista Escocés (SNP), de base regional, en detrimento de otros partidos minoritarios.
El UKIP y los Verdes suman juntos el 16,4% de los votos (algo más de 5 millones en todo el país), pero solo se llevan un escaño cada uno. El SNP gana el 4,7% (1,4 millones), pero se queda con 56 de los 59 escaños escoceses. Lo que le convierte en el tercero con más escaños en el país, pese a ser el quinto más votado. El UKIP, que es el tercero más votado (el 12,6% del total), es el décimo en número de escaños. Y eso que el partido de Farage ha quedado segundo en 118 circunscripciones.
Según estimaciones realizadas por Mark Townsed en The Guardian, si el Reino Unido tuviera un sistema de representación proporcional, el UKIP habría ganado 82 escaños; y los Verdes, 24. En cambio, el SNP perdería 25 y los tories 90. Con este panorama, es muy probable que los conservadores hubieran terminado pactando.
Pero es que incluso en Escocia, el voto está distorsionado. El SNP logra casi todos los escaños correspondientes a Escocia, con el 49,97% de los votos; el resto de escoceses –o sea, una mayoría por los pelos– votó a otros candidatos. Esto también arroja dudas sobre la legitimidad de los independentistas, ya que el 50,03% de los escoceses no apoya su programa.
Para Martin Smith, politólogo de la Universidad de York, estas distorsiones pueden agravar aún más el desencanto de muchos ciudadanos con la política: si el voto de castigo al bipartidismo es irrelevante ¿para qué votar? “La mayoría [de Cameron] es un artefacto del sistema electoral, y no un reflejo auténtico de las decisiones de los votantes. (…) Entre tanto, millones de votantes de los Verdes y el UKIP son representados por un solo diputado cada uno”, escribe en The Conversation.
“Lo paradójico es que mientras el clima antipolítica parece haber llevado a muchos votantes a rechazar a los partidos tradicionales, el resultado es que ahora están menos representados que nunca. Y pueden comprobar cómo están siendo expulsados directamente del sistema político”.
Para evitar esto, una petición ciudadana –lanzada tan solo un día después de las elecciones– exige un cambio en el modelo electoral. Según la noticia mencionada del Guardian, en las primeras cinco horas de la petición ya la habían firmado 30.000 ciudadanos (unos 100 por minuto). Pero parece improbable que los conservadores, a quienes el sistema tradicional les ha ido tan bien, la vayan a atender.