El debate sobre la población cambia de signo

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Críticas a las campañas de control de la natalidad
Durante varios decenios, la necesidad de frenar el crecimiento demográfico en el Tercer Mundo ha pasado por ser una tesis probada. Pero ya son cada vez más los especialistas que discuten las bases teóricas de las campañas de control de la natalidad, critican sus métodos y ponen en cuestión sus intenciones. Así lo pone de manifiesto un trabajo (1) de Seamus Grimes, profesor de Geografía en la Universidad Nacional de Irlanda (Galway), que ha revisado la literatura científica reciente sobre las políticas de población. Ofrecemos aquí un resumen de ese estudio; hemos prescindido del abundante aparato bibliográfico.

Grimes examina, por una parte, los factores ideológicos que han influido en las políticas demográficas, y por otra, las críticas que recientemente han ido surgiendo hacia esas políticas. Los críticos, cada vez más numerosos, señalan que las políticas demográficas están basadas en un análisis simplista del crecimiento de la población en los países menos desarrollados (PMD). Algunos sostienen que se ha partido de un problema mal planteado, y que los programas puestos en marcha responden a los intereses de los países desarrollados, no menos que a una sincera preocupación por combatir la pobreza en los PMD.

Enfoque paternalista y occidental

El principal motor de tales planes es una «red», surgida en Estados Unidos, de «fundaciones, organismos privados e institutos universitarios», que forman lo que Grimes llama el «establishment demográfico». Estas instituciones han servido, además, para canalizar la financiación pública de Estados Unidos destinada al control de la natalidad, amparando así al gobierno de las acusaciones de implicación directa.

Tras las campañas de control de la natalidad ha habido dos clases de motivaciones. Por una parte, el «humanitarismo paternalista» del establishment demográfico, convencido de que lo mejor para la gente es tener pocos hijos. Por otra parte están los intereses de una «poderosa burocracia estatal (…) para la que controlar la expansión del Tercer Mundo se había convertido en un aspecto principal de su política exterior». Pero esta burocracia ha buscado legitimar sus programas dejando que llevasen la voz cantante diversos organismos de la ONU, «en especial el Fondo de las Naciones Unidas para la Población (FNUAP), cuyos orígenes y desarrollo están estrechamente relacionados con importantes dotaciones económicas de Estados Unidos».

Este enfoque paternalista y occidental ha acabado por suscitar enérgicas críticas en los PMD. Los especialistas del Tercer Mundo se quejan de haber sido marginados por el establishment demográfico extranjero, que ha actuado sin contar con ellos. Así, ya son numerosas las publicaciones de estudiosos africanos que denuncian los fallos de los análisis occidentales, provocados por prejuicios ideológicos y por el desconocimiento de las culturas de África. A la vez, los especialistas del Sur han empezado a desarrollar enfoques propios sobre las cuestiones de política demográfica.

Por último, Grimes registra la aparición de una corriente de críticas de tipo ético a los programas de control de la natalidad. En parte, esas críticas proceden del feminismo, en reacción contra el desprecio a la libertad y la salud de las mujeres con que, en no pocos casos, se llevan a cabo tales programas.

Temor a una invasión de pobres

Al entrar en detalles, Grimes aborda en primer lugar las críticas al planteamiento, comúnmente aceptado, de que el rápido crecimiento de la población impide el desarrollo económico, sobre todo en los PMD. Este principio está siendo cada vez más discutido. De hecho, según las investigaciones de F. Furedi, en los últimos quince años apenas se ha publicado un estudio serio que justifique el control de la natalidad basándose en que el aumento de población es un obstáculo al crecimiento económico.

Incluso un partidario del control de la natalidad, M. Perlam, reconoce encontrar grandes dificultades para «persuadir a otros -y a mí mismo- de que el argumento a favor de frenar el crecimiento demográfico no adolece de un fallo fatal». La revisión de la literatura científica muestra que el estudio de las relaciones entre población, desarrollo y medio ambiente no ha llegado a ninguna conclusión de valor general.

Así pues, la convicción de los controlistas se explica por otros motivos. El premio Nobel de Economía Amartya Sen es uno de los que a este propósito señalan la preocupación del mundo rico por su pérdida de peso específico ante el crecimiento demográfico de los PMD. En particular, afirma Sen, preocupa la perspectiva de una «invasión» de inmigrantes procedentes del Sur. Este miedo, que Sen considera infundado, ha motivado que en la ayuda al desarrollo se dé prioridad a la reducción de la natalidad, por delante de otras necesidades más básicas. Los controlistas occidentales consideran a los habitantes de los PMD, más que como seres razonables, como «impulsivos e incontrolables, como una fuente de graves problemas sociales, y necesitados de severa disciplina». Por eso, añade Sen, los controlistas rehúsan entender el problema de la población como un problema de subdesarrollo, y se resisten a procurar el bienestar de los PMD mediante el crecimiento y la modernización.

Ciencia interesada

Otro grupo de estudios recientes dirigen sus críticas contra el uso de la demografía en Estados Unidos para proporcionar una justificación teórica al control de la natalidad. Uno de los autores que han insistido en este aspecto es Paul Demeney, ex vicepresidente del Population Council (PC) -importante organización antinatalista de Estados Unidos- y aún hoy director de Population and Development Review, revista editada por ese organismo. Dadas las credenciales de Demeney, sus críticas resultan especialmente significativas. Según Demeney, los demógrafos han cedido a las presiones de las instituciones donantes de fondos y se han plegado a los criterios impuestos por ellas, en detrimento de las exigencias del trabajo científico.

Desde finales de los años 60 -concluye Demeney-, cuando USAID, el organismo oficial estadounidense de ayuda al desarrollo, se convirtió en la principal fuente de financiación de los estudios demográficos, esta ciencia acabó convirtiéndose en «sirvienta» de los programas de control de la natalidad. Lo mismo afirma S. Greenhalgh, que también trabajó en el PC y hoy es profesora de antropología en la Universidad de California. Greenhalgh señala que hacia 1950, varios destacados demógrafos norteamericanos dejaron de lado su propia teoría anterior de la transición demográfica (2), para crear una nueva que justificaba el intervencionismo. Se basaba en que, si bien los campesinos de los PMD son agentes racionales, no limitarán la natalidad por sí solos porque carecen de los métodos anticonceptivos necesarios para planificar sus familias. Así empezó a difundirse la idea de que en los PMD existe una «demanda insatisfecha» de anticonceptivos.

Grimes cita otros ejemplos de trabajos recientes que ponen de manifiesto la utilización de la demografía en servicio de los intereses controlistas. Un libro de J.C. y P. Caldwell sobre la Fundación Ford señala que los donativos de esta y otras fundaciones a universidades norteamericanas para crear centros de estudios demográficos tenían «una finalidad no declarada: convertir a los estudiantes al credo de la planificación familiar».

Tienen hijos porque quieren

A la vez, los donantes no acogían con buenos ojos las investigaciones que sacaban conclusiones distintas de las que les interesaban. David Warwick relata en un libro lo que ocurrió con un estudio que le encargó el FNUAP sobre la actividad de este organismo, de USAID y de las principales fundaciones que apoyaban el control de la natalidad. Cuando Warwick presentó el primer borrador, el FNUAP decidió abandonar el proyecto, porque no quería sacar a la luz pública los puntos oscuros de esas instituciones.

Recientemente han aparecido críticas a la teoría de la «demanda insatisfecha» de anticonceptivos, que explican de otra manera el comportamiento reproductivo de la población de los PMD. Una de las más notables es la de Lant Pritchett, economista del Banco Mundial, publicada en Population and Development Review unos meses antes de la conferencia de El Cairo (

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