El capitalismo, un modelo desigual

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Cuando la economía crece para todos se aceptan más fácilmente las disparidades en los ingresos. Pero cuando una crisis económica como la actual sacude el modelo capitalista, también se pone en cuestión el aumento de la desigualdad que se observó en los últimos veinte años. Sendos informes recientes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y de la OCDE llaman la atención sobre esta tendencia.

Nadie niega que cierto grado de desigualdad de ingresos sirve para premiar el esfuerzo laboral, el talento y la innovación, y por lo tanto es un estímulo para el desarrollo. El problema aparece cuando esa desigualdad es muy grande y, además, no está suficientemente justificada por mejoras en la rentabilidad de las empresas.

Y esto es lo que se ha comprobado en la actual tormenta financiera, con el naufragio de grandes compañías cuyos altos ejecutivos han cobrado retribuciones desmesuradas por una actuación que ha acabado por llevarlas a la ruina. Se habla ahora de poner coto -incluso legal- a estas retribuciones (cfr. Aceprensa 57/08). Pero esta es solo la nota más extrema de la deriva del capitalismo actual hacia crecientes desigualdades en muchos países.

El informe de la OIT sobre El trabajo en el mundo 2008 (1) comprueba que desde comienzos de los años 90 las desigualdades de renta se han acentuado en la mayoría de las regiones del mundo, a pesar de un fuerte aumento del empleo (30%). En dos tercios de los 73 países estudiados, la desigualdad entre los hogares ricos y los pobres se ha agrandado.

La brecha entre el 10% de los asalariados con ingresos más altos y los del 10% peor pagado aumentó en 18 de los 27 países para los que se disponen de datos. Esta diferencia creció particularmente en Hungría, Polonia, Portugal y EE.UU. En cambio, España y Francia registraron un movimiento inverso.

Inmoderación salarial en las rentas altas

La disparidad de rentas -dice el informe- se ha acentuado por el efecto de los sistemas de “remuneración basada en el rendimiento” aplicados a los directivos. Por ejemplo, en EE.UU. entre 2003 y 2007 el salario de los directores ejecutivos (CEO) creció en términos reales un 45%, frente a un aumento del 15% en el caso de los ejecutivos ordinarios, y menos de un 3% para el trabajador medio.

Otra tendencia significativa que señala el informe es que, desde comienzos de los años 90, la participación de los salarios en el PIB retrocedió en 51 de los 73 países estudiados. La disminución más fuerte se produjo en Latinoamérica (13 puntos menos), seguida de Asia y el Pacífico (-10 puntos) y de las economías más avanzadas (-9 puntos).

La OIT prevé que la desigualdad seguirá aumentando, pues la actual desaceleración de la economía mundial afecta de manera desproporcionada a los grupos de ingresos bajos. En este contexto, recuerda el informe, los poderes públicos tienen un papel importante que desempeñar, ya que en la mayoria de los países las políticas fiscales se han hecho menos redistributivas. El reto político es “garantizar incentivos apropiados para trabajar, aprender e invertir, y, al mismo tiempo, evitar desigualdades de renta socialmente dañinas y económicamente ineficientes”.

Un crecimiento mal repartido

El diagnóstico de la OIT se ha visto confirmado pocas semanas después en el informe Crecimiento y desigualdades referido a los países de la OCDE. En los últimos veinte años, la brecha entre ricos y pobres se ha ampliado en dos tercios de los países de la organización, que agrupa al mundo más desarrollado y algunas economías emergentes (México, Turquía).

Las desigualdades de renta se han acentuado sensiblemente desde 2000 en Canadá, Alemania, Noruega, EE.UU., Italia y Finlandia, mientras que se han reducido en el Reino Unido, México, Grecia y Australia. Pero todavía hay grandes diferencias entre países: en México las desigualdades son el doble que en Dinamarca, medidas según el llamado coeficiente de Gini.

La distancia entre los ricos y la clase media se ha ampliado también en ciertos países, sobre todo en Alemania, Canadá, EE.UU., Finlandia, Italia y Noruega. El informe de la OCDE considera que el aumento de las desigualdades es “moderado pero significativo”.

¿A qué se debe esta mayor desigualdad? Para los expertos de la OCDE, los cambios en la estructura de la población y en el mercado de trabajo han contribuido mucho a esta acentuación de la desigualdad.

De una parte, el aumento de los hogares unipersonales y de las familias monoparentales supone más personas con menos ingresos. Por otra, las alzas de salarios han sido más rápidas para las personas que ya estaban mejor pagadas por sus competencias; en cambio, las tasas de empleo de las personas menos instruidas han bajado. Además, los empleados con trabajo temporal o a tiempo parcial pierden terreno respecto a los trabajadores a tiempo completo. Así, la brecha de remuneraciones entre el 10% de los trabajadores mejor pagados y el 10% peor pagados, creció desde 1990 en torno a un 10%.

El aumento de la desigualdad se relaciona también con el retroceso de la participación de los salarios en el PIB, que, en los 15 países de la OCDE para los que se disponen de datos, ha bajado 10 puntos desde 1976. Los salarios representan una parte mucho más importante de la renta de las personas que están en la parte baja de la escala de ingresos. Eso significa que un aumento de las rentas de capital en los recursos económicos de los hogares se traducirá en una acentuación de las desigualdades.

La pobreza en los países ricos

Al mismo tiempo, la pobreza se ha ampliado: a mitad de los años 2000, un 11% de la población estaba bajo el nivel de “pobreza monetaria” (definido como la mitad del salario medio), contra algo menos del 10% en 1985. La mayor proporción de pobres se da en EE.UU., en Turquía y en México (entre el 16% y el 19% de la población).

¿A qué categorías sociales afecta más la pobreza? La idea tradicional del viejo pobre ya no es cierta en la OCDE. Las personas de 55-75 años son las que han visto aumentar más sus rentas en los últimos veinte años, y la pobreza ha retrocedido entre los jubilados en muchos países. En cambio, ha progresado entre los jóvenes adultos y en las familias con niños. Como media, en 2005, uno de cada ocho niños vivía bajo el umbral de pobreza en los países de la OCDE. Hay que tener en cuenta que la probabilidad de pobreza entre los hogares monoparentales es tres veces más elevada que en el conjunto de la población.

La desigualdad de rentas y la pobreza van de la mano. Los países donde la distribución de la renta es más desigual tienen generalmente una pobreza monetaria más acusada. Además, la movilidad social es menor en ellos, sobre todo en EE.UU., Italia y el Reino Unido. En cambio, el “ascensor social” funciona mejor en los países nórdicos, donde la renta está más repartida.

Los gobiernos han aumentado los impuestos y el gasto social para compensar estas crecientes desigualdades. Pero esto equivale a tratar los síntomas y no la enfermedad. Según el informe, el mejor medio para luchar contra la pobreza es ayudar a la gente a tener un empleo. Por eso hace hincapié en políticas educativas que doten a los individuos de las competencias que reclama el mercado de trabajo y en políticas activas de empleo que ayuden a los parados a encontrar empleo.

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NOTAS
  1. World of Work Report 2008: Income Inequalities in the Age of Financial Globalization. OIT. Ginebra (2008).

  2. Growing Unequal? Income Distribution and Poverty in OECD Countries. OCDE. París (2008).

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