Con el recreo no se juega

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En las guarderías alemanas es corriente acotar unos tiempos “libres de juguetes” para fomentar la creatividad y otras habilidades sociales, y de paso desincentivar posibles conductas adictivas en el futuro. En Estados Unidos, dos grupos de expertos en salud han elaborado una guía sobre el recreo, con indicaciones sobre cuál es el mejor momento, y qué tipo de actividades son las más recomendables.

Según han documentado diversas investigaciones, el tiempo de recreo, si se emplea correctamente, tiene grandes beneficios para la salud física y las habilidades sociales y cognitivas de los escolares: es un antídoto contra el sedentarismo y la obesidad, promueve la empatía y mejora la atención en clase.

Basándose en estos estudios, dos organismos estadounidenses, el Centro para el Control de las Enfermedades (CDC) y la Sociedad de Educadores Físicos y Sanitarios (SHAPE), publicaron a comienzos de febrero unas recomendaciones sobre los recreos escolares. En total son 19, organizadas en cinco secciones.

Retirar los juguetes fuerza a los niños a ser más creativos y colaborativos en sus juegos

En la primera, los expertos proponen entre otras cosas que los colegios diseñen y dejen por escrito una guía sobre los recreos: no basta con abrir las puertas y dejarles hacer lo que quieran. En ese plan se deben establecer los momentos y los lugares apropiados (también para cuando haga mal tiempo). En cuanto a lo primero, se recomienda que al menos uno de los momentos sea antes de comer: además de servir para descansar de las clases, un periodo de actividad física aumentará el apetito de los escolares, y esto facilitará que tomen con gusto alimentos saludables que quizás no son sus preferidos.

El informe también pide a los colegios que formen a los profesores o al personal encargado de los recreos para que sepan supervisarlos y detener posibles conflictos. Uno de los puntos más repetidos es la necesidad de promover que los descansos sean tiempos de actividad física. Para eso, la escuela debe contar con instalaciones adecuadas, y zonas dentro del patio especialmente reservadas para ello (por ejemplo, marcándolas en el suelo). También puede ayudar ofrecer a los estudiantes una variedad de actividades (a veces programadas, otras no) para desarrollar en el patio.

Nunca se debe eliminar el momento de esparcimiento como castigo, ni computar la clase de educación física como recreo o viceversa: ambas actividades son diferentes y necesarias.

Tiempos sin juguetes

Aunque el documento de los expertos estadounidenses recomienda proveer a los escolares del material necesario para jugar, Michelle Carter, de SHAPE, explica que tampoco pasa nada si no lo hay, mientras exista un lugar adecuado y la supervisión de algún adulto.

En esto coinciden con la asociación alemana Aktion Jugendschutz (traducible como “Protejamos a los jóvenes”), que lleva 25 años promoviendo un programa de “periodos libres de juguetes” en guarderías de todo el país: durante un tiempo, se hacen desaparecer de las aulas, de forma que los niños tienen que inventarse otras formas de distracción.

El primer impulso se produjo a raíz de la publicación de un informe sobre conductas adictivas en adultos. Una de las conclusiones señalaba que muchas adicciones estaban relacionadas con un déficit de habilidades sociales ya en la infancia. Por tanto, promoverlas desde pequeños podía tener un gran efecto protector.

Desde Aktion Jugendschutz, se pensó que una forma de fomentar la empatía, el pensamiento creativo, la capacidad de colaboración y la tolerancia frente al aburrimiento y las dificultades era retirar los juguetes a los niños durante un tiempo. El primer programa que puso en práctica esta idea se llevó a cabo en 1992. Desde entonces, cientos de guarderías en Alemania han implementado la iniciativa, que también se ha popularizado en Austria y Suiza.

Una cierta planificación del recreo puede ser positiva: lugares apropiados y supervisión de algún adulto

En el diseño original, el tiempo sin juguetes era de tres meses. En las aulas solo se dejaban, además del material propio, unas cuantas mantas y almohadas. Aunque varios estudios han documentado efectos positivos en las habilidades sociales de los niños y niñas, a finales de los noventa una influyente revista del país inició una campaña de desprestigio contra esta práctica, tildándola incluso de ser una forma de maltrato a los niños.

Sin llegar a esos extremos, también algunos padres se han manifestado en contra, o al menos escépticos. Como cuenta en The Atlantic Sara Zaske, periodista y madre de un niño matriculado en uno de estos programas, varias familias de la clase de su hijo se quejaban de que retirar los juguetes podía hacer que los niños se aburrieran y ya no quisieran ir a la guardería. El centro reformuló el programa: rebajó el periodo sin juguetes a seis semanas, lo trasladó de invierno a primavera (para que los chicos pudieran salir a jugar fuera) y estableció una salida al campo semanal.

Para Zaske, los resultados en su hijo fueron claramente positivos. Tal y como prometen los partidarios de estos programas, el chico, antes tímido y muy dependiente de los adultos en sus juegos, desarrolló una gran autonomía y jugaba fuera con más frecuencia. Además, después de cada excursión traía los bolsillos llenos de piedras y palos, y contaba a su madre interminables historias de dónde los había encontrado y qué significaban.

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