Adictos de fin de semana

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Cambio de tendencias en el consumo de drogas
Madrid. No es fácil cruzarse con un heroinómano sin darse cuenta. La información, las campañas («utiliza tu cabeza, no tus venas») y la penosa imagen del heroinómano han contribuido a que esa droga tenga mala fama: por eso su consumo baja. Pero sólo se ha empezado a ganar una batalla, cuando ha surgido un nuevo frente: el policonsumidor esporádico. Un joven que al principio se droga los fines de semana para pasarlo bien y que no es extraño que caiga en la adicción. Es otro tipo de adicto, aunque si te cruzas con él, no te das cuenta.

He conversado con Fernando Burgui, psicoterapeuta de Proyecto Hombre, que me ha informado de los riesgos del consumo de drogas esporádico (fines de semana, días festivos, vacaciones de verano…). Además, me brinda la oportunidad de charlar con Raúl (pseudónimo para este reportaje), un chico que acude a una terapia de grupo de Proyecto Hombre. Raúl dice que desde que asiste al grupo se encuentra bien.

– Lo primero que te dicen es que dejes a los amigos con los que consumías droga. Y eso fue lo que hice.

– Debió de ser duro…

– No creas. Esos no son amigos. Son amigos sólo de eso, de las juergas.

– ¿Ellos siguen?

– Sí, con la cocaína.

Raúl tiene ahora 20 años. Vive en una conocida calle madrileña, nada sospechosa. Empezó a flirtear con las drogas a los 15, cuando estudiaba 1º del antiguo bachillerato.

– Empecé con hachís, por probar. Me ofrecieron mis amigos. Pero enseguida me pasé a las pastillas. Y enseguida a la cocaína, porque las pastillas no me hacían nada.

Retrato del consumidor

Raúl encaja, o encajaba, en el perfil típico del consumidor de fin de semana. Según los estudios, el consumidor esporádico dista un abismo del harapiento cadavérico que circula por las calles: de 18 a 44 años; sin empleo (51%); que sólo ha cursado estudios primarios (43%); ha estado en prisión (49%) y es portador del VIH (31%), que es el «perfil» del heroinómano español. Es más, esta imagen ha contribuido -entre otras causas- a la mala fama de la heroína entre los consumidores de droga, incluidos los que tienen serios problemas.

El consumidor esporádico o poco habitual -sobre todo de los derivados del cannabis, cocaína y alucinógenos- es joven; consume simultáneamente dos o más sustancias -lícitas o ilícitas-; predominantemente varón, aunque la equiparación entre sexos es muy superior a la que se da entre heroinómanos; estudiante o joven profesional que funciona con «normalidad» los días laborables y que consume droga, para pasarlo bien, los fines de semana, fiestas y vacaciones de verano.

En todas las clases sociales

Fernando no tiene datos de la extensión del fenómeno, pero apunta:

– Afecta a todas las capas sociales. Casi todos los colegios tienen problemas de este tipo. También los colegios de elite.

Las estadísticas bailan. Según una encuesta de la Universidad de Exeter, el 25% de los alumnos británicos de 14 y 15 años consumió algún tipo de droga ilegal el año pasado. Un informe presentado en la Conferencia de Directores, que representa a 240 colegios privados británicos, habla del 43%. En España, las encuestas del Plan Nacional sobre Drogas dicen que el 36,1% de los jóvenes de 18 a 29 años ha probado alguna vez los derivados del cannabis y que el 9,4% lo consume de modo habitual.

Las diferencias no son extrañas. El consumo de determinadas sustancias es ilegal y, si no lo es, los consumidores lo guardan en secreto igualmente.

– Lo que me costaba más esfuerzo era poner otra cara para que no se notara. Me pasaba el día disimulando -comenta Raúl.

El consumo esporádico casi no se nota, a diferencia del espectáculo que ofrecen los heroinómanos. Y tampoco hay «hipermercados» en los suburbios, donde se pueden contar los clientes que llegan a diario, como ocurre con la heroína.

– ¿Dónde conseguías la cocaína?

– En las discotecas, en casas que vas conociendo. Era muy fácil.

¿Mi hijo?

Otra razón que contribuye a que falten datos de la extensión es que no hay suficientes casos de intoxicación ni adscritos a programas de rehabilitación como para activar la alarma. Un consumidor británico de 16 años da otra pista: «No creo que los padres sepan mucho sobre drogas y no creo que sepan lo que hacemos la mitad del tiempo. A menos que sus hijos sean extremadamente sinceros con ellos y les cuenten todo, no tienen mucha idea de lo que ocurre» (The Daily Telegraph, 29-VI-99). Cuando comento esto a Fernando, me dice:

– Los padres tardan bastante en darse cuenta. Además, les cuesta creer que su hijo tenga problemas con las drogas. Quizás porque sólo tienen la imagen del heroinómano.

– ¿Cómo vienen los jóvenes aquí?

– En el 80% de los casos, los traen sus padres, cuando ya hay un problema serio.

– ¿Tienen algo en común estas familias?

– La mayoría encaja dentro de dos estilos educativos opuestos. O son muy permisivos o excesivamente exigentes. En el primer caso, el joven hace lo que quiere. Y en el segundo, falta comunicación y afecto, y al joven le resulta muy difícil identificarse con sus padres.

Iniciación temprana

Si las encuestas no dan cifras fiables del número de consumidores, sí revelan tendencias. El consumo -aunque sea por probar- cada vez comienza antes. El estudio de la Universidad de Exeter estima que del 2% al 3% de los alumnos de 11-12 años han probado alguna droga. Es una concreción más del «los niños ahora aprenden antes» que planea en el ambiente.

Otro dato revelador es el número de decomisos de los distintos tipos de droga, que da una idea de las cantidades que circulan en la calle. En España, en 1998, la policía aprehendió 428 toneladas de hachís, un 35,8% más que en 1997. Los decomisos de éxtasis y speed también subieron un 5,17% y un 48%, respectivamente. Estas dos sustancias presentan un aumento progresivo, especialmente el speed, que en 1997 tenían un acumulado del 241%, en comparación con los decomisos de 1995. Los decomisos de cocaína, en cambio, se redujeron un 36,5% en 1998 respecto del año anterior.

En vista de estos datos, pregunto a Fernando sobre los peligros de las pastillas, pero da un quiebro.

– Hay una idea mítica alrededor de las pastillas. Los auténticos problemas son el hachís y la cocaína. Cada vez empiezan más jóvenes, tomando alcohol y fumando hachís el fin de semana. Y de ahí, se pasan a la cocaína.

Raúl me dice que todos los que asisten a la terapia de grupo en la que participa consumían cocaína.

Según los datos del Plan Nacional sobre Drogas, los consumidores de cocaína son muchos más que los de heroína, si bien los primeros se drogan de manera más esporádica y acuden menos a los servicios asistenciales. Y su número va en aumento: así, se ha pasado de 1.931 casos atendidos en 1995 a 2.832 en 1996, un 46,5% más (en centros públicos o privados con financiación pública). En la Comunidad de Madrid, la cocaína ha desbancado a la heroína en las muertes por sobredosis.

Una droga que fascina

La cocaína es una de las drogas que comienza a usarse de forma experimental; tiene cierto áurea de glamour; los consumidores creen que no crea adicción; y se consume cuando hay dinero (como el que fuma una marca más cara de tabaco o pide un whisky mejor cuando tiene dinero).

– ¿Qué sentías?

– Al principio notaba cómo se me anestesiaba la nariz y la garganta, y al cabo de 20 minutos, euforia, que me duraba un par de horas. Te gusta y repites todos los fines de semana.

– ¿Y después?

– Después empezaron los problemas. Me costaba trabajo hablar, estaba como a disgusto, no sabes qué hacer ni dónde estás, te cuesta pensar… Acabas mal.

– ¿Qué hiciste?

– Empezar a consumir varias veces al día. Llegué a consumir un gramo al día y, a veces, más. Con eso tenía para 7 u 8 tiros.

– ¿Cuánto cuesta un gramo de cocaína?

– 8.000 pesetas.

– ¿Cómo conseguías el dinero?

– Cuando estaba en 2º de BUP [16 años], empecé a trabajar con mi padre. Eso facilitaba las cosas. Se lo quitaba.

Influencia de los compañeros

¿Por qué te drogabas? La primera respuesta de los chicos que acuden a los programas de Proyecto Hombre es «para divertirme». Pero Fernando afirma que, en el fondo, siempre hay un conflicto (familiar, profesional, académico, de carácter, etc.). El consumo, según Fernando, es la fiebre, el síntoma de un problema que hay que resolver. Muchos chicos reconocen que al cabo del tiempo se drogaban por drogarse, porque ya no se divertían. Y que no se paraban a pensar lo que estaban haciendo… en dos, tres, cuatro años.

También existe un fenómeno sociocultural que ha cambiado las pautas de consumo. El acto de consumir es colectivo, ya sea como desinhibidor o como estimulante, y con un fin: curiosidad, divertirse, hablar, aguantar toda la noche, evasión de lo cotidiano, etc.

Además, los adolescentes todavía no han conformado su personalidad, sobreviven en la inseguridad y odian profundamente ser tratados como niños. Por eso no tienen suficiente madurez para soportar las burlas de los amigos que les recuerdan que falta la droga en su curriculum. Y la prueban.

Cierta música también incita, bien directamente por las letras, bien por el ambiente que provoca en las discotecas. Un estudio del Instituto Municipal de Investigación de Barcelona concluye que el éxtasis consumido en un laboratorio no tiene los mismos efectos que si se toma en una discoteca. En el experimento, los primeros efectos fueron taquicardia, incremento de la presión arterial, dilatación pupilar o contracción de la mandíbula. Ni las alucinaciones, ni la desinhibición, ni la facilidad para la comunicación que dicen sentir los que toman éxtasis en discotecas, con músicas repetitivas, focos potentes y, en general, mezclado con alcohol.

– Cada época ha tenido sus drogas y su música -dice Fernando-. Desde los hippies, pasando por la música acid house de los 80 con el LSD y los tripis, hasta la época actual: bakalao, anfetaminas y cocaína.

Hay una razón de autoconvencimiento. El consumo de al menos una vez a la semana de sustancias como la heroína, los alucinógenos, la cocaína o el éxtasis son las conductas percibidas como más peligrosas: de hecho, el 89,4%, el 86,6% y el 80,7%, respectivamente, las asocian con la aparición de muchos problemas para los consumidores (Encuesta Domiciliaria sobre Consumo de Drogas, 1997).

Sin embargo, en el polo opuesto existen una serie de conductas a las que se atribuye una baja problematicidad, entre otras, tomar tranquilizantes una vez al mes o menos (36,8%) o fumar hachís/marihuana una vez al mes o menos (28,2%).

La presión de un «marketing» singular

El narcotráfico es un negocio próspero empeñado en mejorar y variar la oferta cuando baja la demanda. Una manera de mejorarla es ofrecer sustancias no catalogadas en la legislación como «susceptibles de desvío para la fabricación ilícita de drogas», de manera que no tengan rechazo social. El narcotraficante asegura así que no será perseguido durante una temporada y el consumidor piensa que, al no estar catalogada, no es peligrosa. Esto ha ocurrido durante años con las llamadas «drogas de diseño».

Los medios de comunicación lanzan, quizás sin advertirlo, mensajes contradictorios que desconciertan a los jóvenes. Por ejemplo, cuando muere un personaje famoso por sobredosis (en los últimos años, River Phoenix, Kurt Cobain, Michael Hutchence) se habla más de la pérdida de un ídolo que de los efectos letales de la droga utilizada con fines estimulantes. Otras veces divulgan pseudoinformaciones acerca de la adicción de determinadas drogas.

– No es cierto que el hachís no provoque dependencia física [la psicológica es clara]: los propios chavales que vienen por aquí -comenta Fernando- dicen que sí. Además, algunos sufren psicosis tóxicas, es decir, antes de poder participar en nuestros programas tienen que pasar por el psiquiatra… «sólo» por consumir hachís. Además, todas las drogas, también las psicotrópicas, tienen tolerancia: cada vez hay que consumir más para conseguir los mismos efectos.

Algunos medios de comunicación aprovechan los aspectos controvertidos relacionados con las drogas, como las supuestas propiedades analgésicas de la marihuana o la legalización de las drogas, ensombreciendo el panorama de la prevención. Por último, existen decenas de libros y páginas de Internet que explican con pelos y señales cómo cultivar marihuana en casa, cómo analizar una sustancia, cómo producir drogas ilícitas, etc.

Qué hacer

En este contexto de información y contrainformación, decir «no fumes hachís, que te puedes convertir en heroinómano» es demasiado pobre y un mito para muchos jóvenes. «Hemos probado casi todas las drogas y lo único que consumimos ahora es cannabis», dice un grupo de alumnos del colegio Stockport (Inglaterra) que empezaron a consumir a los 12 años (The Daily Telegraph, 29-VI-99). Es cierto que todos los heroinómanos empezaron fumando cannabis, pero la mayoría de los jóvenes flirtean un tiempo con las drogas y después lo dejan sin que su familia sospeche en ningún momento.

Por tanto, el mensaje preventivo gana consistencia si se conocen los diversos tipos de drogas (hoy un joven puede tener acceso a unas doscientas variedades) y sus efectos, según se mezcle o no con otras sustancias (unas dañan el cerebro, otras el crecimiento, los pulmones, la capacidad generativa; algunas provocan psicosis, paranoias, enfermedades cardiovasculares, etc.). Además, a menudo los consumidores reaccionan de distintas maneras a una misma sustancia.

La Health Education Authority británica recomienda indagar en los cambios repentinos de aspecto, amigos e intereses. Conocer qué hay detrás de tránsitos imprevistos de cansancio a euforia. Saber por qué un joven, de la noche a la mañana, se vuelve más educado o más irritable. Otra medida es conocer, si es posible, el círculo de amistades y ambientes donde se mueve el joven.

Pregunto a Fernando si no habría que poner más empeño en educar la voluntad de los jóvenes, pero esto le parece muy abstracto y prefiere hablar de fijar límites:

– Nadie nace sabiendo. La capacidad de autolimitarse se enseña desde fuera y los chicos agradecen que se les pongan límites, porque así saben lo que va a pasar. Con el tiempo, ellos pondrán los límites. Si no, ni siquiera los límites biológicos les van a frenar. Basta ver los jóvenes que toman drogas sólo para aguantar tres días seguidos de juerga.

– ¿Cómo deben reaccionar los padres si descubren que su hijo toma drogas?

– Lo que recomiendo es que le pidan explicaciones, que le pregunten, y con arreglo a eso, que tomen medidas. Recuerda que siempre hay un problema de la persona. Eso es lo que hay que resolver.

Los que no consumenPara tomar medidas puede ser de utilidad conocer el siguiente estudio. La Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas (www.mir.es/pnd) elaboró un informe, sobre la base de la Encuesta Escolar sobre Drogas de 1996, que explica las características de los escolares de 14 a 18 años que no consumen drogas.

En primer lugar, cuanto menos se falta a clase, es más probable que no se consuma drogas. La proporción de no consumidores entre los que no han faltado ningún día en el último mes es el doble que entre aquellos que han faltado tres veces.

También tiene importancia el rendimiento escolar. Los estudiantes que no han repetido ningún curso tienen una probabilidad tres veces mayor de no consumir que aquellos otros que han repetido dos.

Un buen indicador es la frecuencia de salidas con amigos. Cuantos más días se salga entre semana, mayor probabilidad de consumir. Así, los que salen un solo día tienen tres veces más probabilidades de no consumir que los que salen más de tres días. Los que salen una noche por semana presentan una proporción de consumidores cuatro veces menor que la quienes salen cuatro noches.

Además, los estudiantes que no tienen amigos consumidores multiplican por cinco su probabilidad de no consumir drogas, respecto de los que tienen varios amigos que consumen. Muy significativa es también la cantidad de dinero disponible: los no consumidores disponen de un 16,4% menos de dinero que la media, mientras que los consumidores disponen de un 2,7% más.

Otras variables tienen que ver con la práctica de actividades culturales -teatro, cine, museos- y deportivas. Los que realizan alguna de estas actividades todas las semanas tienen más probabilidad de no ser consumidores. En cambio, entre quienes frecuentan bares y pubs hay mayor proporción (diez veces más, si acuden a diario) de consumidores.

Como se ve, la disciplina en el hogar, las campañas de prevención y el apoyo de los colegios son eficaces protecciones. La mayoría de las actividades de prevención dan resultados. Fernando corrobora que a los jóvenes no les falta información, pero está claro que no existe una solución única. En cualquier caso, el mensaje esperanzador es que todas las adicciones se pueden superar con aprendizaje.

– Raúl, ¿cómo viniste a Proyecto Hombre?

– Me trajeron mis padres.

– ¿Cómo se enteraron?

– La policía me registró y, como tenía droga, mandaron una multa a casa. Me alegro de que me pillaran. Ahora hay cosas mejores.

Ignacio F. Zabala

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