“La leyenda del Titanic”: revivir el naufragio más famoso de la Historia

Público:Jóvenes

Precio:Desde 13,40€

Estreno:13/09/2024

Lugar:MAD Madrid Artes Digitales

Desde que se inauguró, en marzo de 2022, Madrid Artes Digitales (MAD) se ha ido consolidando como un centro referente en exposiciones inmersivas. En estos años, millares de personas han visitado en la nave 16 del Matadero de Madrid las exposiciones de Klimt, Tutankamón o Los últimos días de Pompeya. Se abre ahora al público La leyenda del Titanic, una –de nuevo– sorprendente muestra que permite al visitante conocer de cerca el naufragio más famoso de la historia.

Desde aquella noche aciaga del 14 de abril de 1912 han sido centenares los libros, documentales y películas que han recreado o analizado la tragedia del Titanic. En el caso del cine, aunque la película más popular sea la de James Cameron, en 1997, hay constancia de dos cortometrajes rodados aquel mismo 1912, y en 1953 se estrenó el primer largometraje: Titanic: Disaster in the Atlantic.

Con otras palabras, probablemente para un público general, el hundimiento del Titanic es un hecho más conocido que la erupción del Vesubio, la existencia de Tutankamón o la obra de Klimt. Y eso es un reto a la hora de plantear una exposición. Habrá quienes vayan a verla pensando en encontrarse con Leonardo di Caprio y Kate Wislet asomados a la proa del Titanic.

La inteligencia de la muestra es, precisamente, que parte de este conocimiento del público para centrarse no tanto en la tragedia cuanto en la experiencia de navegar en el famoso trasatlántico.

Como en el caso de Los últimos días de Pompeya, donde se recreaba la figura de los viajeros del Grand Tour, la exposición se apoya en un relato que aporta continuidad a la muestra. En este caso, todo se cuenta a través de dos personajes –un padre y su hija– que se embarcan en el Titanic para reencontrarse con la madre en Nueva York.

La historia detrás de las fotos

La exposición comienza con algunas fotografías y recuerdos del primer y último viaje del Titanic. No se cuenta en la muestra, pero las fotos que existen de esos días y que son parte de la recreación que se hace en la sala del metaverso tienen detrás una historia que merecería otra película. En el muelle del puerto inglés de Southampton embarcó Francis Browne, un seminarista jesuita aficionado a la fotografía al que habían regalado un pasaje hasta Queenstown (Irlanda), última parada que haría el Titanic antes de surcar el Atlántico rumbo a Nueva York. En esas apenas 24 horas de travesía, Browne hizo decenas de fotografías y entabló amistad con un matrimonio de millonarios que le ofrecieron sufragar el resto del viaje para que siguiera documentando aquella travesía histórica. Browne telegrafió a su superior para pedir permiso, pero recibió un mandato tajante: “Te necesito aquí, baja del barco, provinciano”. Browne efectivamente desembarcó en Irlanda, salvó su vida… y las fotografías.

Además de fotografías y enseres personales de los náufragos se exponen algunas curiosidades, como el menú que sirvió el Titanic ese día y que pudo rescatar uno de los supervivientes.

Un homenaje a la orquesta del “Titanic”

La primera parada inmersiva de la exposición es un homenaje a los músicos del Titanic que estuvieron tocando para tratar de infundir serenidad y esperanza en unos pasajeros absolutamente aterrados ante la amenaza de la muerte. Tocaron hasta que el barco se hundió. Fallecieron todos. Se dice que la última canción que interpretaron fue el himno Cerca de ti, Señor. En esa teoría se basó James Cameron para rodar una de las escenas más emotivas de su película.

La segunda es la imponente sala –1.200 metros cuadrados– de proyección 360º. Durante 20 minutos, y gracias a unos espectaculares efectos visuales, el visitante asistirá; primero a la construcción del barco, después a su emocionante salida desde el puerto de Southampton y, por último, al tremendo choque con el iceberg que provocó el hundimiento. Este último tramo es muy intenso por los efectos visuales, pero no se alarga en exceso. Alguno echará de menos la emoción y las lágrimas de las despedidas que vio en el Titanic de Cameron. Pero esto es una exposición, no una película. Hay que contar muchas cosas en 20 minutos y, además, por otra parte, la realidad es que el barco se hundió muy rápido.

Reproducción del salón de baile del Titanic (foto: MAD)

Queda todavía una tercera experiencia inmersiva. Y es la más sorprendente. Entramos en el metaverso, donde, durante 15 minutos, primero veremos –sumergidos en un submarino– los restos del naufragio y después podremos recorrer las estancias del Titanic (las de primera, segunda y tercera clase, como se subraya –quizás excesivamente– a lo largo de la exposición), y escuchar y asistir a las conversaciones de algunos pasajeros. Descubriremos el imponente salón de baile con su mítica escalera y pasearemos por los pasillos de los camarotes más modestos. Visitaremos la sala de máquinas y disfrutaremos de unas maravillosas vistas desde la cubierta del barco. El espectáculo, además de verosímil, es magnífico y a más de uno le va a costar quitarse las gafas… aunque para animarte te ofrezcan a la salida la posibilidad de hacerte una foto como Di Caprio, en la proa del Titanic, mientras gritas (o no) “Soy el rey del mundo”.

La exposición se puede recorrer en una hora y cuarto. Como ocurría con la exposición Los últimos días de Pompeya, la muestra no es apropiada para los más pequeños, pero disfrutarán jóvenes y adultos. Las entradas pueden comprarse en la web de la exposición.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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