9788430622412

La soberanía del bien

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALThe Sovereignty of Good

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNMadrid - 2019

Nº PÁGINAS224 págs.

PRECIO PAPEL18,90 €

PRECIO DIGITAL8,99 €

TRADUCCIÓN

Iris Murdoch (1919-1999) es una de las novelistas en lengua inglesa más reputadas de la segunda mitad del siglo XX. Menos conocida, pero igual o más relevante, es su faceta como filósofa. Estudiante y profesora en la Universidad de Oxford, desarrolló un pensamiento propio sumamente crítico con las corrientes dominantes en su entorno: el positivismo lógico, el utilitarismo y el existencialismo.

En este libro, que es una magnífica síntesis de su pensamiento, presenta una enmienda a la totalidad del pensamiento moderno y ofrece una alternativa, extraordinariamente sugerente para el momento actual, que sustenta en una creativa interpretación de Platón.

La pensadora inglesa entiende la realidad “como eso que le es revelado a la paciente mirada del amor”. Para cultivar esa mirada, es imprescindible descubrir que “el yo, el lugar en que vivimos, es un espacio de ilusión. El Bien está relacionado con el esfuerzo por ver el no yo, por ver y responder al mundo real, a la luz de la conciencia virtuosa”. Entiende que el disfrute de la belleza en el arte o en la naturaleza constituyen una iniciación privilegiada para captar el bien, pues nos previenen frente al egoísmo y nos disponen a favor de lo real. La belleza aparece como el aspecto visible y accesible del bien.

Cuando el individuo, desasido de su yo, presta atención a la realidad, es capaz de ver y secundar el bien en su fuerza irresistible. Por eso, la libertad no tiene nada que ver con poder elegir entre “tantos productos como sea posible en la tienda”, sino con una especie de necesidad. “Es algo de lo que hablan los santos y que cualquier artista entenderá enseguida. La idea de una mirada paciente y amorosa, dedicada a una persona, a una cosa, a una situación, presenta la voluntad, no como un movimiento sin trabas, sino como algo mucho más parecido a la obediencia”, explica.

Aunque Murdoch identifica el Bien con la Belleza y la Verdad, y lo considera lo único que vale la pena por sí solo, se resiste una y otra vez a identificarlo con el Dios personal. Aun así, reconoce que la religión ayuda a contemplar el bien y que la filosofía kantiana convirtió al hombre en Dios, incapacitándole para la visión del bien. El temor a que el Dios personal degenere en una consoladora construcción subjetiva, que aparte al hombre de la genuina búsqueda del bien, explica parte de su rechazo, pero no lo justifica.

Crítica del cientificismo dominante en su tiempo (y todavía hoy), Murdoch considera una trampa hablar de dos culturas, una humanista y otra científica, cuando no hay más que una cultura, de la que la ciencia es una parte. Al no ser un texto sencillo, la cuidada introducción de Andreu Jaume resulta muy pertinente para facilitar su comprensión.

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