Educación: Los genes de la polémica

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Cualquier periodista sabe que un titular impactante puede ser un gancho perfecto para el lector. El problema es que a veces se abusa de esta técnica y se producen auténticas manipulaciones de la realidad, con tal de aportar “noticiosidad”, o a veces morbo puro, a un asunto.

Al igual que en el deporte, los genes pueden establecer en lo académico unas condiciones de partida diferentes, lo que no significa que el entrenamiento posterior sea inútil

El pasado martes 21, el catedrático de sociología de la Universidad Complutense Víctor Pérez Díaz, autor del libro Educación y familia (cfr. Aceprensa 13-05-09), pronunció una conferencia sobre los distintos factores que influyen en el rendimiento escolar. El contexto era el ciclo de conferencias organizado por el Instituto de Estudios Económicos (IEE), dependiente de la CEOE (la patronal empresarial), que abordó distintas medidas para mejorar la productividad española, desde la educación y la sanidad hasta la empresa.

El discurso íntegro no ha sido publicado, pero eso no ha sido obstáculo para que en los días sucesivos una catarata de descalificaciones haya descargado sobre el propio Víctor Pérez, el IEE, la CEOE, los temibles “mercados” o el liberalismo en general. Ni siquiera Darwin se ha salvado. Y todo por la interpretación, cuanto menos simplista, de algunas de las palabras del discurso.

Tenemos una gran capacidad de crear polémica con la escueta información de unos titulares, y sin conocer el texto original

La patronal darwinista

El titular de la noticia de El País decía: “la CEOE ve en los genes la clave del éxito escolar”, y el subtítulo rezaba: “la patronal cuestiona la presencia femenina en la docencia”. Llama la atención, en primer lugar, que las palabras de Víctor Pérez Díaz se pongan automáticamente en boca de la CEOE en bloque. Las reacciones posteriores ejemplifican la capacidad de crear polémica con la escueta información de unos titulares.

Si uno se pasea por los comentarios suscitados por estas informaciones en Internet descubre afirmaciones como que la CEOE “quiere retrotraernos a siglos pasados”, o que “olvida la complejidad humana”; no falta quien compara directamente el discurso con los postulados nazis: “por este camino llegaremos a razas superiores o inferiores”. Otros han necesitado bien poco –los escasos entrecomillados del discurso que conocemos por la noticia– para hacer un juicio de intenciones a largo plazo: “ya sabemos adónde se quiere llegar y efectivamente se llega por ese camino: a la trituración del proyecto ilustrado, a la oscuridad y a una sociedad clasista”. No da la impresión de que el lema ilustrado “atrévete a saber” se haya puesto en práctica; más bien parece que hay que hacer reverencias ante nuevos dogmas modernos.

La genética y el rendimiento

Las palabras que han originado tan graves descalificaciones tienen que ver con la importancia de la genética en el rendimiento escolar, con el cambio que ha supuesto la presencia masiva de mujeres en la docencia, y con el limitado influjo del gasto público en la calidad de la educación.

Respecto a lo primero, Víctor Pérez Díaz, no toda la CEOE, afirmaba que la herencia genética “tiene una importancia sustantiva en el rendimiento escolar de los hijos, equivalente o algo superior a la del origen socioeconómico”. Juan Carlos Rodríguez, coautor del texto, apuntaba en la misma dirección: “Cada vez estamos convencidos de que no todo es condicionamiento social”.

Ya se sabe que la educación es un terreno sembrado de minas en forma de dogmas. Uno de ellos es el que niega que existan diferencias de partida entre los alumnos, una afirmación que más parece la representación de un anhelo profundo y legítimo: que todos los estudiantes tengan las mismas oportunidades de éxito. Sin embargo, este igualitarismo se desvanece en cuanto se constatan las diferencias de coeficiente intelectual.

Para justificar sus conclusiones, Víctor Pérez Díaz aludió a estudios realizados en hijos naturales y adoptivos de familias norteamericanas y suecas. En ambos casos, solo el rendimiento de los hijos naturales guardaba relación con los de los padres, vivan o no juntos; mientras que el rendimiento de los hijos adoptivos se asemejaba al de los padres adoptivos tanto como al de otras personas escogidas al azar, salvo sus padres biológicos.

Lo innato y lo adquirido

Estas investigaciones no son las primeras en constatar la influencia genética en los resultados académicos. Ya se vivió una polémica parecida en los finales de los años 60 y comienzos de los 70 en Estados Unidos. Esta vez, el detonante fueron los estudios del psicólogo Arthur Jensen –que llegó a requerir protección policial por la virulencia de sus detractores–, y más tarde de Richard Herrnstein. Como ahora, también entonces sus argumentos hubieron de sufrir la simplificación de los titulares. En uno de sus números de 1969, la revista Newsweek despachaba las investigaciones de Jansen con el irónico titular “Nacido tonto”.

Jensen subrayaba en sus estudios la influencia de la herencia genética en el típico debate nature vs nurture (lo innato frente a lo adquirido). Tras la publicación de un artículo en que se cuestionaba hasta qué punto se puede mejorar el coeficiente intelectual (1969), se produjo una polémica que estuvo a punto de desalojarle de su puesto en la universidad de Berkeley.

Fue precisamente durante los años 60 cuando se fueron imponiendo las tesis “ambientalistas” en el campo de la psicología educativa estadounidense. Además, la evidencia del menor rendimiento de los afro-americanos en la escuela –situación en la que influían diversos factores también familiares y sociales– terminó por convertirse en un tabú. De ahí que no faltaran las acusaciones de racismo, tanto a Jensen como a Herrnstein, tras la publicación de sus conclusiones.

Unas conclusiones que, al igual que ocurre con el discurso de Víctor Pérez Díaz, no negaban la importante influencia del entorno socioeconómico del estudiante, sino que tan solo lo limitaban. Se podría discutir qué influencia es más decisiva, aunque seguramente dependerá en cada caso; pero es más sencillo distorsionar los argumentos para conseguir un titular redondo.

Temas tabú

Si además se tocan determinadas teclas sensibles y sancionadas por lo políticamente correcto, el éxito de la noticia está asegurado. En el caso de Jensen fue el racismo. En el de Víctor Pérez Díaz se ha aproechado el tirón de términos tabú como “privatización”, “machismo” o “elitismo”.

Privatización, porque al catedrático de la Complutense se le ocurrió defender “una multitud diversa, y no la homogenización de la oferta educativa”, y por el cheque escolar como modo de favorecer la elección de las familias y la competencia entre escuelas..

Machismo, porque el estudio constata los efectos, no todos buenos, que la mayoritaria presencia de mujeres entre el profesorado ha tenido en los horarios y en las plantillas: al asumir también la mujer la mayor parte de las labores domésticas, han aumentado las reducciones de jornada y ha proliferado la jornada continua, que no siempre es beneficiosa para el alumno. Víctor Pérez Díaz no valora más allá, pero su discurso supone para la redactora de El País “cuestionar la presencia femenina en la docencia”.

Elitismo porque, para algunos, la no homogenización en la escuela conduce irremediablemente a la segregación de los menos aptos. De hecho, algunos han criticado el “darwinismo” de las medidas propuestas por Víctor Pérez Díaz: hablar de herencia genética es para ellos como hablar de la supervivencia del más fuerte. Pero, ¿no podría ser también una herramienta –que de hecho ya se está aplicando– para corregir las desventajas de los alumnos que más lo necesiten?; ¿o es que si su menor capacidad tiene también un origen genético no merece la pena ayudarlos? A diferencia del resto de las especies, el hombre tiene la capacidad de convertir sus desventajas en oportunidades.

Al igual que en el deporte, los genes pueden establecer en lo académico unas condiciones de partida diferentes; lo que no significa que el entrenamiento posterior sea inútil. Además, habrá que calibrar, desde un punto de vista científico, el alcance de esa influencia. Desde luego, esto es mucho más sensato que demonizar o simplificar las hipótesis que no cuadran con una determinada línea, por mucho que el titular quede bonito.

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