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La familia, cuestión de salud pública

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De unos años a esta parte, estudios, encuestas y recopilaciones de datos en general han subrayado la superioridad del matrimonio frente a la cohabitación, de la familia intacta frente a la desestructurada; superioridad no ya moral, sino en términos de salud, economía, bienestar.

En 2000, The Unexpected Legacy of Divorce, de la psicóloga estadounidense Judith Wallerstein (ver Aceprensa 129/00), mostraba los resultados del divorcio en adultos de 30-40 años. Su obra, basada en los casos de hijos de divorciados, ponía en entredicho la idea de que el divorcio como solución para parejas infelices beneficiaría también a los niños, que sufrirán solo temporalmente en el momento de la ruptura. Sin embargo, como pudo comprobar Wallerstein 25 años después de aquellos divorcios, las consecuencias son duraderas.

Poco después, Linda J. Waite y Maggie Gallagher resumían en The Case for Marriage (ver Aceprensa 72/01) algunos datos que reflejaban cómo la defensa del matrimonio ha dejado de ser “una mera preocupación moral para convertirse en una cuestión de salud pública”. Lo que está en juego no es solamente la “felicidad privada” de dos personas. El matrimonio contribuye a prevenir males -adicciones, fracaso escolar, pobreza, delincuencia…- que pasan factura a toda la sociedad.

Why Marriage Matters ofrecía una síntesis de los resultados de decenas de estudios sociológicos sobre la cuestión en Estados Unidos, con un balance positivo para la unión familiar estable (ver Aceprensa 101/02).

En 2003, The Lancet publicaba un estudio sueco sobre el mayor riesgo de problemas psiquiátricos y de adicciones en niños criados en hogares monoparentales (ver Aceprensa 32/03). Recientemente, un estudio de la Fundación La Caixa, “Monoparentalidad e infancia”, asociaba estos hogares a un mayor índice de pobreza con datos circunscritos a España (ver Aceprensa 140/06).

Según el análisis de El estado de nuestras uniones en 2007, del National Marriage Project, el divorcio acentúa las desigualdades en Estados Unidos (ver Aceprensa 88/07). Son solo algunas de las múltiples publicaciones que subrayan los beneficios de un matrimonio y una familia estables.

The Economist (24-05-2007) recogía algunos de esos datos y mostraba la primacía del matrimonio sobre la cohabitación en rendimiento académico, salud, bienestar económico y material y productividad laboral. Richard Layard, director del Centre for Economic Performance de la London School of Economics y autor del libro Happiness: Lessons for a new science (ver Aceprensa 95/05), afirmaba recientemente en una conferencia que “si preguntas a la gente sobre los hechos fundamentales que influyen en su felicidad, la vida familiar es siempre lo primero”, según cita el economista Rafael Pampillón en su blog1.

Un artículo en el International Herald Tribune (2-10-2007) habla de la superior tasa de delincuencia en la población negra estadounidense, y entre las razones principales alega “la crisis en las relaciones entre hombres y mujeres de todas las clases y, como resultado, el estado catastrófico de la vida de las familias negras, especialmente entre los pobres: el 70% de los niños negros son educados por madres solas”.

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(1) http://economy.blogs.ie.edu/archives/2007/10/hay_diferencia.php.

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