Una beatificación con mensaje, pero no político

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(Actualizado el 14-10-2013)

El pasado domingo 13 de octubre fueron beatificados 522 mártires españoles asesinados en los años 30 del siglo XX, durante las olas de anticatolicismo desatadas en la II República, la revolución de Asturias y la guerra civil.

De los 522 nuevos beatos, la gran mayoría eran religiosos, muchos de ellos Hermanos de la Salle, Carmelitas, Maristas o Benedictinos. La lista también incluye más de 80 sacerdotes, tres obispos (Salvi Huix Miralpéix, de Lérida; Manuel Borrás Ferré, de Tarragona; y Manuel Basulto Jiménez, de Jaén), tres seminaristas y siete laicos. La ceremonia se celebró en Tarragona porque gran parte de los sacerdotes asesinados pertenecían a esa diócesis, además del obispo; la elección de esta ciudad pretende además recordar la tradición de mártires hispanos, que empezó también en Tarragona a mitad del siglo III con el martirio del entonces obispo san Fructuoso.

Los nuevos beatos se sumaron a los 1.001 mártires españoles del siglo XX ya beatificados por Juan Pablo II (471) y Benedicto XVI (530).

La exposición fotográfica “Cristianos perseguidos. Los mártires del siglo XXI”, organizada por Ayuda a la Iglesia Necesitada y que se pudo visitar hasta el 14 de octubre en el centro tarraconense El Seminari, quiere dirigir la vista de los visitantes hacia los nuevos “territorios del martirio”: Egipto, Siria, Pakistán, Irak y Nigeria.

Al margen de la política
Como en cualquier beatificación o canonización, la Iglesia –católica: es decir, universal– pretende por un lado reconocer la santidad de algunos de sus miembros, y por otro proponerlos como ejemplo. Todos ellos dieron su vida por fidelidad a Jesucristo y muchos, además, murieron perdonando a sus verdugos. En este sentido catequético, sí se puede decir que la ceremonia del domingo “tiene mensaje”, pero no el que la obstinación política de algunos ha querido ver.

Desde que se anunciara la beatificación se han alzado algunas voces criticando el oportunismo de la “Iglesia española”, como si esta pudiera decidir por su cuenta a quien declarar beato y cuándo. Los eslóganes son prácticamente los mismos que se esgrimieron en las anteriores ceremonias, especialmente la de 2007, aunque con alguna diferencia. Si entonces la cortedad de miras de algunos, y su visión obsesivamente política de la realidad, les llevó a presentar la beatificación como una contestación “católica” al proyecto de Ley de Memoria Histórica, ahora se acusa a la Iglesia de interferir en el proceso catalán con un acto de “catolicismo españolista”. Teniendo en cuenta que el proceso hasta declarar beata a una persona lleva años, no es muy razonable pensar que se desarrollara en función de las circunstancias políticas de 2013.

Otra crítica que ya se repitió en las ceremonias de 2007 es la que acusa a la Iglesia española de honrar solo a los muertos de “uno de los bandos”. Una vez más, la falta de entendimiento sobre lo que es la Iglesia lleva a sacar conclusiones erróneas: como ha recordado recientemente el portavoz de la Conferencia Episcopal, no se beatifica a nadie simplemente por haber muerto a manos del bando republicano; no se beatifica “contra nadie”, sino que se celebra la lealtad de algunos católicos a la fe a pesar de la amenaza contra su vida. Si otras personas murieron en la misma época de manera injusta, la Iglesia podrá compadecerse de ellas, llorar su muerte o incluso denunciar tal injusticia, pero no puede declararlas beatas. Dicho de otra forma, si otras personas dieron su vida por un ideal político es lógico que los representantes de esa ideología le honren a su manera, pero no se puede pedir a la Iglesia que se convierta en juez universal de la historia.

Llama la atención que quienes critican la “intromisión” de la Iglesia en asuntos políticos son los que pretenden que juzgue sobre asuntos que no entran en su competencia. Les molesta que nombre nuevos beatos, pero quieren que ejerza su autoridad sancionadora creando “santos laicos”.

Contra nadie
Para distanciarse de estas posibles interpretaciones, la Conferencia Episcopal española ha evitado –de forma incluso un poco artificiosa– cualquier referencia a la Guerra civil en el nombre de la ceremonia, que se ha llamado “mártires del siglo XX en España. Beatificación del año de la fe”. Así, desde el propio título, se transmite el mensaje que la Iglesia quiere dar: la muerte de unas personas por su credo testimonia la fe cristiana, y no la condena de un régimen político en general ni de los verdugos en particular.

Así lo señala Jaume Pujol, actual arzobispo de Tarragona, en una entrevista para Alfa y Omega (10 de octubre de 2013): “una beatificación no se hace jamás contra nadie, de modo que proclamar la bienaventuranza de nuestros hermanos no es proclamar de ninguna manera la maldición o la condena de otros”. En la misma entrevista, el arzobispo explica la elección del nombre: “ellos [los futuros beatos] son víctimas no de una guerra civil, sino de una persecución religiosa […] El término mártires de la Guerra Civil se presta a manipulación, de manera que se prefiere la expresión mártires del siglo XX en España”.

Además, cabría añadir, la forma de morir de estos mártires es un ejemplo de otra de las señas de identidad del cristianismo: el amor fraterno que lleva a perdonar incluso a los propios verdugos.

Este es el mensaje que pude y quiere transmitir la Iglesia católica, y por tanto la española. Si otros desean reivindicar otros valores u otros héroes está en su mano hacerlo, pero no a través de la Iglesia.

Desmemoria histórica
Por mucho que los obispos hayan procurado situar la beatificación de los 522 mártires al margen de los bandos de la Guerra civil, siempre hay grupos que no toleran que se recuerde a unas víctimas que les resultan molestas. En esta línea, la plataforma que se autodenomina Comisión por la Verdad, ha escrito una carta al Papa Francisco en la que exigen que la Iglesia:

“1º) Pida perdón a los españoles por haber apoyado y legitimado la rebelión militar y la dictadura de Franco que tantas víctimas causó. 2º) Apoye a las víctimas del franquismo para buscar la verdad, la justicia y su reparación. 3º) Suprima la beatificación prevista para el día 13-10-2013. Porque, bajo la capa de acto religioso la jerarquía está haciendo un acto político de afirmación franquista ya que ensalza a unas víctimas y olvida, como siempre, a las víctimas de la dictadura”.

Cabría suponer que una plataforma que invoca los derechos humanos y las libertades democráticas compartiera el deseo de celebrar a unas personas que, sin hacer mal a nadie ni intervenir en ningún conflicto político, fueron asesinadas por seguir fielmente su conciencia. Pero parece ser que estas víctimas sí pueden ser excluidas de la “memoria histórica”. Esta actitud ya se manifestó en la beatificación de otros quinientos mártires en 2007:

Cuando las víctimas son mártires.


Libros para saber más

Holocausto católico. Los mártires de la Guerra Civil
Santiago Mata.

La Esfera de los libros. Madrid (2013). 512 págs. 23 €.

Santiago Mata, doctor en Historia y licenciado en Periodismo, presenta en este libro las biografías de las más de 1.500 personas que han sido proclamadas por la Iglesia “mártires del siglo XX en España”. Ha tratado de que sean esas mismas personas las que “cuenten” quiénes eran y por qué murieron.

Persecuciones religiosas y mártires del siglo XX
Vicente Cárcel Ortí.

Palabra. Madrid (2001) 284 págs. 23 €.

Este libro sintetiza la amplia problemática relacionada con las persecuciones religiosas, describe su geografía mundial y los contextos sociopolíticos. Se detiene en la lucha del comunismo y del nazismo contra la Iglesia católica y en las persecuciones de México y de España. Explica cómo muchos católicos del siglo XX, en todo el mundo, han vivido y testimoniado su fe y por qué la Iglesia los eleva a los altares.

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