Mayores solos o acompañados

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Las recientes Perspectivas de la Población Mundial 2019, publicadas por la División de Población de la ONU, han dado la campanada al anunciar que, por vez primera, en la Tierra hay más viejos que niños. Pero no dicen cómo viven los mayores, y, puesto que el envejecimiento es ya universal, es interesante conocer el mapamundi de la soledad, una de las cuestiones sociales más acuciantes en Occidente, con tendencia a extenderse a otras zonas.

Según las estimaciones de la ONU, en 2018 la demografía mundial registró un dato inédito: los mayores de 65 años superaron en número a los menores de 5. La tendencia se mantendrá: en 2050, los mayores serán más del doble que los pequeños y habrán sobrepasado también a adolescentes y jóvenes (15-24 años). El mundo entero, pues, envejece.

Esto se debe, en primer lugar, al aumento de la longevidad. La esperanza media de vida al nacer se ha alargado más de ocho años desde 1990, hasta alcanzar 72,6 años. De todas formas, en los países más pobres (menos avanzados, o PMA, en la terminología oficial de la ONU), está 7,4 años por debajo del promedio mundial.

La proporción de mayores solos depende también de las tradiciones familiares, el grado de urbanización, la frecuencia de divorcios, las políticas públicas y otras circunstancias

En segundo lugar, el envejecimiento es consecuencia del descenso de la natalidad, que también es general en el planeta. Esto lleva, inevitablemente, a que vaya habiendo menos personas más jóvenes para convivir con los mayores. Lo cual es notorio en las regiones que llevan la delantera en la expansión de la vejez. Lo muestra otro estudio de la División de Población, “Living arrangements of older persons around the world”, sobre la composición de los hogares donde viven los mayores.

Soledad

En la parte del mundo más envejecida, Norteamérica y Europa (18% de personas con 65 años o más), los mayores viven en hogares pequeños, de menos de tres miembros por término medio. El mínimo se da en algunos países (Francia, Suiza, EE.UU., Reino Unido…) donde la media es de dos o menos.

En esa zona, lo más común es que una persona mayor viva únicamente con su cónyuge. Lo segundo más frecuente es que esté sola: es el caso de una de cada tres o cuatro, con máximos en Estonia (37%) y Finlandia (36%). Ahora bien, en Europa se separan claramente de la tónica general varios países del sur (España, Grecia, Portugal, Serbia), donde los mayores que viven solos son uno de cada cinco. Tres de la misma área (España, Grecia e Italia) también se salen del marco general por la elevada proporción de mayores que habitan con algún hijo: más del 20%.

En cambio, los mayores de la región más joven, África subsahariana, que son el 3% de la población, viven en hogares de más de seis miembros, cosa que se da también en Asia central y meridional. Allí es habitual que estén con hijos y nietos, pero es aun más frecuente que convivan con la familia extensa, que incluye otros parientes. Vivir solo es excepcional: en Afganistán –caso extremo–, es la situación de un mero 0,3% de los mayores.

Latinoamérica ocupa, a este respecto, una posición intermedia. Son casos aparte Uruguay y Argentina, únicos países del continente con más del 20% de mayores que viven solos.

En casi todo el mundo, la vida en soledad de los mayores está más extendida entre mujeres que entre hombres. Eso se debe a que ellas son más longevas y tienen por tanto mayor tasa de viudedad, mientras que ellos vuelven a casarse con más frecuencia tras enviudar o divorciarse. Pero en 22 países de África (Botsuana, Ghana…) y de Latinoamérica-Caribe (Jamaica, Panamá…), los mayores solos son más hombres que mujeres.

Hay también mayores que viven con nietos pero sin los padres de estos. Es un fenómeno significativo en más de 60 países donde muchos emigrantes dejan a los hijos en el país, a cargo de los abuelos, o donde el sida o la violencia han causado abundantes huérfanos. En tales hogares viven más del 30% de los mayores de Lesotho o Ruanda.

Manejar o prevenir

La cuestión es si, con el paso del tiempo, el problema de la soledad de los mayores, ahora circunscrito principalmente al Occidente rico y al Extremo Oriente, se hará universal.

Por un lado, contribuirá a ello el envejecimiento general, con la concomitante reducción de las nuevas generaciones por la baja de la natalidad. A mediados de este siglo, todas las regiones del mundo –menos África, Oriente Medio y Asia central y meridional– tendrán un grado de envejecimiento mayor que el actual de Europa y Norteamérica. A cambio, ya no serán la mayoría, sino el 45% de la población mundial.

En Norteamérica y Europa, una de cada tres o cuatro personas mayores de 65 años vive sola

Pero la proporción de mayores solos depende también de las tradiciones familiares, el grado de urbanización, la frecuencia de divorcios, las políticas públicas y otras circunstancias sociales o económicas. Es notable, por ejemplo, que Angola, Irán o Egipto, con poblaciones mucho más jóvenes que las de Occidente (5% o menos de mayores), presenten tasas de soledad cercanas al 20%, que es la de España. En cambio, Japón, que tiene la población más vieja del mundo (28% de mayores), está por debajo, con un 17% de mayores que viven solos.

La soledad de los mayores se extenderá, pues, por el mundo, pero distintos factores la aliviarán o la reforzarán, según los países. Todos tendrán que afrontarla, pero unos están ya obligados a manejarla, mientras otros aún tienen oportunidades de prevenirla y atenuarla.

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