La falta de conciliación es mal negocio

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Cuando se menciona la conciliación de trabajo y familia, se suele pensar en los padres con hijos pequeños. Pero el cuidado de parientes ancianos o enfermos es una parte cada vez mayor del problema, y mucho menos tenida en cuenta. Las empresas que no prestan atención a esas cargas de sus empleados o no les ayudan a llevarlas, obran en su propio perjuicio, advierten dos profesores de Harvard en un estudio recién publicado.

 

Los autores, Joseph B. Fuller y Manjari Raman, del Proyecto sobre el Futuro del Trabajo, de la Harvard Business School, se basan en encuestas a empresarios y asalariados. Hallan que, en Estados Unidos, casi tres de cada cuatro empleados tienen responsabilidades en el cuidado de familiares. Son trabajadores de todas las edades y categorías, aunque más concentrados en unas que en otras.

Lo común es poner el foco en el nacimiento y primeros años de los hijos. En Europa hay generosos permisos de maternidad y paternidad, y la UE quiere ampliar el mínimo obligatorio para todos los Estados miembros a cuatro meses en total para padre y madre, dos de ellos intransferibles y remunerados. El proyecto de directiva, sobre el que ya hay acuerdo de los tres órganos que deben aprobarlo –Comisión, Parlamento y Consejo–, queda por debajo de lo previsto por ley en varios países, pero supondrá una mejora en otros 15. Aunque no es unánime la opinión de que sea realmente mejor reducir a las parejas el margen para repartirse el permiso a su conveniencia (ver Aceprensa, 27-12-2017: “Es difícil conciliar sin el apoyo del Estado”).

Las medidas de conciliación han de ser política oficial de la empresa, de suerte que esté expresamente reconocido como algo normal que los trabajadores tengan personas que cuidar

En Estados Unidos no hay prestaciones semejantes por ley, aunque es cada vez más frecuente que las empresas, principalmente las grandes, las ofrezcan. Sin embargo, con respecto a las crecientes necesidades de padres u otros familiares ancianos o enfermos, la ventaja europea no es tan clara. Como señalaba un informe de la OCDE hace años, en Europa las medidas más frecuentes son las excedencias o permisos, por lo general no obligatorios para las empresas, limitados a los casos más urgentes, y no retribuidos. Otras soluciones como horarios flexibles o reducciones de la jornada apenas se contemplan, si bien el proyecto de la UE prevé implantar el derecho a obtenerlas para los empleados con hijos menores de ocho años o familiares dependientes. Pero los permisos para cuidar de personas mayores o enfermas (al menos cinco días, según la futura directiva) son mucho menos usados que los parentales. En EE.UU. pasa lo mismo.

Generación sandwich

El estudio de Fuller y Raman descubre que, de los trabajadores norteamericanos con familiares que cuidar, casi un tercio hubieron de abandonar un empleo que tenían. El motivo más citado en la encuesta, con gran diferencia, es la necesidad de atender hijos pequeños. Pero cuidar a un anciano o a un pariente enfermo o discapacitado sale en el 58% de las respuestas.

Las frecuencias de las distintas respuestas suman más del 100% porque las renuncias a un empleo se pueden repetir y porque muchos encuestados son de la “generación sandwich”: tienen que cuidar a la vez de sus hijos y de sus padres. En concreto, 4 de cada 10 cuidadores están en esa situación. El envejecimiento de la población asegura que el fenómeno se extenderá.

También aumentarán las dificultades para atender familiares, niños o adultos, por la expansión de familias con madre y padre empleados, y de familias monoparentales.

Las mujeres cargan con más peso

Estas cargas afectan más a los empleados de 26 a 35 años –que pueden por eso sufrir un retraso en su maduración profesional–, a los mejor pagados y de superior categoría –más difíciles de reemplazar–, y a las mujeres, que llevan una parte desproporcionada de los cuidados, aunque los hombres han reducido la distancia. Esto supone un problema particular, anotan los autores del estudio, pues las mujeres son la mayoría de los titulados superiores en una sociedad donde cada vez más ocupaciones los requieren. Si no se les facilita más conciliar trabajo y familia, la economía se resentirá visiblemente de la pérdida de trabajo y talento femeninos, aparte del coste en ingresos y en perspectivas profesionales para las propias mujeres (ver Aceprensa, 27-12-2017 : “Cuidar del otro no debería empobrecer… pero empobrece”).

 

Entre los trabajadores que han dejado un empleo para cuidar de un familiar hay más hombres que mujeres, y en cambio, la fórmula de reducir la jornada es mayoritariamente femenina

 

El estudio aporta un indicio estadístico de que en esto no está habiendo progreso. La tasa de actividad (proporción de personas en la población activa) de las norteamericanas con título superior baja entre los 25 y los 35 años, el periodo en que las mujeres suelen tener hijos pequeños, para remontar después. El mínimo, que se da en torno a los 35, venía siendo más alto de una generación a otra. Ya no: la más reciente (las nacidas entre 1980 y 1984) es la primera con un mínimo más bajo que la predecesora, y eso en una época en que baja la natalidad.

Con este panorama, resulta curioso que entre los empleados que declaran percibir un entorno laboral hostil a sus responsabilidades de cuidadores, así como entre los que han abandonado un empleo por ese motivo, hay más hombres que mujeres. La aparente paradoja quizá se explique porque de los hombres no se espera tanto que se dediquen a cuidar a familiares, y en consecuencia, encuentran menos comprensión y menos facilidades para compaginarlo con el trabajo. De hecho, el empleo a tiempo parcial es una solución mayoritariamente femenina, en Estados Unidos como en Europa.

Los costes de no dar soluciones

El estudio destaca los perjuicios que causa el no acomodar las condiciones de trabajo a las responsabilidades familiares de tantos empleados. Baja la productividad, no solo por los retrasos o las ausencias: también por el cansancio y la preocupación. Pero los empresarios, en general –advierten Fuller y Raman–, no son plenamente conscientes del problema.

Casi tres de cada cuatro empleados tienen personas que cuidar, y de ellos, cuatro de cada diez tienen que atender a la vez a sus hijos y a sus padres

Cuando se pregunta si las dificultades para compaginar trabajo y cuidado de familiares perjudican el rendimiento, asiente el 80% de los empleados y solo el 24% de los empleadores. Las empresas, señala el estudio, subestiman los costes directos e indirectos de la deficiente conciliación, como los derivados de la mayor rotación de personal, que exige gastar en buscar y formar sustitutos.

Cuando se plantean aplicar remedios, las empresas no aciertan mucho. Para retener empleados con parientes adultos necesitados de atención, las soluciones que más ofrecen son horario flexible y, en segundo lugar, excedencias sin sueldo. Pero no son las preferidas de los empleados, que de hecho las usan poco. Los que han dejado el empleo aducen sobre todo estas dos razones: no tenían dinero para contratar cuidadores, y no lograban encontrar cuidadores preparados y de confianza. En cambio, menos del 10% de las empresas ofrecen ayuda para pagar cuidadores o para encontrarlos.

A la vista de esos contrastes, Fuller y Raman hacen unas recomendaciones a las empresas que se pueden resumir en conocer y reconocer las responsabilidades de sus empleados en este ámbito. Primero, deberían conocerlas y evaluarlas, para dar con soluciones adecuadas a la situación real. En segundo lugar, las medidas de conciliación han de ser política oficial de la empresa, de suerte que esté expresamente reconocido como algo normal que los trabajadores tengan tales necesidades. Con eso se consigue que nadie tema ser mal visto si pide soluciones de conciliación. De otro modo, los empleados con problemas tenderán a arreglarse como puedan, con desgaste para ellos y pérdida de productividad para la empresa.

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