Republicanos de etiqueta simple

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Ahora que Rick Santorum se ha retirado de las primarias republicanas, en teoría Newt Gingrich representa la opción conservadora más extrema. Pero en cuestiones sensibles como la protección de la vida es posible que, en la práctica, Mitt Romney y Ron Paul no se diferencien tanto del “terrible” Santorum. En estas primarias, los clichés no han hecho justicia a la realidad.

Es difícil meter al alma americana (o a cualquier otra) en un molde. La CBS intentó hacerlo en febrero de 2012. Allí, en mitad del plató, se pidió a los cuatro candidatos favoritos que eligieran una palabra que, a su juicio, les definiera mejor. Ron Paul dijo “coherente”; Santorum, “coraje”; Romney, “decidido”; y Gingrich, “alegre”.

Todos, claro, tenían que venderse y seducir. No serían ellos quienes pusieran la carnaza a la venta. Pero, puestos a etiquetarse, al menos los epítetos decían algo relevante sobre su perfil. Y, en cierto modo, no iban muy alejados de la realidad.

A esas alturas de las primarias, algunas crónicas políticas andaban faltas de pasión. Porque decir que Santorum es un “ultraconservador” (ultra-right, en inglés) cada vez que aparece su nombre responde, creo, a la inercia y a la pereza mental en la mayoría de los casos. Y sólo en los más combativos, a la estrategia ideológica.

De Santorum sabemos, por ejemplo, que está casado y tiene siete hijos. Que se opone al aborto. O que critica la cobertura de los anticonceptivos y otros servicios polémicos de la reforma sanitaria de Obama.

Lo que no está claro es en qué momento de su carrera política dejó de ser un conservador a secas para convertirse en un “ultraconservador”. ¿Fue a partir del cuarto o del quinto hijo? ¿O fue cuando dijo aquello de que el Estado no debería financiar totalmente los diagnósticos prenatales, como la amniocentesis, que suelen terminar en la eliminación de fetos con síndrome de Down?

Romney y Paul, candidatos complejos

De todos modos, es probable que a Santorum le hayan salido dos rivales “ultras” más eficaces en la práctica. Ron Paul, por ejemplo. Casado y padre de cinco hijos, se opone al aborto y está considerado como uno de los congresistas estadounidenses más activos en la defensa de la vida. En 2005 impulsó la Sanctity of Life Act, un proyecto de ley que, entre otras cosas, definía el inicio de la vida desde el momento de la concepción.

El proyecto de ley también pretendía revocar la competencia del gobierno, los tribunales y las leyes federales en materia de aborto, y así lograr a medio plazo que cada estado pudiera introducir restricciones al aborto. Finalmente, el proyecto establecía la prohibición de financiar con dinero público la práctica de abortos.

Pero en estas primarias se ha destacado sobre todo que Paul es un federalista a ultranza, lo que es cierto. A Washington lo quiere quietecito. Resulta que el representante de Texas era médico de profesión. Pero en los años 60 empezó a leer a Friedrich Hayek, Ludwig von Mises y a otros economistas de la Escuela Austriaca. Tanto se emocionó con ellos, que abandonó la medicina y decidió dedicarse a la política. Es un enemigo del intervencionismo estatal, y algunos creen que puedo estar en el origen intelectual del Tea Party.

A Mitt Romney le pesa el sambenito de que, siendo gobernador de Massachusetts, apoyó varias medidas controvertidas y respaldó la reforma sanitaria de Obama. Sin embargo, lo que ocurrió en el progresista estado de Massachusetts fue un poco más complejo. Lo cuenta la jurista de Harvard Mary Ann Glendon en un video que dieron a conocer los responsables de la campaña de Romney.

Glendon lamenta la intransigencia de quienes no se fían de Romney, quien asegura que se hizo pro vida entre 2004 y 2005. ¿Acaso el movimiento pro vida, se pregunta la jurista, no tiene que ver con lograr cambios profundos en los corazones?

A partir de esas fechas, “el gobernador Romney mostró un gran coraje político e invirtió mucho de su capital político al defender posturas a favor de la vida cuando ya estaba en Massachussetts. Entonces el ambiente político era muy adverso. El 85% de la asamblea legislativa estaba controlado por los demócratas”.

En este contexto, dice Glendon, Romney vetó en dos ocasiones leyes que hubieran permitido la destrucción de embriones humanos; vetó otra que habría permitido comercializar la píldora del día siguiente; apoyó programas de educación sexual basados en la abstinencia, etc.

Ya se ve que los candidatos de la “América profunda” son más complejos de lo que parece. Sin tener ninguno de ellos un especial carisma para hacer frente a Obama, al menos hay que admitir que la brocha gorda no sirve para retratar perfiles humanos.

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