Brasil: los evangélicos se multiplican por dos en diez años

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El 15,4% de los brasileños se declaran evangélicos, según los datos del censo de 2000 publicados a principios de mayo. Esto supone un notable aumento con respecto al censo anterior, de 1991, que registraba una proporción del 9%. Los católicos siguen siendo mayoría, pero han bajado del 83,8% al 73,8% en el mismo periodo. La población total ha crecido de 147 millones a casi 170 millones.

Las confesiones evangélicas son las que más han subido: ahora tienen 26 millones de fieles, el doble que en 1991. Los católicos son 125 millones (+2,5%). El segundo aumento más importante es el de las personas sin religión, que han pasado de 6,9 millones (4,8%) en 1991 a 12,3 millones (7,3%) en 2000 (+78%).

Dos tercios de los evangélicos son pentecostales: 17,7 millones, más del doble que en 1991 (8,1 millones). Los evangélicos están sobre todo en las ciudades (son el 16,5% de la población urbana y el 10,6% de la rural) y en el norte del país (en Rondonia son el 27,7%). En cambio, la mayor presencia católica está en el noreste, con el 83-91% de la población, según los Estados. Río de Janeiro es el Estado que presenta la menor proporción de católicos (57,2%) y la mayor de personas sin religión (15,5%); tiene además una importante presencia evangélica (21,1%).

En conjunto, la evolución del decenio pasado muestra que ha aumentado la diversidad religiosa de Brasil. Sin embargo, el crecimiento de los evangélicos es objeto de particular atención por la influencia política que ejercen. No es raro que los pastores evangélicos se presenten a las elecciones (en las legislativas de 1998, 54 obtuvieron escaño) o se declaren a favor de determinados candidatos. El asunto está muy vivo ahora, a falta de cinco meses para los comicios presidenciales. El candidato socialista, Anthony Garotinho, es un evangélico converso. El del Partido de los Trabajadores, Luiz Inacio da Silva (Lula), intenta aliarse con el Partido Liberal, que cuenta numerosos miembros de la Iglesia Universal del Reino de Dios, fundada por Edir Macedo, uno de los pastores más activos en política. José Serra, candidato del Partido Socialdemócrata (el del actual presidente, Fernando Henrique Cardoso), ha recibido respaldo público de la Convención Nacional de las Asambleas de Dios, lo que -según el presidente, el pastor Manoel Ferreira- le asegura 10 millones de votos.

Pero algunos analistas, citados por el diario O Estado de São Paulo (12-V-2002), creen que se sobreestima el poder del voto evangélico. El sociólogo Ricardo Mariano, autor del libro Neopentecostais: Sociologia do Novo Pentecostalismo no Brasil, señala que el censo de 2000 ha encontrado solo unos 8 millones de miembros de las Asambleas de Dios. De ellos, no más de un tercio están en la Convención Nacional. Por tanto, el apoyo de Ferreira supone para Serra, a lo sumo, 2,6 millones de votos.

Por otra parte, es equivocado pensar que los evangélicos votan en bloque, precisa Paul Freston, profesor de Sociología en la Universidad Federal de São Carlos y uno de los principales estudiosos del protestantismo brasileño. «Hay una infinidad de Iglesias o confesiones religiosas -dice-, y dentro de una misma institución se pueden encontrar múltiples formas de organización. Aunque algunos líderes se presenten como portavoces de todos los evangélicos, con intención de vender votos, ninguno tiene ese poder». La misma Iglesia Universal, más organizada que la mayoría de las comunidades evangélicas, calcula que tres de cada diez fieles no votan a quien indican sus pastores. Además, hay grupos evangélicos, como la Congregación Cristiana o Dios es Amor -dos de los más numerosos-, que recomiendan a sus seguidores mantenerse al margen de la política. Según Freston, los votos evangélicos pueden ser importantes en las elecciones legislativas, en las que rige el sistema proporcional y se mira menos al candidato que al partido. Pero en las elecciones para cargos ejecutivos, por el sistema mayoritario, la fragmentación de los evangélicos hace que su influencia se diluya. De modo que el próximo presidente de Brasil no deberá su victoria electoral a los evangélicos.

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