Un inmenso esfuerzo financiero y de organización están haciendo el gobierno chino y el ayuntamiento de la mayor ciudad del país, para que la Exposición Mundial de Shanghái 2010 sea la gran pantalla que proyecte la imagen de una nueva China dispuesta a recordar al mundo y a sí misma que durante siglos fue el Imperio del Centro y que puede volver a serlo.
Moderna, verde, factor internacional de paz, cooperante al desarrollo de los pueblos, respetuosa con las tradiciones y el medio ambiente, centrada en resolver sus tremendos desafíos internos son facetas de la imagen que China quiere ofrecer a los 70 millones de visitantes reales y más 100 millones virtuales, que espera recibir la Exposición Universal de Shanghái entre mayo y octubre de 2010.
Tras treinta años de reformas desde la muerte de Mao en 1976, los resultados que serán mostrados al mundo en Shanghái y en el pabellón chino de su Expo, sin duda impulsarán al visitante al asombro.
“Mejor ciudad, mejor vida” es la idea central que el gobierno chino pretende materializar mediante la Expo Shanghái. Sus símbolos, el emblema y “Haibao”, la mascota, están tomados de la escritura china y se basan en las palabras que significan “mundo” y “humano”
Presencia del mundo entero
Con una superficie total veinte veces mayor que la de la Expo Zaragoza 2008, la Expo Shanghái 2010 reservará a los visitantes de pago unas instalaciones que ocupan 3,28 kilómetros cuadrados. La inversión estimada asciende a 4.180 millones de dólares, de los que algo menos de la mitad están destinados a infraestructuras y construcción de pabellones, algunos de ellos permanentes, como el de China, el centro de representaciones y espectáculos, el “Expo Center” o el “Expo Boulevard”. Del resto, 1.550 millones de dólares -procedentes de patrocinadores y venta de entradas- estarán dedicados a gastos de gestión, mantenimiento, promoción, seguridad y a un impresionante despliegue de eventos enmarcados por las ceremonias de apertura y clausura, que se espera superen en espectacularidad a las que ofreció China con motivo de las Olimpiadas de Pekín.
En septiembre del pasado año, 192 países (prácticamente todos los del mundo) y 50 organizaciones internacionales habían confirmado su participación. Estarán presentes también 50 ciudades -entre ellas Madrid, Barcelona y Zaragoza- cuyos proyectos han sido elegidos por un Comité Internacional de Selección para ser construidos en la zona de la Expo denominada “Área de Mejores Prácticas Urbanas”. El pabellón de España, con 7.000 metros cuadrados y en avanzado estado de construcción, concebido por la arquitecta Benedetta Tagliabue, del gabinete Miralles-Tagliabue, tendrá una cobertura de 8.500 paneles de mimbre para regular la temperatura interior y ha obtenido el premio “Future Project of the Year” concedido por el World Architecture Festival 2009.
Desarrollo sostenible, medio ambiente limpio, vida urbana humanizada… son imágenes de fuerte contenido político en un país como China, primer contaminador del mundo, en el que el 80% de la población se concentra en su parte oriental, donde en algunas zonas la densidad demográfica sobrepasa los 800 habitantes por kilómetro cuadrado.
Impacto urbanístico de la Expo
La reestructuración que experimenta Shanghái, con sus 19 millones de habitantes, con motivo de la Expo es de gran impacto urbanístico. Doscientas setenta y dos empresas industriales, algunas con grandes instalaciones como astilleros o centrales eléctricas, han sido trasladadas a otras zonas. Viejos muelles y almacenes y edificios a orillas del río Huangpu, con un total de 360.000 metros cuadrados, están siendo rehabilitados para su integración funcional en la Expo, lo que representa una sexta parte de la superficie total construida. En esa zona, 18.000 viviendas han tenido que ser demolidas y sus habitantes desplazados a otras de nueva construcción o indemnizados.
Lejanos los años de plomo de la revolución cultural, China intenta recuperar también aspectos de su ancestral civilización arrasados por aquella locura. Su pabellón en la Expo Shanghái está coronado por una estructura dominante que representa el sombrero tradicional de los altos funcionarios imperiales. Todo un símbolo representativo de las numerosas reconstrucciones y rehabilitaciones de antiguos monumentos, bellísimos jardines fundados por familias nobles de diferentes épocas imperiales, templos budistas cuyas imágenes de “bodisattvas” están siendo recuperadas del olvido o de la furia destructora de los guardias rojos.
La búsqueda de un alma para un pueblo sometido durante lustros a la enorme presión del ateísmo marxista no es ajena a la necesidad de encauzar moralmente el desenfrenado crecimiento material. Pero dotar de un fundamento ético a una sociedad sin auténticas libertades políticas ni religiosas es una tarea mucho más difícil que organizar una Expo, aunque la de Shanghái, sin duda, dejará un gran impacto en la historia de las exposiciones universales.