El derecho a elegir el tipo de matrimonio

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La reciente ley del Estado de Luisiana (EE.UU.) que ofrece a las parejas la posibilidad de establecer un contrato matrimonial más fuerte, que impida el divorcio fácil (cfr. servicio 98/97), suscitó algunas críticas a las que responde el pensador comunitarista Amitai Etzioni en International Herald Tribune (14-VIII-97).

La heladería local, después de pasar años vendiendo sólo helados, de repente empieza a ofrecer también yogur helado. ¿Ha sido una imposición a los clientes, que ahora «se ven obligados» a elegir?

Así es como algunos críticos han valorado una nueva ley de Luisiana que permitirá a las parejas elegir, antes de casarse, entre el matrimonio estándar que permite el divorcio a petición y un «matrimonio-alianza». Las parejas que eligen el matrimonio-alianza deben pasar por una seria deliberación antes de casarse. Acuerdan intentar resolver los potenciales conflictos matrimoniales con ayuda de consejeros, si alguno de los esposos lo pide, y divorciarse sólo tras dos años de separación o bajo una limitada serie de circunstancias, como el adulterio, malos tratos, la cárcel por delito o el abandono. (…)

La mayoría de la gente estaría de acuerdo en que permitir a las personas una elección es justo lo contrario de la coacción. De hecho, la legislación de Luisiana es un modelo de cómo un Estado puede promover lo que considera una virtud -en este caso, matrimonios más firmes- ofreciendo a la gente la oportunidad de ser virtuosa, y sin penalizar a quienes escojan no serlo. (…)

Todos salimos ganando si los que se casan están preparados para el compromiso. Sí, a veces el divorcio es inevitable. Pero la mayoría de los divorcios son dañinos, dolorosos y gravosos para todos los implicados.

Además, los estudios muestran que alrededor del 20% de los que reciben asesoramiento prematrimonial deciden no casarse, con lo que quizá se ahorran un mal matrimonio y un confuso divorcio.

Algunos de los que han criticado la ley de Luisiana argumentan que retardar un divorcio es una medida política desacertada, porque los niños están mejor cuando las parejas mal avenidas se rompen. Aquí no considero los matrimonios en que hay malos tratos, porque bajo la nueva ley pueden disolverse sin mayores dificultades. Me refiero al de dos personas que están simplemente descontentas, en cuyo caso el divorcio se retrasa durante al menos dos años en lugar de los seis meses habituales. Este tiempo puede dar a la pareja la oportunidad de arreglar las cosas.

La cuestión no es si las leyes sobre el divorcio deben ajustarse a la pequeña proporción de matrimonios en que hay graves abusos, sino si el sistema legal actual hace el divorcio demasiado fácil o demasiado difícil.

Para decirlo de otro modo, ¿hay que ofrecer a las parejas solamente el matrimonio «de usar y tirar» o también hay que dar una opción que las anime a esforzarse más para mantener sus matrimonios? En vez de unirse a los partidarios de abolir el divorcio sin justificación y de reemplazarlo con promesas solemnes que restringen severamente el divorcio, Luisiana ha dejado por completo la elección a las parejas.

El hecho de que algunos críticos pongan objeciones a este modesto y moderado paso revela lo que va mal en nuestra cultura propensa al divorcio.

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