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La Universidad no puede renunciar a la búsqueda de la verdad

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La necesidad de que la libertad académica esté al servicio de la búsqueda de la verdad, confiando en el ejercicio de la razón para alcanzarla, fue la idea directriz del discurso que Benedicto XVI dirigió el pasado domingo a los representantes del mundo universitario reunidos en el Castillo de Praga.

El Papa se presentó a los profesores, investigadores y estudiantes de las universidades como «alguien que ha sido un profesor, atento al derecho de la libertad académica y a la responsabilidad ante el uso auténtico de la razón», quien «ahora es el Papa que, en su papel de pastor, es reconocido como voz competente para la reflexión ética de la humanidad».

El Papa advirtió que la autonomía propia de una universidad puede hacerse inútil de diversos modos. Uno de ellos es el materialismo opresivo: “La gran tradición formativa, abierta a la trascendencia, que está en el origen de la Universidad en toda Europa, ha sido sistemáticamente subvertida, en esta tierra y en otras, por la reductiva ideología del materialismo, por la represión de la religión y la opresión del espíritu humano. Y, sin embargo, en 1989, el mundo fue testigo del dramático derrumbe de una ideología totalitaria fallida y del triunfo del espíritu humano”.

Por una formación humanística

Otros riesgos tienen que ver con el olvido de la verdadera misión de la Universidad. Hablando a los rectores y profesores, el Papa recordó que un aspecto esencial de la misión de la universidad es la responsabilidad de iluminar las mentes y los corazones de los jóvenes, con una educación que no consiste en la mera acumulación de conocimientos y habilidades, sino en una formación humana en las riquezas de una tradición intelectual orientada a una vida virtuosa.

«Debe ser reconquistada la idea de una formación integral, basada en la unidad del conocimiento radicado en la verdad. Esto puede contrastar la tendencia, tan evidente en la sociedad contemporánea, hacia la fragmentación del saber. Con el masivo crecimiento de la información y de la tecnología nace la tentación de separar la razón de la búsqueda de la verdad».

El Papa advirtió que la razón, una vez separada de la fundamental orientación humana hacia la verdad, puede perder su dirección. Así termina cuando, bajo la apariencia de modestia, se conforma con lo parcial y lo provisional, o cuando se acaba dando igual valor a todo. «El relativismo que de ello se deriva genera un camuflaje detrás del cual pueden esconderse nuevas amenazas a la autonomía de las instituciones académicas», advirtió.

También los objetivos meramente utilitaristas pueden ser un obstáculo para la labor universitaria, una preocupación que está presente en el actual debate en Europa sobre el llamado “proceso de Bolonia”. Un eco de este problema se advierte en las palabras de Benedicto XVI cuando se preguntaba. «Si por un lado ha pasado el período de la injerencia derivada del totalitarismo, ¿no es quizás también verdad que, por otro lado, frecuentemente hoy en el mundo el ejercicio de la razón y la investigación académica están obligados -de manera sutil y a veces no tan sutil- a plegarse a las presiones de grupos de intereses ideológicos y las exigencias de objetivos utilitaristas a corto plazo o simplemente pragmáticos?».

El riesgo de la marginación de la religión

Otro riesgo para la Universidad viene de la marginación de la religión. «¿Qué pasaría si, a causa del ansia de mantener una secularización radical, acabara por separarse de las raíces que le dan vida?», se interrogó. En ese caso, advirtió, «nuestras sociedades no serán más razonables o tolerantes o dúctiles, sino que se harán más frágiles y menos inclusivas, y les costará cada vez más reconocer lo que es verdadero, noble y bueno».

En este contexto de “una visión eminentemente humanística de la Universidad”, aludió brevemente a la superación de la fractura entre fe y ciencia. Recordó que esta fue “una preocupación central de mi predecesor Juan Pablo II”, que “promovió una más plena comprensión de la relación entre fe y razón, entendida como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva a la contemplación de la verdad”. “Una y otra se apoyan, cada una con su propio ámbito de acción”.

En cambio, “los que con una visión positivista proponen excluir a lo divino de la universalidad de la razón no solo niegan una de las más profundas convicciones de los creyentes, sino que terminan por impedir el diálogo de culturas que ellos mismos proponen”.

“Una comprensión de la razón cerrada a lo divino -insistió-, que relega las religiones en el ámbito de las subculturas, es incapaz de entrar en ese diálogo de las culturas del que tiene una necesidad urgente nuestro mundo”.

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