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Los altos ejecutivos no se aplican la contención salarial

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En momentos de crisis la contención de salarios afecta a la mayoría de los empleados, pero no suele hacer mella en el bolsillo del personal directivo. Lo normal es que al sueldo de los altos ejecutivos se le añadan primas, dietas o bonificaciones que pueden llegar a dar una suma desorbitada para la situación de la empresa. El año pasado el Congreso de Estados Unidos ya intervino para dominar esa tendencia al lucro, y parece que en Europa otros países empiezan a preocuparse por la misma razón.

En EE.UU., en 1960 la retribución de un consejero delegado era alrededor de 43 veces superior al salario medio de un obrero; en 1993, la revista Business Week calculó que la diferencia de sueldo era ya de 145 veces. Incluso se comprobó que muchos de los directivos beneficiados estaban al frente de empresas que habían tenido malos resultados. El escándalo social producido por estas desproporciones salariales empezó a calmarse cuando la SEC (Securities and Exchange Commission), organismo que asegura la limpieza del mercado de valores, obligó a las empresas que cotizan en Bolsa a limitar los sueldos de los directivos en función de los resultados de su empresa (ver servicio 149/92). Y en 1993 el Congreso aprobó un impuesto especial para los sueldos de más de un millón de dólares que no concordasen con los resultados de la empresa. Ese mismo año, los jefes de las 360 mayores empresas norteamericanas ganaban cada uno, como promedio, 3,8 millones de dólares.

También en Gran Bretaña se ha desatado una batalla contra los supersueldos. Asociaciones de consumidores, el partido laborista y los sindicatos se quejan de que, tras las privatizaciones de empresas estatales, los nuevos directivos hayan multiplicado sus ingresos. También critican que, cuando éstos tienen que abandonar la empresa, suelen percibir indemnizaciones millonarias, los llamados golden goodbyes.

Pero el mayor problema en Gran Bretaña no es la cuantía de los salarios sino cómo se fijan. Un estudio del Institute of Economic and Social Research concluyó que apenas hay relación entre el sueldo de los ejecutivos y el precio de las acciones de su empresa. Muchos directivos consiguen remuneraciones millonarias adicionales por el sistema de opciones sobre acciones: primero los altos cargos se reparten acciones de la propia empresa con un valor fijado en ese momento, y al cabo del tiempo establecido pueden comprar o vender esas acciones si la cotización es favorable; si sucede lo contrario, se puede desechar la opción sobre ellas para no perder dinero. Este sistema proviene de Estados Unidos y está también bastante extendido en Holanda o Francia.

El gobierno de Major no ha querido intervenir en la polémica y tan sólo ha invitado discretamente a los altos cargos de dirección a que contengan sus propios salarios. Sin embargo, algunas empresas, como Postel, han exigido públicamente que se termine con las jubilaciones doradas que se ofrecen a los directivos.

En España, la revista Actualidad Económica ha tratado este mes el problema de los supersueldos. Los consejos de administración de las grandes empresas españolas reciben remuneraciones de cientos o miles de millones anuales que se reparten entre una, dos o tres decenas de personas. De modo que los consejeros mejor pagados han recibido en 1993 -de varios consejos- más de 100 millones de pesetas.

Tres bancos españoles -Santander, Central Hispano y el Bilbao Vizcaya- dedican más de 1.300 millones a retribuir a sus consejos de administración. De ellos, el que más paga es el Banco Santander, con casi 70 millones de pesetas anuales por consejero.

Por otra parte, parece que a la hora de cobrar, importa poco la salud de la empresa: en 1993 cada antiguo consejero del maltrecho Banesto percibió 31 millones de pesetas. Y los golden goodbyes también se practican en la banca española: el ejemplo más reciente es el contrato blindado de 500 millones de pesetas que el ex presidente de Banesto, Mario Conde, exige tras su destitución.

En Francia, a diferencia de Estados Unidos o Gran Bretaña, no hay gran polémica sobre los salarios de los altos ejecutivos. Una de las razones es que, como en España, las empresas no acostumbran a detallar en sus memorias las retribuciones a los administradores. Pero Francia coincide con el Reino Unido en que los salarios más altos y que suben más aprisa son los de cargos directivos de empresas privadas.

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