Nuevos ricos, ¿nueva filantropía?

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Análisis

La revista «The Economist» (25-02-2006) publica un informe sobre la nueva filantropía. Una nueva generación de filántropos, fortunas de los últimos veinte años, consideran sus donaciones como inversiones que tienen que generar un cambio real. La tendencia, especialmente fuerte en Estados Unidos, también llega a Europa. Tiene algunas luces, pero también algunas sombras.

Frente a la filantropía corporativa, que debe rendir cuentas a los accionistas, los filántropos individuales se sienten libres de dar su dinero a las causas y del modo que les parezca más conveniente. Son más rápidos y más activos que sus propias empresas, hoy ya en mano de muchos accionistas. Por eso, pueden permitirse el lujo de innovar más a través de sus propias fundaciones, más jóvenes y eficaces.

La nueva filantropía, que se dirige a cubrir el espacio donde ni el Estado ni el mercado llegan, pero donde tampoco llega a veces un tercer sector demasiado ineficaz, está generando un efecto ejemplo ante otros millonarios y, también, un efecto palanca descubriendo áreas de actividad y nuevos modos de inversión social.

Efectivamente, el tercer sector necesita también innovar y ser más rápido, más flexible y menos burocrático. Y cuando un conocido millonario señala una área y un modo de hacer, provoca que otros cambien, inviertan también e incluso que el Estado preste atención.

El enfoque de la nueva filantropía se explica precisamente porque los donantes son esos «nuevos ricos» que no han heredado nada. Y precisamente por ello, porque han trabajado muy duro, consideran que las donaciones tienen que producir un cambio real. La filantropía ya no es un pasatiempo, un dar como quien gasta, sino una actividad con cabeza de quienes quieren invertir para generar un cambio. Ejemplos de esto son la actividad filantrópica de Bill Gates y su esposa Melinda, o de Sergey Brin y Larry Page, de Google.

La nueva filantropía no es ya sólo dar dinero sino generar conocimiento, compartirlo, promover el capital social. Está muy ligada a los denominados emprendedores sociales, personas con espíritu emprendedor similar a los empresarios… y deseosos de generar un cambio que mejore la sociedad (cfr. Aceprensa 47/04). La nueva filantropía tiene una jerga propia como inversión social, alianzas, estrategia, impacto.

Frente a la actividad filantrópica estadounidense, los ejemplos en Europa son menores, según «The Economist». Hay menos millonarios, hay menos tradición y, en todo caso, la filantropía personal se sigue considerando algo privado que no debe someterse a la luz pública. Esta discreción europea, admirable en muchos casos, impide sin embargo el efecto eco que tiene la publicitada filantropía personal -ya sólo corporativa- en América del Norte.

No todo son bondades en los nuevos filántropos. De modo muy pragmático, «The Economist» considera que las motivaciones, tan ligadas a la reputación o a la deducción fiscal, poco importan si el cambio generado es real. En cualquier caso, las debilidades apuntan más bien a la necesidad de transparencia. Algunos críticos señalan que el espíritu empresarial no siempre es aplicable a las denominadas inversiones sociales, que el modo de medir la eficacia a ambos lados no puede ser el mismo. Que el mercado no es el tercer sector.

Desde el punto de vista ideológico, no son pocos los que señalan la preferencia por una muy concreta inversión social, el control de la población, una causa muy querida por algunos millonarios estadounidense -algo ya tradicional desde fundaciones como Rockefeller y Ford-. Otros apuntan a la ingenuidad de algunos ricos y famosos -fundamentalmente actores- cuando al pedir más ayuda a Occidente para África flirtean con gobiernos corruptos que son quienes más impiden el desarrollo de sus pueblos.

Aurora Pimentel

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