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Los libros de texto electrónicos empiezan a abrirse paso

publicado
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No existen, por el momento, datos mundiales sobre las ventas de los libros de texto digitales, pero los recogidos por algunos estudios indican un rápido crecimiento en EE.UU. Student Monitor, compañía dedicada al estudio del mercado educativo, señala que en el pasado otoño, el 5% de los libros de texto adquiridos en EE.UU. fueron electrónicos, más del doble que el año anterior (2,1%).

Muchos libros de texto electrónicos se venden con una licencia por un año o menos, lo que resulta hasta un 80% más barato que un ejemplar impreso nuevo

Por su parte, Simba Information, consultora especializada en la industria editorial, estimaba que los libros de texto electrónicos moverían 267,3 millones de dólares en EE.UU. en 2011, lo que supondría un crecimiento del 44,3% respecto del año anterior pero una parte pequeña de las ventas totales de libros de texto (4.580 millones de dólares en 2010, según la Asociación Americana de Editores). Ahora bien, Simba prevé un crecimiento muy pronunciado, hasta el 11% del mercado editorial educativo estadounidense en 2013.

Libros de alquiler
Las ventas masivas de dispositivos de lectura electrónica –40 millones solo del iPad de Apple, más los otros modelos de tabletas y las diferentes generaciones de Kindle– han transformado los hábitos de la población, sobre todo de la más joven, y a ellos trata de amoldarse la industria editorial. En Estados Unidos se ofrecen ya versiones digitales de casi todos los libros de texto que se publican. Los de materias introductorias y transversales son los que tienen mayor demanda. Existe, además, la posibilidad de alquilar los libros de texto electrónicos.

El alquiler o la licencia de lectura otorga al usuario el derecho a utilizar el título durante un tiempo, de 6 a 18 meses por lo general. Las compañías del sector han desarrollado un potente software antipirateo para evitar el fraude.

La licencia digital abarata el precio de los libros, y aprovechar este margen de descuento es la estrategia seguida por Amazon con los manuales universitarios. La librería virtual llegó en verano a un acuerdo con algunas de las editoriales más importantes del sector educativo para ofrecer licencias de 30 a 360 días. Así, el estudiante puede ahorrarse hasta un 80% del precio de un ejemplar impreso nuevo. Y no pierde las anotaciones que haya hecho con su Kindle cuando caduca la licencia.

Limitaciones del formato digital
Algunos expertos destacan el gran potencial de los libros de texto digitales. Desarrolladores y profesores trabajan para ofrecer aplicaciones con las que enriquecerlos: imágenes y vídeos, actividades interactivas, etc.

Pero el formato electrónico tiene algunas desventajas. La experiencia de los últimos años indica que no cualquier título encaja en un formato digital normalizado, y que el soporte electrónico no se adapta a las necesidades y aptitudes de todos los estudiantes. Se sabe, por ejemplo, que algunos alumnos han dejado de utilizar los dispositivos informáticos en sus tareas porque ni el formato ni los aparatos les resultan cómodos para tomar notas o para estudiar.

No es fácil, pues, transformar los libros de texto en e-books. Los materiales educativos tienen un “mapa cognitivo” que está muy estudiado: los contenidos se presentan en un determinado orden y se disponen en cada hoja de una manera concreta para facilitar el aprendizaje. Estas peculiaridades sobrepasan las posibilidades de las tabletas normales y exigen, según algunos expertos, unos dispositivos especialmente diseñados para la enseñanza. En la ilustración que acompaña este artículo se ve un aparato fabricado por la compañía norteamericana Kno: sus dos pantallas de 14 pulgadas permiten presentar los contenidos como en un libro de texto impreso y ver páginas enteras a tamaño legible. Pero el elevado coste del dispositivo hizo que Kno abandonara la producción en abril pasado, sin llegar a sacarlo al mercado.

Los libros infantiles se resisten a abandonar el papel
Así, pese a la creciente popularidad de los lectores de libros electrónicos, no puede decirse que la lectura digital se esté imponiendo en todos los ámbitos. Existen géneros que son menos permeables a las nuevas tecnologías. Si en el caso de los libros de texto, probablemente hacen falta adaptaciones o innovaciones para que satisfagan las necesidades escolares, el mercado de la literatura infantil ilustrada –en particular, la dirigida a niños menores de 8 años– es mucho más reacio: en este ámbito, las ventas digitales apenas superan el 5% (frente al 25% de la literatura para otros públicos).

Este género es remiso por varias razones. Por una parte, los padres quieren que los niños tengan contacto físico con los libros. Además, en los libros infantiles la conversión a formato digital es más difícil y cara, porque no están normalizados y porque tienen abundantes ilustraciones. Y si estas son tan importantes en las obras para niños, sin papel se pierde la facilidad para examinarlas antes de comprar un título. Por eso, quizá la expresión “digitales nativos” no se pueda aplicar a las nuevas generaciones en cuanto lectores.

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