La Iglesia acogedora del Papa Francisco

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La larga entrevista con el Papa publicada por La Civiltà Cattolica es muy significativa, pues permite conocer mejor cómo concibe la acción de la Iglesia en este momento histórico y cómo quiere gobernarla. Algunos están intentando presentarla como si marcara un cambio de rumbo en la Iglesia, que implicaría una ruptura con los pontificados de Benedicto XVI y Juan Pablo II. Pero cuando se desciende a los contenidos, no se advierte un cambio doctrinal sino más bien un cambio de énfasis.

Desde el primer momento se ha visto que el Papa Francisco subraya la necesidad de que la Iglesia muestre una actitud acogedora, que refleje la misericordia de Dios, para buscar y atraer a los que se han alejado de ella. Y a partir de ahí, tratar de reconstruir su vida cristiana.

Así se aprecia cuando el Papa dice: “Veo con claridad que lo que hoy la Iglesia necesita más es la capacidad de curar heridas y dar calor al corazón de los fieles, cercanía, proximidad. Veo la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla”.

Y para realizar esta curación hay que ir a lo más esencial, que está en el núcleo del mensaje cristiano: “La Iglesia se ha dejado envolver a veces en pequeñas cosas, en pequeños preceptos. Cuando lo más importante es el anuncio primero: ¡Jesucristo te ha salvado!”. “El anuncio misionero se concentra en lo esencial, en lo necesario, que, por otra parte, es lo que más apasiona y atrae, es lo que hace arder el corazón, como a los discípulos de Emaús”.

El anuncio primero
El Papa recuerda así que el cristianismo siempre ha sido el seguimiento y la relación con una persona, Jesucristo, que ofrece la salvación. No es solo una doctrina más que entra en competencia con otras en el supermercado religioso, ni tampoco se reduce a unas reglas morales. Por eso, dice, una buena homilía debe comenzar por el anuncio de la salvación. Después se podrá extraer alguna consecuencia moral. Pero “el anuncio del amor salvífico de Dios es anterior a las obligaciones morales y religiosas. Hoy a veces parece que prevalece el orden inverso”.

En este contexto se entienden las palabras en las que muchos titulares periodísticos han resumido la entrevista: “No podemos insistir solo en las cuestiones ligadas al aborto, al matrimonio homosexual y al uso de métodos anticonceptivos. (…) Pero cuando se habla de ellas hay que hacerlo en un contexto”. No está diciendo que hay que aceptar tales prácticas para ganarse a la opinión ni que hay que rendirse ante lo inevitable. Lo que afirma es que la moral es consecuencia del encuentro con Cristo, y que solo cuando se ha experimentado la misericordia de Dios, se entiende la necesidad de cambiar de vida.

Por eso advierte a los pastores que no pueden limitarse a dar la doctrina o, por el contrario, a mostrarse laxos, sino que han de acompañar con misericordia al que necesita curación. “Los ministros del Evangelio deben ser personas capaces de caldear el corazón de las personas, de caminar con ellas en la noche, de saber dialogar e incluso descender a su noche sin perderse”.

Curar heridas
Entre los que necesitan curación y acompañamiento están las personas homosexuales, que también son queridas por Dios y a las que “hay que acompañar con misericordia”. Al hablar de ellas, el Papa Francisco se sitúa también en el contexto de la curación espiritual: “Debemos anunciar el Evangelio por todos los caminos, predicando la buena noticia del reino y curando, también con nuestra predicación, todo tipo de enfermedad y de herida”. En este contexto dice que “en Buenos Aires recibía cartas de personas homosexuales, que son ‘heridos sociales’ porque me dicen que sienten como si la Iglesia les ha condenado siempre. Pero la Iglesia no quiere hacer esto”.

El Papa afirma que suscribe lo que dice el Catecismo de la Iglesia. Allí se lee –recordemos– que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados”, pero también que las personas homosexuales “deben ser acogidas con respeto, compasión y delicadeza” y que “están llamadas a la castidad”, “mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior”. Ciertamente, un homosexual que haga suyo este planteamiento es una persona de “buena voluntad y que busca a Dios”, a los que se refiere el Papa.

Pero me parece que hay un malentendido en el modo de presentar las palabras del Papa por parte de quienes esperan un cambio en la doctrina de la Iglesia. Donde el Papa habla de acompañar con misericordia, se lee aceptación. Donde él habla de curar toda enfermedad y herida, se entiende aprobar como algo normal. Y donde habla de “heridos sociales” se atribuye el daño solo al rechazo de otros, como si la propia conducta homosexual no lesionara a la persona. En suma, parece que el homosexual no necesitaría esa conversión que la Iglesia pide a todos los demás. Lo cual no deja de ser una curiosa discriminación.

Dios en la vida de cada persona
En la apertura del Papa Francisco a todo tipo de personas alejadas, en su estímulo para que la Iglesia encuentre nuevos caminos, subyace lo que califica de “certeza dogmática”: “Dios está en la vida de cada persona. (…) Aunque la vida de una persona sea un terreno lleno de espinas y hierbajos, alberga siempre un espacio en que puede crecer la buena semilla. Hay que fiarse de Dios”.

Como ha comentado Riccardo Cascioli, “esta ansia de llevar a Dios a cada hombre, de acompañar a cada hombre en su camino para llevarlo a Cristo, es lo que mejor define a este Papa, es la clave de lectura de todos los temas que aborda”.

Por eso me parece que acabarán decepcionados los que como clave de lectura presentan la ruptura con la doctrina anterior. Entonces dirán que la Curia ha frenado las intenciones del Papa o que Francisco no se ha atrevido a llevar a término el cambio que ellos imaginaban.

Pero si uno escucha las palabras de Francisco sin fijaciones previas –y para esto conviene leer completa la entrevista–, puede encontrar pistas muy útiles para esos nuevos caminos por los que el Papa quiere llevar hoy a la Iglesia.

Entrevista íntegra en http://www.razonyfe.org/

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